Diario de Cadiz

EL ENEMIGO

- MARÍA GONZÁLEZ FORTE

HACE días llegó hasta mi móvil algo para pensar. Si encierras hormigas de dos tipos en un tarro y lo agitas, no tardarán en exterminar­se unas a otras. La pregunta no es quién las encerró ni por qué son distintas, sino a quién conviene esa agitación.

El enemigo es aquel al que tienes que eliminar. ¿Qué digo? Si nosotros no tenemos enemigos. Puede que, a veces, compitamos por asuntos como el derecho a un trabajo, pero de ahí a considerar enemigo a quien necesite lo mismo y luche por ello, va un abismo. ¿No estaremos confundien­do enemigo con oponente? Alguno lo olvida. No hay más que mirar a quienes nos mandan. No vamos por ahí.

Repito: el enemigo es aquel al que hay que eliminar. Para eliminar a un enemigo, antes hay que fabricarlo. Crearlo, sí. Convencer de su daño irreparabl­e si no actuamos rápido.

Entre los alumnos se comprueba bien. Si hay rencillas en una clase y quieres evitarlas, una solución (terrible) es crearles un “enemigo común”: la clase de enfrente. Inmediatam­ente se harán piña. Nuestros buenos docentes saben crear equipo sin tener que recurrir a enfrentami­entos. La intención del juego es disfrutar, participar y ampliar sus amistades. ¿Pasa igual con los deportes adultos? ¿Y entre políticos? Los buenos líderes saben defender lo que creen sin enfrentar, descalific­ar, ni considerar enemigo al que no piensa igual.

Ante el dolor que nos producen los niños heridos de Palestina, cabe preguntars­e quién agita el tarro y cuáles son los intereses ocultos. Clama al cielo comprobar cómo unas sociedades que sufrieron tanto, utilicen la violencia impidiendo cualquier posible entendimie­nto. Impresenta­ble también quienes incitan a sus súbditos a lanzarse al mar con riesgo de sus vidas. Un orgullo Juanfran Valle y la actuación de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Por Cruz Roja. Evidencian que el sufrimient­o humano duele a todo bien nacido.

Crear un enemigo es demasiado fácil. Sus consecuenc­ias, irreparabl­es. Estos desbarajus­tes sociales solo interesan a los malvados que se benefician del desconcier­to de las hormigas. Con lo que cuesta parir los hijos, que haya manos agitadoras pretendien­do arriesgar sus vidas.

¿Qué sentirán esos líderes mientras rezan?

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