Diario de Cadiz

UN CONTADOR DE HISTORIAS QUE TAMBIÉN PEDALEA

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Tras su libro sobre el Tour que ya lleva 12 ediciones, Ander Izagirre (San Sebastián, 1976) pedalea por Italia en

(Libros del KO), donde narra aventuras, curiosidad­es, heroicidad­es y miserias de la ronda transalpin­a. Periodista viajero de los que escudriñan sitios y lugares, ha publicado también (su viaje a pie por los Apeninos) y (su recorrido por las depresione­s geográfica­s más profundas de seis continente­s). Por le dieron el Premio Euskadi de Literatura de 2017 y el English Pen Award de 2018.

–En parte sí, pero ésta es una sociedad distinta, no estamos en posguerra. El Giro por lo menos mantiene el escenario. Ya no son ciclistas feos y hambriento­s, pero el Giro trata de que sigan peleando como si lo fueran, con carreteras de tierra, montañas con nieve...

–Soy de corredores con poca literatura: Rodríguez Magro, Mancebo...

–La Repubblica publicó el año pasado el original de la famosa foto del bidón de Coppi y Bartali, y descubrimo­s con pasmo que al lado

estaba el belga Stan Ockers, ciclista pequeño, retorcido, feo. Es maravillos­o que lo hayan resucitado. Estos tipos menos elegantes, contrahech­os, peleones, roedores del ciclismo, están ahí para mordisquea­r a los grandes. Vamos a reivindica­rlos.

–En cambio, Mario Cipollini da para una saga.

–Es el reflejo de una época, Cipollini es la Italia de Berlusconi: televisión, sexo, show, era un egocéntric­o del carajo y un personaje muy noventero. En el Giro se ve cómo va cambiando Italia.

–Fue muy celebrado Mi su libro de la Real Sociedad. Una rivalidad como la vizcaína y la guipuzcoan­a, en la que los vecinos se regalan los puntos al final de Liga, es una porquería.

–No soy muy fanático. Los de Bilbao presumen de ser mucho más apasionado­s. ¿Dedicarle al fútbol ese desgarro y esa sobreactua­ción es bueno? Los guipuzcoan­os somos un poco melifluos, flojos en esta cuestión de las pasiones.

–¿Qué sentido tiene hacer libros y reportajes de viajes en la era de Ryanair?

–Permite poner el pie en el sitio, pero para profundiza­r hay que quedarse. La manera de conocer las historias, los personajes y la sociedad es dedicarle tiempo y el resultado

–Como fuera de casa no se está en ningún sitio.

–Reflejó la pobreza, la esclavitud y la violencia en las minas de Potosí. ¿No es hora de cambiar el dicho “vale más que un...”?

–Es el gran símbolo universal de la riqueza y el escenario de la pobreza y la explotació­n más miserables. No lo cambiaría por el contraste: tanta riqueza y gente tan explotada. La riqueza puede ser una maldición, algunos se la llevan y otros muchos la padecen. Tiene su trampa.

–Ha escrito de depresione­s geológicas. ¿Se habría hecho rico de haberse especializ­ado en depresione­s psicológic­as?

–Con 24 años estuve nueve meses de viaje con un grupo. Visitamos seis depresione­s geográfica­s y la séptima fue económica porque me pulí todo mis ahorros. Y fui muy feliz. Así que la depresión económica puede ayudarte a no tener depresione­s psicológic­as.

–Me da envidia que titulara un reportaje El hombre de los 200 penes, sobre el director del Museo Falológico de Islandia.

–Es el que más veces he vendido, no nos vamos a engañar. Podemos hablar de grandes temas económicos y sociales, pero en cuanto hay unos penes de por medio...

–¿En serio hay un miembro de 1,70 metros de un cachalote?

–Es descomunal. El del hámster era el más pequeño y estaban esperando el de un humano, que lamento decir que estaba más cerca del hámster que del cachalote.

–¿No le seduce la idea de ir al museo de orinales de Ciudad Rodrigo?

Los ciclistas ya no son feos y hambriento­s, pero el Giro trata de que sigan peleando como si lo fueran”

–No lo conocía, pero habría que hermanar el de los penes con el de los orinales.

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M. G.

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