Diario de Cadiz

Sólo queda un terrorista de ETA preso en las cárceles de Sevilla

La política de Interior de acercar al País Vasco a los reclusos etarras vacía de terrorista­s la prisión de Morón

- Fernando Pérez Ávila

La política de acercamien­to de presos de ETA a cárceles del País Vasco o próximas a esta comunidad ha vaciado de etarras las cárceles sevillanas en apenas un año. En las próximas horas está previsto que se proceda al traslado de dos miembros más de la banda terrorista que cumplían condena en la cárcel de SevillaII, en Morón de la Frontera. Se trata de Iker Olabarriet­a y Asier Arzalluz Goñi, que serán trasladado­s a Logroño en una conducción especial. Cuando el acercamien­to de estos dos reclusos se produzca, sólo quedará Ibai Aguinaga Guinea como el único terrorista de ETA preso en la provincia de Sevilla. Desde hace años no hay ninguno en SevillaI y todos los que había se encontraba­n en Sevilla-II.

Aguinaga Guinea, de 39 años, ingresó en prisión en julio de 2003, tras permanecer huido desde el año 2001, presumible­mente en Francia. Antes de pasar a la clandestin­idad ya tenía antecedent­es por participar en actos de o violencia callejera y por su vinculació­n a ETA. Fue detenido en Berriozar (Navarra), junto con Joseba Segurola Beobide. A ambos se les relacionó con el comando Nafarroa. La Policía encontró en su domicilio 150 kilos de explosivos, 30 de ellos preparados para un atentado inminente mediante coche bomba o con una olla.

La Audiencia Nacional lo condenó a 21 años de cárcel por pertenecer a ETA, falsificar documentos oficiales y depósito continuado de explosivos y armas. Antes de Morón, estuvo un tiempo en la prisión algecireña de Botafuegos. En 2016, ya en la cárcel de Sevilla-II, inició una huelga de hambre después de que se suspendier­a una consulta en un hospital de la capital andaluza al negarse a desnudarse antes de ser excarcelad­o. A los cuatro días abandonó la huelga.

Las prisiones andaluzas, que antaño acogieron a centenares de presos etarras, se han ido despobland­o de miembros de la banda terrorista en los últimos años, a raíz de la política de acercamien­to de reclusos puesta en marcha por el Ministerio del Interior. También ha habido casos en los que los internos han salido en libertad por cumplir ya sus condenas. Así ocurrió con uno de los últimos presos de ETA en abandonar la prisión de Sevilla-II, Juan Mari Etxabarri Garro. Este hombre salió en libertad el pasado 5 de abril tras pasar 23 años en la cárcel.

Pero no es lo habitual. Todavía quedan muchos presos con años de condena por delante y la mayoría de ellos están siendo trasladado­s a cárceles del País Vasco o mucho más cercanas a sus lugares de origen. Es lo que ocurrirá con los dos traslados inminentes, los de Asier Arzalluz Goñi e Iker Olabarriet­a Colorado.

El primero de ellos, conocido como Santi, cumple condena por ser el autor material del asesinato del funcionari­o de prisiones Máximo Casado, el 22 de octubre de 2000 en Vitoria. Este terrorista formó parte del comando Ttotto, cuyo primer atentado fue el asesinato del periodista José Luis López de Lacalle, el 7 de mayo de 2000 en Andoain. Además, participó en la colocación de un coche bomba contra el cuartel de la Guardia Civil de Ágreda (Soria) y en el asesinato de los guardias civiles Irene Fernández y José Ángel de Jesús en Sallent de Gállego (Huesca), a los que colocaron una bomba lapa en los bajos de un Nissan Patrol.

En febrero de 2002, unos meses antes de ser detenido en Francia, colocó la bomba lapa que hirió gravemente al entonces dirigente de Juventudes Socialista­s y ahora diputado del PSOE

Eduardo Madina, que sufrió la amputación de una pierna.

Su compañero en aquel atentado fue precisamen­te Iker Olabarriet­a Colorado, con el que ha estado cumpliendo condena en Morón y con el que ahora será trasladado a Logroño. La pena que se les impuso a los dos terrorista­s por intentar matar a Madina fue de 20 años. Olabarriet­a fue detenido en 2005 cuando intentaba reconstrui­r, en compañía de otros dos terrorista­s, el comando Donosti.

El 9 de abril fue trasladado de Morón a Dueñas (Palencia) Garikoitz Etxeberría Goikoetxea, que ingresó en prisión el 17 de marzo de 2007 y cumple una condena acumulada de 20 años por los delitos de asociación ilícita, depósito de armas y municiones, falsificac­ión de documento público y tenencia de armas sin licencia. Cumplirá las tres cuartas partes de la condena en enero de 2022, aceptó la legalidad penitencia­ria y, por ello, la Secretaría General de Institucio­nes Penitencia­rias resolvió su progresión a segundo grado y traslado a la prisión palentina.

Dos meses antes, el 19 de febrero, el Gobierno decidió trasladar a Gurutz Aguirresar­obe Pagola, de la cárcel de Sevilla-II a Logroño. Este hombre cumple una condena de 30 años de prisión por el asesinato del jefe de la Policía Local de Andoaín, Joseba Pagazaurtu­ndua, cometido en un bar de esa localidad en febrero del año 2003.

El último líder histórico de la banda que abandonó la cárcel de Morón es Ignacio Arakama Mendía, Makario, que fue trasladado a la prisión alavesa de Zaballa a principios de febrero. Este terrorista fue jefe del sanguinari­o comando Madrid y uno de los tres interlocut­ores de ETA en las conversaci­ones de Argel. Cuenta con varias condenas por delitos de sangre desde que en 1997 fue entregado a las autoridade­s españolas desde la República Dominicana. La primera de ellas fue a 30 años por matar al inspector de la Policía Nacional Antonio Recio Claver, el 23 de marzo de 1979.

La más reciente es de 2003, cuando fue condenado a 61 años de cárcel por su participac­ión en el atentado contra tres guardias civiles (el cabo primero José Luis Vázquez Platas y los cabos Avelino Palma y Ángel Prado) que iban a dar protección y ordenar el tráfico en una carrera ciclista en la localidad alavesa de Salvatierr­a, el 4 de octubre de 1980, con motivo de las fiestas patronales. Tiene condenas por 18 asesinatos y también participó en el secuestro del empresario Diego Prado y Colón de Carvajal.

En 2004, junto a otros históricos de la banda como Pakito o Pedrito de Andoain, firmó una carta enviada a la dirección de ETA en la que apostaba por el abandono de las armas y abogaba por por la “lucha institucio­nal y la lucha de masas”. Esto le valió la expulsión de la banda al año siguiente. Pasó más de una década cumpliendo su pena en Morón, donde no se sumó a las varias huelgas de hambre que ordenaba ETA a sus presos como medidas de presión. En el año 2013, por ejemplo, hubo una huelga de hambre de presos etarras en Morón que se prolongó durante 31 días. Un año antes, Makario pidió salir de prisión en aplicación de la doctrina Parot, pero el Tribunal Constituci­onal desestimó su recurso.

El último etarra en Morón es Ibai Aguinaga, miembro del comando Nafarroa

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D. S. Un patrullero de la Policía Nacional sale de la cárcel de Sevilla-II, en Morón de la Frontera.
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D. S. Ibai Aguinaga Guinea.

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