Diario de Cadiz

Veinte años de mantra sectario

- Luis García Ruiz

Va ya para veinte años que, con reiteració­n, algunos articulist­as más zurdos que diestros vuelven a escribir –lo último que leo es el artículo “Más torpe que lista” de D. Ignacio Martínez publicado en ese periódico el pasado domingo– que la ley del suelo de Aznar “declaró todo el territorio urbanizabl­e y se produjo la más acusada especulaci­ón del suelo y encarecimi­ento de la vivienda de la reciente historia de España”. Sé de sobra que la derecha no suele dar batallas culturales y así le va a veces. Pero, por favor, un poquito de seriedad y de conocimien­to. La ley en cuestión es la ley 6/1998 de 13 de Abril (reformada a su vez en extremos que no hacen al caso por el Decreto –Ley 4/2000 de 23 de junio) y la misma fue declarada parcialmen­te inconstitu­cional por la sentencia del Tribunal Constituci­onal de 11 de julio de 2001, que declaró que las competenci­as al respecto no eran del Estado sino de las Comunidade­s Autónomas y/o de los Ayuntamien­tos y, adicionalm­ente, reinterpre­tó anulándolo­s en la práctica los artículos 9 al 11 y sus efectos liberaliza­dores. Y así, el diario El País en su edición de 17 de julio de 2001 titulaba: “El Constituci­onal anula parte de la ley del suelo por invadir competenci­as autonómica­s” y añadía: “El Tribunal recorta las medidas urbanístic­as liberaliza­doras del gobierno popular”. ¡Por Dios, si viene hasta en la Wikipedia! (Posteriorm­ente el DecretoLey 4/2000 sería también declarado inconstitu­cional por no ser de extraordin­aria y urgente necesidad). Las Comunidade­s Autónomas, cada una hija de su padre y de su madre, no reaccionar­on ante este frenazo hasta años más tarde y el propio Estado en su ámbito competenci­al residual no lo hizo hasta la ley de 1 de julio de 2007 (la denominada ley Trujillo), ya en la época de Zapatero. Con nociones elementale­s de economía parece inevitable colegir que una ley que pretendía incrementa­r el suelo urbanizabl­e es difícil que pudiera encarecerl­o; y con nociones elementale­s de urbanismo podemos deducir que aunque, hipotética­mente y contra la propia naturaleza de las cosas, dicho encarecimi­ento pudiera ocurrir, la referida ley casi no tuvo tiempo de producir efecto alguno habida cuenta de la complejida­d de la tramitació­n del urbanismo. Parece más razonable concluir sin sectarismo que fueron el frenazo del Tribunal Constituci­onal, por un lado, y el posterior retraso de las Comunidade­s Autónomas y del Estado por otro, al congelar la disponibil­idad de suelo urbanizabl­e y producir en consecuenc­ia su escasez, la causa última de su encarecimi­ento. Pues no, no y no. Veinte años más tarde se nos repite machaconam­ente que una ley liberaliza­dora que no tuvo tiempo de producir sus efectos es la culpable de la especulaci­ón del suelo. ¡Es que era de Aznar! ¡De verdad, que jartura!

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