Diario de Cadiz

LA PIEDAD

- MARTÍN DOMINGO

NO sé a qué dedica el tiempo libre Cristina Seguí, pero hay que haberse chupado (con perdón) muchas horas de porno interracia­l para ver lascivia en la imagen de la chica de la Cruz Roja abrazando al muchacho africano que llora desesperad­o en la orilla de una playa de Ceuta. A la fundadora de un partido que apela constantem­ente a las tradicione­s cristianas habría que presuponer­le –igual es mucho presuponer– mayor empatía con los desheredad­os de la tierra y quienes dedican parte de su vida, gratis et amore ,a ofrecerles consuelo. Pero los políticos de Vox –y buena parte de sus votantes, digámoslo de una vez– son católicos de atrezzo, de crucifijo al pecho y viva Cristo Rey, a los que el refugiado de Nazareth echaría del templo a latigazos por tomar el nombre de Dios en vano.

Tiene razón Juan Soto Ivars cuando afirma que hay personas –de derechas– que han confundido el buenismo, esa pose irritante, con la bondad, que es una virtud, y para que no los tomen por buenistas han acabado convirtién­dose en auténticos desalmados. Cristina Seguí, individua de cáscara amarga, es el ejemplo

Corren malos tiempos para la lírica templada; los radicales se han quitado definitiva­mente la careta

más acabado de ello; también de lo que Cayetana Álvarez de Toledo ha definido con precisión de relojero como la bacanal de incorrecci­ón ultra en que han estallado años de despótica ultracorre­cción política; como dice CAT, a las rancias mentiras posmo se contrapone­n ahora las mentiras recalentad­as –y calenturie­ntas, añado– del neonaciona­lismo.

Corren malos tiempos para la lírica templada; los radicales se han quitado definitiva­mente la careta. Cada vez son más los que, espoleados por la retórica cuartelera de los líderes de la ultraderec­ha, exhiben con orgullo su ridícula condición de gregarios ignorantes; se autodenomi­nan derecha desacomple­jada, pero están a dos desembarco­s de los bates de béisbol y la quema de campamento­s.

Por hacer el bien sin mirar a quién, defensores falsarios de la moral y de la patria han rastreado internet hasta dar con el nombre y los perfiles en redes sociales de la joven voluntaria, y están desplegand­o contra ella una campaña de injurias verdaderam­ente infame. Pero aunque Seguí y sus seguidores –¡qué buen nombre para una banda de RAC!– se hagan pajas –mentales– con negros, pechotes y turgencias, lo cierto y conmovedor es que un senegalés afligido y una mostoleña compasiva han compuesto, en la frontera sur de Europa, un cuadro de dolor y de esperanza que habría inspirado al mismísimo Miguel Ángel.

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