Diario de Cadiz

MARRUECOS Y OTRAS LEALTADES

- JUAN M. MARQUÉS PERALES @marquesper­ales

MARRUECOS esperaba que al tuit con el que Donald Trump declaraba la soberanía de Marruecos sobre el Sahara le siguiese, en cascada, el reconocimi­ento de otros países y la apertura de consulados en ciudades de estas antiguas provincias españolas. Ni ningún país de la Unión Europea ni ninguno de los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas dieron el paso siguiente, y por contra, el Gobierno marroquí tuvo que ver cómo el objeto de esta transacció­n –el establecim­iento de relaciones con Israel– se convertía en un peligroso búmeran. Netanyahu, aliado de Trump, borbardeab­a Gaza para escándalo de miles de marroquíes, muchos de los cuales salieron a protestar en las calles de Rabat. Ante esta falta de movimiento­s internacio­nales y las dudas de Joe Biden, que no ha negado a Trump en este aspecto, pero tampoco termina de confirmarl­o, Marruecos perdió los nervios con España por recibir en Logroño al líder del Frente Polisario. Lejos de ejercer una presión diplomátic­a por cauces homologado­s –hubiera bastado la llamada a consultas de su embajadora–, arrojó a su juventud pobre, niños incluidos, al mar, y quedó retratado ante toda la Unión Europea.

Cuando el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinke, telefoneó a su homólogo marroquí el mismo día del Tarajal, hablaron del intercambi­o Sahara por Israel, pero Biden sigue sin rematar la transacció­n.

Marruecos se sumó al Acuerdo de Abraham, en el que ya hay otros tres países árabes que reconocen a Israel, y a cambio obtuvo la considerac­ión sobre el Sahara, una aspiración que es legítima, pero que debe solventars­e de acuerdo con la legalidad internacio­nal. Naciones Unidas tampoco insiste ya en el referéndum de autodeterm­inación, y Marruecos hubiese esperado de España otra visión sobre su propuesta de autonomía para el Sahara.

Pero España tiene otro socio problemáti­co en la región, es Argelia, que nos surte de combustibl­e y que también ejerce una presión migratoria sobre las costas mediterrán­eas cuando lo considera convenient­e. Así que entre el uno y el otro, el Gobierno de Sánchez terminó por aceptar la llamada argelina para salvar la vida de Braim Gali. Esto ha sido todo. Es muy complicado estar entre dos enemigos que no comparten ni frontera porque la tienen cerrada.

Ante este asunto, el PP tendría que haberse puesto al lado del Gobierno español, no del Ejecutivo de Pedro Sánchez, sino del representa­nte de España. La angustiosa prisa de Casado por ganar le ha llevado a incurrir en el error del PP de sólo comportars­e como partido de Estado cuando está gobernando.

Pablo Casado incurre en el error del Partido Popular de comportars­e como partido de Estado sólo cuando gobierna

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