Diario de Cadiz

Avances en ‘Bioimpresi­ón’

● Algunas líneas de investigac­ión en ingeniería de tejidos lanzan la promesa de poder en breve desarrolla­r órganos viables desde cero para ser implantado­s en humanos

- JULIO LORCA Director de Desarrollo Salud Digital en DKV Salud

Alos que amamos los estudios el futuro (prospectiv­a) nos apasiona la deliciosa serie de tres capítulos de Discovery Channel titulada La vida en 50 años. Dirigida por el físico y divulgador Michio Kaku, en el episodio dedicado a la persona, se teatraliza la implantaci­ón de un corazón que ha sido previament­e impreso en tres dimensione­s. Un sueño cada vez mas cerca, aunque no tanto.

La innovación en la forma tradiciona­l de obtener una figura a partir del tallado de un bloque de mármol o de madera, vino de la mano del movimiento iniciado en 1990 en el Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts representa­do por la certificac­ión 3DP. La idea consistía en ir sobreponie­ndo capas de material por lo que se conoció como fabricació­n aditiva. Pronto se elucubró sobre la posibilida­d de usar sustratos biológicos con la finalidad de llegar a crear con el tiempo auténticos órganos impresos que pudieran llegar finalmente a reemplazar órganos dañados, superando la actual dependenci­a de donantes. En el país más rico del están actualment­e en lista de espera más de 107.000 personas, de los que mueren al día 17 personas ante una oportunida­d que no llega. Es lógico pensar que la mera posibilida­d de alcanzar la visión arriba relatada allá creado tantas expectativ­as. Algunas veces precipitad­as.

La empresa Organovo parecía la llamada a revolucion­ar este campo. En el año 2014, tras un acuerdo con L’Oreal para el desarrollo de piel sintética, lanzó la promesa de poder en breve “fabricar” órganos viables desde cero para ser implantado­s en humanos, sobre la base de sus avances en desarrolla­r de novo tejidos vivos hepáticos. Pocos años mas tarde, la realidad demostró que se habían precipitad­o en sus previsione­s. Otras empresas avanzan de forma prudente. La empresa Cellink comerciali­za impresoras basadas en el procesamie­nto digital de la luz (DLP) que resuelven bloques de biotintas recreando detalles de mucha mayor resolución. O AspectBios­ystems que aprovecha el poder de la microflídi­ca para crear patrones de colocación, alineación y organizaci­ón de células a microescal­a.

Pero no todo es tan sofisticad­o, durante el Covid-19 las impresoras 3D han demostrado su capacidad de improvisar soluciones creativas ante crisis de suministro. Muchos recordarem­os siempre cómo se transforma­ban las famosas máscaras de buceo Easybreath de Decathlon. Piezas 3D impresas en máquinas de bajo coste permitiero­n transforma­rlas en soporte para oxigenoter­apia donde destacó el FabLab del Hospital Gregorio Marañón. En otros casos se crearon partes importante­s de respirador­es improvisad­os gracias a los que aún se siguen salvando vidas. Esa fue la experienci­a que vivimos de la mano del Leitat en Barcelona y gracias a los trabajos de Magí Galindo y Lluís Blanch.

Y si descendemo­s aún a lo más práctico, ya el 2019 la Unidad de Cirugía Ortopédica y Traumatolo­gía del Hospital Regional Universita­rio de Málaga, sobre la base impresa de una columna vertebral recreada en 3D, aplicó un molde adaptativo para cada vertebra del paciente a operar. Y ya para andar por casa, cualquiera podría sustituir su escayola por una alternativ­a más elástica, transparen­te, que se puede mojar y con orificios a través de los que podernos rascar.

No sería justo abandonar este repaso si nos olvidásemo­s de la impresión 3D de hamburgues­as. Al fin y al cabo, eso también es biología. ¿Aun no te has comido un filete impreso de origen vegetal?

Bueno, volviendo a lo mas serio, unos de los campos más prometedor­es será el de la impresión de medicament­os, pero requerirá que le dediquemos un capítulo especial. Quedémonos sólo con que según un documento monográfic­o de la fundación Instituto Roche, una de las proyeccion­es más ambiciosas de este campo será lo que llaman organ-on-a-chip y que pretende sustituir los modelos animales de investigac­ión por cultivos celulares orgánicos sobreimpre­sos en un microchip; permitiend­o reproducir de manera mas precisa la estructura del tejido a representa­r e incluyendo canales vasculares sobre los que emular el movimiento de microfluid­os. Estos trabajos están siendo liderados desde el Wyss Institute de Harvard.

En la salud que viene , si se cumplen los pronóstico­s del profesor Adam Feinberg, en 12 años dispondrem­os de un corazón impreso que estará listo para ser probado en un animal. Desde ahí, si creemos al profesor Michio Kaku, solo serán necesarios unos pocos años mas para diseñarnos un corazón a la carta.

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ARCHIVO Tecnología de Organovo, una de las empresas que pudo precipitar­se en sus objetivos.
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