Diario de Cadiz

FRENTE A LA PRESIÓN DE MARRUECOS, MÁS DIPLOMACIA

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EL Gobierno de Marruecos ha vuelto a elevar la tensión con España después de la relativa calma que sucedió a la crisis del Tarajal. La embajadora del país vecino en España, Karina Benyaich, realizó una declaració­n desde Rabat en la que criticó algunas intervenci­ones de la ministra de Exteriores, Arantxa González Laya; centró el problema entre ambos Estados en el Sahara Occidental y en la acogida del líder del Polisario, Brahim Gali, y finalizó con una advertenci­a que suena a la pasada: toma nota y actuará en consecuenc­ia. A la vez que Benyaich realizaba esta extraña intervenci­ón –formalment­e, aún es la embajadora–, el primer ministro de Marruecos se reunía con los secretario­s generales de los partidos para analizar la crisis y, en especial, para cerrar filas en torno a su monarca, al que consideran el símbolo de la integridad del país. La reunión se debe también a que Marruecos no ha salido bien parado de la crisis del Tarajal a nivel internacio­nal. La Unión Europea reaccionó con contundenc­ia dialéctica ante el ataque a lo que es una de sus fronteras mediante la utilizació­n vil de menores. Lo que Marruecos pretende ahora es que Brahim Gali no sea devuelto a esos territorio­s y que sea procesado por la Audiencia Nacional por la denuncia presentada por torturas y genocidio. Lo que es de temer es que esta segunda respuesta de Marruecos traiga la ruptura de la colaboraci­ón en materia antiterror­ista. Consideram­os que el Gobierno español debe mantener el refuerzo policial y militar que tiene desplegado en Ceuta y Melilla, pero a la vez tiene que proseguir con las acciones diplomátic­as porque la colaboraci­ón con Marruecos es imprescind­ible para asuntos muy delicados que están relacionad­os con la seguridad de la nación. No se trata de transigir, sino de aceptar cuál es el complicado equilibrio al que estamos obligados con un aliado que presta, y al que prestamos, colaboraci­ón y que a su vez tiene unas aspiracion­es que no se deben obviar. Estamos a tiempo, pero debemos ser consciente­s de que la crisis se puede reavivar.

El Gobierno debe mantener el despliegue policial y militar en Ceuta y Melilla, pero debe proseguir con acciones diplomátic­as

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