Diario de Cadiz

PIENSA EN VERDE

- MANUEL GREGORIO GONZÁLEZ

PARECE que el señor Errejón, no contento con madrugarle el sitio al señor Iglesias, quiere ahora darse impulso a escala nacional, quizá pensando en sorpassar a los amigos del PSOE, apoyado en una estrategia imbatible. Dicha estrategia, experiment­ada en Madrid, ha sido de la de no meterse demasiado en un soporífero duelo a garrotazos, del que ha salido alguacilad­o el alguacil Gabilondo. Pero ha sido, principalm­ente, la de acogerse al manto promisorio y aromático de lo verde, que es también un manto ambiguo, fértil y poco concluyent­e, aquélla que ha propulsado al señor Errejón en las urnas. Un manto que, según nos informaban, don Íñigo quiere extender sobre el resto de España, como la capa benéfica del buen samaritano, pero en su versión laica.

Quiere esto decir que mientras los nietos y bisnietos de los combatient­es se entretenía­n en recordar los crímenes y estropicio­s del siglo pasado, el partido de Errejón se ha escorado más hacia el futuro, con el consiguien­te arropo de las urnas. Bien es cierto que el futuro que nos quiere prometer el señor Errejón es un futuro “verde”, y por lo tanto, henchido de un utopismo limpio, ecumenal e insípido, que hoy goza de excelente salud en todas las facciones y tramos del hemiciclo. Como sabemos por una literatura ingente, cada vez más precisa e informada, la cuestión del clima, del ecologismo, etcétera, es mucho más compleja –y mucho más antigua– de lo que pudiera pensarse. Y, por supuesto, mucho más angulosa de lo que el propio señor Errejón quizá reconozca. Remitimos al lector interesado en ello a La pequeña Edad de Hielo de Brian Fagan. En cuanto al futuro nacional del señor Errejón, su acierto tal ve radique en eso mismo, en haber deslizado su discurso desde las amarguras y desacierto­s del ayer (¡Todavía el 98! titulaba Azaña un ensayo escrito contra el fatigoso pesimismo español ¡en 1911!), a un mañana que habitarán, inevitable­mente, otros. Unos otros que acaso sean los que han preferido votar al partido del señor Errejón, y no a los bravos contendien­tes de una guerra que no existe.

Qué duda cabe que Baudrillar­d podría firmar un ensayo, espléndido e inane, sobre estas guerras de hoy, combatidas sobre la superficie inasible del ayer. Un ayer que los combatient­es desconocen, porque no lo han estudiado, pero que sirve para distraerno­s de aquello que cantaba Guillén: “Lo tan real, hoy lunes”. Ese el modesto hallazgo, la importante ventaja del señor Errejón sobre sus viejos compañeros de pupitre: descubrir que el siglo XXI existe.

La importante ventaja del señor Errejón sobre sus viejos compañeros de pupitre: descubrir que el siglo XXI existe

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