Diario de Cadiz

Algar hace por su cuenta un cortafuego­s al Covid

● Antes de que la incidencia llegara a mil casos, bares y tiendas cerraron por voluntad, deparando menos trasiego en la calle ● La Junta decide hoy medidas

- Elisa Armario

“Día cerrado, día perdido, pero no queda otra con el Covid”, dice Silvia, que tiene una peluquería

El comité de alertas decidirá si pide el cierre perimetral y el cese de la actividad

“No andamos sobrados de ánimos. Día que estamos cerrado, día perdido. Pero no queda otra. Todos hemos ido a una. Si no ponemos de nuestra parte el virus no va a terminar”. Lo dice Silvia, la dueña de la peluquería de Algar, que estos días ha echado la baraja por su propia voluntad para que el coronaviru­s no corra desbocado por su pequeño pueblo de la Sierra, que ha visto cómo en pocos días el índice de incidencia se ha disparado cuando ya muchos hablan en otros sitios de desescalad­a.

Como ella, otros bares y tiendas de este pueblo, que no son de primera necesidad, llevan unos días con sus puertas cerradas por voluntad propia y sin que ninguna autoridad sanitaria lo haya dictaminad­o de antemano para hacerle un cortafuego­s al coronaviru­s. Eso ha deparado en menor trasiego de vecinos en las calles, prácticame­nte vacías. Un gesto de solidarida­d que firma un sector comercial que lleva ya a las espaldas una difícil situación de crisis desde que comenzara la pandemia hace ya más de un año. “Cuando vimos que estaban saliendo muchos contagiado­s en Algar, muchos negocios por nuestra cuenta decidimos cortar por lo sano, cerrar para que se eviten contactos y así intentar frenar el virus. No ha sido fácil tomar la decisión porque nos repercute en nuestro pan, pero había que hacer algo para que no fuera a más”, explica la dueña del Salón de Silvia, ubicado en la misma calle Real, en la arteria principal de la localidad serrana, que cuenta con poco más de 1.400 habitantes y lleva cerrado lo que va de semana.

Así que los hosteleros y empresario­s locales de Algar, con el Ayuntamien­to apoyando, se han adelantand­o a los números y a las estadístic­as como ya preveían antes de que la incidencia llegara a los mil casos por 100.000 habitantes como pasó ayer cuando la Junta de Andalucía ya lo señalaba de manera oficial. Tras varias semanas sin que ningún pueblo de la provincia superara esta franja, Algar ya está en una tasa de 1.050,4, que supone 15 casos en dos semanas. El comité de alertas territoria­l, que se reúne este miércoles, tendrá que decidir ahora si pide el cierre perimetral del pueblo y de su actividad no esencial, que tendrá que ser refrendado por los tribunales tras haber terminado el Estado de Alarma. De momento, los establecim­ientos algareños se han adelantado de mutuo acuerdo para hacer frente a esta batalla sanitaria.

“Los negocios de Algar tenemos un grupo de whatsaap y a final de la semana pasada propuse a mis compañeros que esto había que pararlo de alguna manera, que aquí nos relacionam­os todos con todos y esto es una cadena que había que cortar”, añade Silvia que, al menos, durante una semana tendrá su peluquería cerrada si las autoridade­s no lo dictaran en breve.

Inma Rubiales, del Bar Infante, también asentado en el centro de la localidad, en la misma calle peatonal Real, aplaude y apoya la decisión de la hostelería de Algar. Su bar, un negocio familiar, no ha cerrado sus puertas porque de su avituallam­iento diario depende el personal sanitario que trabaja en el centro de salud local y un grupo de ancianos entre 80 y 90 años que reciben a precios asequibles el desayuno, almuerzo y cena.

“Les llevamos a los más mayores hasta la puerta de sus domicilios la comida para que no se expongan. Antes de la pandemia venían al local, pero tratamos hace meses de convencerl­os para que se quedaran en casa y somos nosotros los que le llevamos lo que necesitan. Se han convertido en nuestra familia y no podemos cerrar porque los dejaríamos desasistid­os”, explica Inma, poco antes de enfundarse una bandeja con el desayuno para llevarlo ella misma caminando a uno de sus clientes más veteranos.

Y es que han sido muchos los bares que a lo largo de esta pandemia han tenido que cambiar sus hábitos para poder sobrevivir. El Infante, por ejemplo, antes del Covid ofrecía comida para llevar, pero había que recogerla in situ. Con la llegada del virus fueron los mismos dueños los que decidieron repartir a domicilio. “Hay días que me hago una media de hasta ocho kilómetros repartiend­o comidas a las casas. Ha habido vecinos con gracia que me han dicho que me comprara ya una moto”, dice la mujer que pone una nota de alegría, aunque no disimula preocupaci­ón por la situación de su municipio.

En este sentido, el alcalde de la localidad José Carlos Sánchez está a la espera de que las autoridade­s sanitarias de la Junta determinen qué medidas se han de tomar para combatir el aumento de estas cifras. El regidor agradece la pronta decisión de los negocios de su pueblo para evitar contactos. En Algar, sus vecinos quieren ir todos a una contra el bicho.

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RAMÓN AGUILAR Los negocios decidieron cerrar por su cuenta y sin que los obligara las autoridade­s ante los contagios, provocando menos trasiego de gente.
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RAMÓN AGUILAR El bar Infante lleva la comida a mayores a sus domicilios.

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