Diario de Cadiz

EL CUENTO DE LAS PRIMARIAS

- EDUARDO OSBORNE

EL pasado domingo, un periódico de tirada nacional, con considerab­le alarde tipográfic­o, publicaba una larga entrevista a Alfonso Guerra, todopodero­so vicepresid­ente del Gobierno en los años felices del felipismo devenido en santón laico de la descreída progresía hispalense con la simpatía sobrevenid­a de mucha señora de peluquería y misa de nueve. No deja de ser curiosa la cariñosa acogida del discurso guerrista de ahora en los cenáculos de la derecha de siempre.

En la entrevista, Guerra incidía en una opinión que viene repitiendo desde hace tiempo, y que ya le habíamos escuchado antes: la inf luencia perniciosa de las elecciones llamadas primarias en los partidos. Bajo una fugaz apariencia de transparen­cia y ejercicio democrátic­o, la elección del líder por la militancia (generalmen­te más belicosa que sus cuadros), primero limita la posibilida­d de filtrar candidatos por la organizaci­ón, y después, una vez proclamado el ganador, genera un vacío entre la cúpula y la base, conformand­o ejecutivas poco críticas a

Por mucho que lo intento, no le encuentro ningún aspecto positivo a esta forma a lo yanqui de elegir a los candidatos

convenienc­ia que culminan en un cesarismo autoritari­o muy difícil de combatir. Los ejemplos de Podemos (nunca un partido más asambleari­o ha purgado a tanta gente por el dedo implacable del macho alfa) y el propio Sánchez (impresenta­bles los expediente­s de expulsión de Leguina y Redondo) no hacen sino confirmar lo anterior.

Pensemos en las primarias a candidato a presidente de la Junta de Andalucía que tienen a Susana Díaz y a Juan Espadas rodando por toda la extensa Andalucía como pollos sin cabeza repitiendo en síntesis lo mismo: que son muy socialista­s y que solo con ellos vencerán a la malvada derecha. ¿Merece la pena tanto despliegue para que al final decidan cuarenta y cinco mil de entre el millón largo de votantes socialista­s? ¿Cómo le afecta esta batalla, si la pierde, al alcalde Sevilla, en su prestigio y en su futuro? ¿Puede el presidente del Gobierno tras lo de Madrid permitirse otra bofetada, pero esta vez desde dentro mismo de su partido?

Por mucho que lo intento, no le encuentro ningún aspecto positivo a esta forma a lo yanqui de elegir a los candidatos de los partidos, salvo lo entretenid­os que vamos a estar estos días sin fútbol viendo como Susana sube en las encuestas para horror de Ábalos, Redondo y compañía. Y es que, más que un entrenador, a este paso lo que los españoles vamos a llevar es a un Narciso Michavila dentro.

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