Diario de Cadiz

La gloria total, para el Chelsea

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El equipo inglés, el que más invirtió en fichajes esta temporada, gana su segundo gran título ante un City en colapso Un gol de Havertz hace posible el triunfo de Tuchel sobre Guardiola

Sterling, al que anuló James en el último instante. Pero en esta locura de inicio había una constante respecto al resto de la temporada: la imprecisió­n de un Timo Werner negado de cara al gol. El alemán dispuso de dos en espacio de cinco minutos. Un remate al aire con todo a favor; un disparo delante de Ederson que mandó al muñeco. Respondió el City con un mano a mano de Foden que sacó Rudiger. Y en el culmen de todo se lesionó Thiago Silva, consciente de que la fortuna le negaba otra oportunida­d como el año pasado.

Pero el golpe no ahogó al Chelsea. Seguía incómodo el City, acostumbra­do a dominar y no a que lo dominen, y Mount encontró la llave. El mejor jugador blue de la temporada quebró a la defensa citizen con un pase entre líneas que dejó solo a Havertz. El germano se fue a trompicone­s de Ederson y a puerta vacía avisó del jaque mate.

Dio 45 minutos a Guardiola para reaccionar. Se había equivocado prescindie­ndo del medio centro defensivo, Fernandinh­o o Rodri, en pos de un equipo más ofensivo. Tenía una parte para ser el sexto equipo en remontar una final que llegaba perdiendo al descanso; el primero en ganar su primera Champions remontando desde el

Oporto en 1987. Su calma, como ganador de tres Orejonas, dos como entrenador y una como jugador, contrastab­a con la de su equipo, donde sólo un jugador había llegado hasta este partido definitivo antes. Gündogan, y no tocó metal. Y encima, su mejor arma en el césped, su prolongaci­ón, se fue lesionado con un ojo morado tras un choque con Rudiger. De Bruyne, entre lágrimas, desapareci­ó por la puerta de atrás de la final.

Apareciero­n los nervios. El Chelsea replegó armas. Se empezó a jugar un partido más mental, más parado. Lo que deseaba un Tuchel inquieto que miraba insistente­mente al minutero y que rozó el infarto cuando Azpilicuet­a negó un pase de la muerte a Gündogan. Y que acabó de rodillas cuando Pulisic pudo matar la final. Cruzó demasiado un mano a mano ante Ederson a 20 minutos del final.

El Chelsea estaba ya atrás con todo; el City, sin ideas, lanzando centros sin sentido. La Orejona ,el gran objetivo de los jeques, se alejaba y aunque entrara Agüero, la magia del encuentro hace nueve años ante el QPR no se repitió. Aunque hubo susto con un bloqueo de Christense­n a Foden en el área pequeña y con un remate de Mahrez rozando la escuadra.

 ?? PIERRE-PHILIPPE MARCOU / EFE ?? César Azpilicuet­a alza la copa de campeones de la Champions entre sus compañeros del Chelsea en plena fiesta en Oporto.
PIERRE-PHILIPPE MARCOU / EFE César Azpilicuet­a alza la copa de campeones de la Champions entre sus compañeros del Chelsea en plena fiesta en Oporto.

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