Diario de Cadiz

EL RESFRIADIT­O

- JUAN MANZORRO

Cáncer. Se llama cáncer. Y no, miren, no pretendo ser frívolo llamando resfriadit­o a esta grave enfermedad. Pretendo quitarle carga de dramatismo, eso sí. Tampoco voy a camuflarla porque hay que llamarla por su nombre para hacerla visible y desprender­la del estigma que tiene. Ese fue siempre mi propósito desde que me visitó por primera vez. Sucede que el cáncer ha vuelto a aparecer en mi vida y aquí estoy para afrontarlo con templanza y sosiego. Y hasta con sentido del humor si hace falta, que sí que hace. Incluso con humor negro del que siempre pensé que es muy saludable porque te acerca al sentido efímero de la vida. Volveré a tratar de tú al cáncer, sin miedo, con respeto, pero con mirada desafiante. Lo haré poniéndome a las ordenes de las doctoras Lucia Gutiérrez Gayard y Dolores García Cantos que están al frente de un batallón de batas blancas que merecen el aplauso más prolongado e infinita gratitud por sus desvelos en este tiempo de pandemia, con el compromiso colectivo de que no olvidaremo­s su labor diaria cuando llegue la nueva normalidad.

Voy a doblarle el pulso al cáncer con el apoyo incondicio­nal de mi familia, mis amigos -Pepe Rivas, hermano-, mis colegas de profesión, mis compañeros de directiva de la Asociación contra el cáncer que preside Eduardo González Mazo. ..y naturalmen­te con el aliento amoroso de Mónica, una gaditana mi rosita temprana que dijo “bueno, vale de acuerdo” cuando los tres alcaldes democrátic­os de Cádiz nos dieron su bendición civil -gratitud eterna Carlos, Teófila, José María, bien lo sabéis-. Ella decidió acompañarm­e en el tránsito por la vida y yo también la acompañé a ella un día a Pekín, otro a Nueva York y una tarde a Bahía Sur de compras, que eso sí que es apasionant­e.

Tengo cáncer, no tengo miedo. Tengo ganas de vivir y voy a poner todo mi empeño en la tarea. La vida es mi principal prioridad seguida de cerca por mi trabajo que me apasiona. No les voy a engañar, me daría coraje que el cáncer me apartara de mi profesión. Me entusiasma contar la vida cotidiana de este Cádiz de mis amores: el debate político y las angustias laborales, la celebració­n de los triunfos deportivos, las emociones y devociones de la Semana Santa y el derroche de ingenio que estalla cada febrero en el Falla. Como Los Enteraos del Selu, “yo que me he llevado treinta años pum, pum pum”, no quiero dejar de disfrutar del privilegio de contarle a un micrófono y a una cámara el latido cotidiano del corazón de mi ciudad, pero si la enfermedad me obligara un día a la retirada, me marcharé igual que llegué: despacito, con humildad, pidiendo permiso y cerrando la puerta sin hacer ruido.

Permítanme terminar con una cita cuyo origen desconozco y en la que me veo reflejado ahora: “Y de pronto la vida te detiene, te sienta porque quiere hablarte y no le hiciste caso. Y te habla. Te recuerda cosas que tal vez habías olvidado y te abraza. Y con ese abrazo te recuerda que solo viniste a vivir. No a luchar, ni a ganar, ni a saldar ninguna deuda. Solo a vivir”. Esta es mi filosofía de vida y la enfermedad no me hará abdicar de estos principios. Hoy quiero proclamar un pregón de esperanza que comparto con todos los pacientes de cáncer a cuya orilla vuelvo. Voy a seguir entonando mi canto a la vida. El cáncer no me lo va a impedir. Y mucho menos un resfriadit­o.

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