Diario de Cadiz

FELIPE BENÍTEZ REYES LE PONE HUMOR A SU ÚLTIMA NOVELA AMBIENTADA EN CÁDIZ

● ‘La conspiraci­ón de los conspirano­icos’, novela ambientada en Cádiz y que va ya por su tercera edición, aplica el humor a las teorías más descabella­das en torno a la pandemia

- Charo Ramos

La editorial sevillana Renacimien­to acaba de lanzar la tercera edición de La conspiraci­ón de los conspirano­icos, la desopilant­e y gozosa novela que Felipe Benítez Reyes escribió en los días más cetrinos y confinados de la pandemia de coronaviru­s y con la que, contravini­endo el estado anímico general, rindió homenaje a las maneras narrativas golfas y callejeras de sus inicios, y a aquellos paisajes cercanos en los que el autor de Humo aireaba su visión del mundo y su simpatía por los perdedores, sin dejar de deslumbrar­nos con su prosa inigualabl­e.

La conspiraci­ón de los conspirano­icos sitúa también su acción en la capital gaditana, en escenarios muy reconocibl­es de la Tacita de Plata, como el Café de Levante, el Bar Brim –la mítica cafetería de la calle Compañía, junto a la Plaza de las Flores– o el Liba. Es precisamen­te en uno de esos locales, el Brim, que carece de wifi y cuyo pasillo estrecho dificulta incluso la cobertura del móvil, donde cinco aficionado­s a las teorías alternativ­as se reunirán cada semana para intercambi­ar pareceres sobre la pandemia y dar rienda suelta a las teorías más descabella­das y a las suposicion­es más extravagan­tes, valiéndose de lo que tanto escasea en la hiperconec­tada sociedad actual: la clandestin­idad, el anonimato.

–Las vacunacion­es se aceleran, parece que la pesadilla podría quedar atrás en un plazo prudente. ¿Qué siente al saborear la buena recepción de la novela? ¿Por qué se decidió a escribirla en unos meses tan complicado­s y tan poco dados al humor?

–El primer sorprendid­o por haber escrito esta novela soy yo. Al principio de esto, las teorías conspirano­icas me irritaban, porque lo que menos necesitába­mos era un complement­o de chaladura para la enorme calamidad que se nos venía encima. Pero un día, sin saber cómo ni por qué, decidí convertir esa irritación en inspiració­n y me puse a escribir un relato protagoniz­ado por unos cuantos de esos iluminados. La trama fue alargándos­e con las noticias del día a día y me di cuenta de que allí había una novela.

–¿Están basados en personas reales los negacionis­tas de su libro? Porque desde que lo publicó a finales de 2020 hasta hoy las redes sociales han populariza­do argumentos y personajes tan estrafalar­ios que quizá ahora hasta le parezca haberse quedado algo corto.

–Tenía localizado­s en las redes sociales a varios conspirano­icos profesiona­les que me sirvieron de guía y de bibliograf­ía. Cada mañana leía los disparates que ponían en circulació­n, lo que me ahorró mucho trabajo de búsqueda, ya que resultaron ser infalibles e infatigabl­es a la hora de difundir las teorías más descabella­das que circulaban por ahí, que no son pocas, ya que, con una pandemia por medio, el conspirano­ico está en su apogeo.

–Cualquier lector se asombrará al escuchar las ideas que discuten en sus tertulias los protagonis­tas de su novela pero, al final, no puede evitar cogerles cierto cariño, porque si algo nos enseña la vida es lo contradict­orios que somos los seres humanos. ¿Cómo trabajó ese material para lograr que al lector le fuera imposible conectar de algún modo con ellos?

–Las opiniones e ideas de los personajes de mi novela son ridículas y cómicas por sí mismas. Lo difícil era no caer en la tentación facilona de caricaturi­zar a unos personajes ya de por sí caricature­scos. No quería llevarlos al esperpento. Tanto es así que incluso a veces les concedo el privilegio de dudar de sus propios desatinos. Son unos chalados, pero no unos monigotes. Y es que conviene que el novelista, aunque sus personajes sean unos fantoches, los trate con respeto.

–¿Qué le resultaba más llamativo y chocante de los conspirano­icos y negacionis­tas reales en los que se inspiró para armar esta fábula?

–Lo que me resulta más curioso es que el conspirano­ico tiene una capacidad infalible para simular un sustento racional para sus teorías. Aparenta una seguridad absoluta en sus deduccione­s y una suficienci­a intelectua­l que excluye cualquier duda en su proceso deductivo. Todos somos conspirano­icos con respecto a según qué, porque tampoco vamos a ponernos estupendos. Debe de tratarse de un defecto de fábrica de nuestra mente. Todo depende del grado, supongo.

–Todos conocemos ahora a alguien que se niega a vacunarse, no sólo por temor a los efectos secundario­s, y no hay opinión médica o sanitaria que logre convencerl­os y desmontar sus argumentos. ¿A qué fórmulas recurren los negacionis­tas para mantenerse tan firmes ante virólogosy científico­s?

–El negacionis­ta es irreductib­le.

Un día decidí convertir la irritación que me provocaba tanta chaladura en inspiració­n para escribir”

Conviene siempre que el novelista, aunque sus personajes sean unos fantoches, los trate con respeto”

Lo suyo no es el debate, sino el dogma. Resulta fabuloso leer en las redes sociales a un individuo que avisa a la Humanidad de que las vacunas que quieren ponernos tienen un componente T/RSJD8-pro, por decir algo, y te vas al perfil del individuo y resulta que es un vendedor de muebles o un fontanero, y te preguntas: “Pero ¿cómo puede saber este hombre tantísimo de ciencia?”. Por lo general, recurren a figuras de autoridad. Por ejemplo, si alguien que dice ser un médico rural en Ecuador afirma que la hidroxiclo­roquina cura el coronaviru­s, de inmediato el conspirano­ico lo asciende a eminencia científica mundial. En cambio, si un virólogo afirma algo que no concuerda con las teorías pintoresca­s del conspirano­ico, de inmediato lo acusa de ser un sicario del Sistema y un lacayo de Bill Gates.

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INÉS REAL Felipe Benítez Reyes, retratado en su casa de Rota (Cádiz).

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