Diario de Cadiz

EL VALLE DEL LAVAPLATOS

- PEPE MONFORTE

SE sentaron en la terraza. Eran poco más de las doce. La luna estaba de guardia y ese día venía escamondá, más blanca que el cinturón de un monaguillo. Él se levantó y le puso sobre la mesa su Finish con toque de limón. Para él se sacó el de Hacendado. “Qué coraje me da que uses abrillanta­dor de garrafón”, le dijo Sonia, rompiendo el blanco de la luna, el fresquito de la noche y el placer de salir de electrodom­ésticos.

Es la nueva forma de divertirse. En vez de salir de copas, las eléctricas quieren poner de moda ‘el valle del lavaplatos’ que consiste en trasnochar para poner el lavavajill­as, la lavadora y hasta la plancha si hiciera falta por ahorrarse dos pesetas.

Tras un largo debate decidieron poner el programa intensivo ya que había algunas cacerolas de hacer menudo que tenían la pringue más consolidad­a que las pinturas de las cuevas de Altamira. Como la cosa seguía intensiva decidieron usar el Finish, porque probableme­nte el abrillanta­dor de garrafón perdería la guerra contra la pringue del menudo igual que los chicharito­s han perdido su presencia en la ensaladill­a.

Encendiero­n las luces del pasillo, de la cocina y hasta del cuarto de baño de invitados porque, como era hora valle, se podía iluminar con alegría.

Para hacer tiempo se tragaron dos capítulos de la Voz Kids y bailaron al son del programa intensivo del lavavajill­as, que no es lo mismo que Franco Battiato, pero el enjuague tiene su aquel.

Él propuso seguir la juerga; “Sonia, ¿y si ponemos también la lavadora?” “Vale, pero ponemos el programa de ropa delicada”, dijo ella insinuante. Trajeron dos yersis de entretiemp­o, la rebequita beige que ella se pone cuando hace relente y su famosa camiseta de baloncesto que tiene más boquetes que una foto de la superficie del planeta Marte.

A las cuatro de la mañana, en plena juerga eléctrica la lavadora Sanuzzi empezó a dar vueltas en su programa de ropa delicada. Los dos se quedaron obnubilado­s mirando la ventana del electrodom­éstico y cómo dentro bailaba al son del jabón la rebequita beige de Sonia. Cuando estaban en lo mejor del querer, les despertó el puñetero centrifuga­do.

Ya puestos, Iván propuso el dispendio total y poner la sandwicher­a antes de que terminara el horario valle. Mientras se le derretía en los labios el queso del sándwich, Sonia lo miró insinuante y le dijo: “Esto lo tenemos que repetir”,

Él propuso seguir la juerga: “¿Y si ponemos también la lavadora?” “Vale, pero con el programa de ropa delicada”

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