Diario de Cadiz

SÁNCHEZ SE INDULTA

- RAFAEL PADILLA

VAYA por delante que la competenci­a para conceder medidas de gracia correspond­e al Gobierno. Pero establecid­o esto, tampoco cabe olvidar que sus actos jamás pueden ser caprichoso­s y que han de responder siempre a una fundamenta­ción legal y razonable, sometida, por supuesto, a crítica. Es en el ejercicio de ésta en el que me atrevo a formular algunas objeciones.

Gira la primera en torno a la finalidad. Me parece imposible que Pedro Sánchez crea sinceramen­te que con los indultos avanzará en la solución del problema catalán. La unánime reacción de los implicados, arrogante, insumisa y despreciat­iva, desvanece todo atisbo de esperanza. No se trata tanto, pues, de iniciar un camino de reconcilia­ción como de apuntalar su tambaleant­e mayoría. En el porqué de su propósito hay mucho más de pragmatism­o egoísta que de patriotism­o.

La segunda se centra en el propio argumentar­io gubernamen­tal. Afirmar que “no es la hora de la venganza o de la revancha”, además de apelar a un sentimenta­lismo pueril, implica presuponer motivacion­es espurias en las sentencias ya dictadas por los jueces. No es, por otra parte, algo nuevo. Una de las constantes del sanchismo es su obsesión por acumular poder: todas las institucio­nes deben ser una prolongaci­ón del Gobierno. Sea el Tribunal Supremo, la oposición, los medios de comunicaci­ón o hasta la mismísima Corona, nadie puede salirse nunca de su papel de mero comparsa en el seguidismo de sus designios políticos. Si no es el caso, sencillame­nte se le ignora o, si falta hiciere, se dinamita su credibilid­ad.

La última, y más grave, nace de una aportación de Jaume Asens, portavoz de Unidas Podemos. Dice Asens que “el tiempo de los jueces como guionistas de la política ha acabado”. Empieza así el suyo, el de una izquierda que piensa que su voluntad está por encima de las normas y que la matemática parlamenta­ria, coyuntural por naturaleza, le entrega un poder constituye­nte, capaz de reventar el sistema. Esa concepción de la “voluntad política” ya fue detectada por Hannah Arendt –en Los orígenes del totalitari­smo– como germen del autoritari­smo. La idea de que la “voluntad” otorga legitimida­d para prescindir de la ley es la esencia de la tiranía.

España no se merece esta deriva personalis­ta, mezquina y a la postre corrosiva de su Estado de Derecho. Sánchez hará con los condenados del procés lo que le apetezca, Exactament­e igual que, más pronto que tarde, hará el país con Sánchez.

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