Regreso de las tropas gaditanas
● En febrero de 1899 fueron repatriados los batallones de Álava y Pavía que habían tomado parte en la guerra de Cuba ● La mayor parte de las bajas fueron debidas a enfermedades
Hasta los años cuarenta del pasado siglo XX las Puertas de Tierra contaban con dos cuarteles de Infantería, denominados Santa Elena y San Roque en recuerdo de unas antiguas capillas allí existentes. El primero de ellos estaba situado al comienzo de la Cuesta de las Calesas, donde hoy se levanta el Palacio de Justicia, y allí tenía su sede el Regimiento de Infantería de Álava. El cuartel de San Roque estaba situado frente a la Casa Matadero y la Cárcel Real, donde hoy se sitúan los edificios del Instituto Nacional de Previsión y Policía Nacional. En este cuartel tenía su sede el regimiento de Infantería de Pavía.
En 1895, con motivo de la guerra contra la insurrección cubana, ambos regimientos fueron enviados a combatir a la isla de Cuba y con ellos numerosos gaditanos que allí servían en filas. A comienzos de ese mismo año de 1895 los independentistas cubanos se habían levantado en armas contra España, el llamado ‘grito de Baire’, y el Gobierno de Madrid respondió con el envío de casi veinte mil soldados. El puerto de Cádiz fue uno de los elegidos por las autoridades para el embarque de las tropas que marchaban a la guerra de Cuba. Con frecuencia casi semanal, los gaditanos acudían al muelle para despedir a los soldados de los regimientos procedentes de diferentes puntos de la península. Era despedidas alegres pues todos confiaban en una rápida victoria y en un pronto regreso a sus hogares.
El Regimiento de Álava partió en agosto de 1895, embarcando en el vapor Buenos Aires. Tres meses más tarde marchaba para Cuba el Regimiento de Pavía, también a bordo del Buenos Aires .La despedida de ambos regimientos fue aún más solemne y multitudinaria que en otras ocasiones, pues entre los soldados figuraban muchos gaditanos. Hubo misa de campaña en la plaza de San Juan de Dios, oficiada por el obispo, desfile por las calles principales de la ciudad y despedida con vítores, música y pañuelos desde la muralla.
La victoria sobre los insurrectos cubanos parecía segura, pero nadie contaba con las terribles enfermedades tropicales que llegarían a diezmar las tropas peninsulares. Los regimientos enviados desde la península sufrieron muchas más bajas por enfermedades que por acciones de guerra. Tampoco se contaba en aquellos momentos con la intervención directa de los Estados Unidos en la guerra que, finalmente, terminaría provocando la pérdida de Cuba y Puerto Rico.
En verano de 1898, tras el alto el fuego y el comienzo de las negociaciones de paz con Estados Unidos, que culminarían en el Tratado de París, empezaría la dolorosa repatriación de las tropas. Cádiz fue de nuevo elegida como punto principal de destino de los buques que partían de Cuba y Puerto Rico repletos de soldados, funcionarios y familias que querían regresar a la península. La lectura de los ejemplares de Diario de Cádiz del segundo semestre de 1898 y primero de 1899 supone el relato pormenorizado de esta repatriación. De nuevo miles de gaditanos acudían casi diariamente al muelle, en esta ocasión para acoger y consolar a los que regresaban de las Antillas. Entre octubre de 1898 y febrero de 1899, casi 45.000 soldados llegaron al muelle de Cádiz.
Poco se ha escrito del noble y generoso comportamiento de la población gaditana en aquellas fechas. Las tropas llegadas a Cádiz marchaban a sus lugares de origen, pero en nuestra ciudad permanecían muchos soldados enfermos de gravedad o con heridas de guerra. El Hospital Militar no daba abasto y los enfermos y heridos tenían que ocupar las escasas camas disponibles en los hospitales de nuestra ciudad. La Hermandad de la Caridad abrió generosamente las puertas del hospital de San Juan de Dios a estos repatriados y muchos gaditanos contribuyeron con sus donativos y alimentos a aliviar a los en
Ayuda de la población a sufragar los gastos de hospital de heridos de guerra y enfermos
fermos y heridos.
En este sentido hay que citar al Casino Gaditano, que fiel a su tradición iniciada con motivo de las guerras de África, abrió suscripción entre sus socios y gaditanos en general para sufragar los gastos de hospital de números soldados repatriados de la guerra de Cuba.
En febrero de 1899 regresaron los batallones de los regimientos gaditanos de Álava y Pavía. El primero de ellos el 4 de febrero, a bordo del vapor Lake Ontario, fletado por el Gobierno de Sagasta para la repatriación. La expedición con los soldados gaditanos de Álava había partido de Cienfuegos quince días antes. Durante la travesía fallecieron tres soldados en la enfermería del buque. La intervención de estas tropas en la zona de Trinidad y Santa Clara había sido muy destacada, recibiendo numerosas condecoraciones. Según el estudio de los profesores De Miguel, Izquierdo y Navarro, ‘ Los batallones expedicionarios de la II Región Militar en la guerra de Cuba’, las tropas de Álava tuvieron un total de 544 bajas durante su estancia en la isla de Cuba, si bien la mayor parte de ellas fueron debidas a las enfermedades tropicales.
En el muelle esperaban a los soldados numerosos familiares, amigos y vecindario en general. También se encontraban las autoridades encabezadas por el duque de Nájera, general gobernador militar, el gobernador civil y otras autoridades. Desembarcaron en primer lugar los enfermos y heridos, que, en carruajes cedidos por los vecinos, fueron llevados a San Juan de Dios y al Hospital Militar. La tropa, al mando del coronel López de Haro, formó en el muelle y el concejal Amado García Burlier les dirigió unas palabras en nombre de la ciudad de Cádiz. El concejal terminó sus discurso diciendo “en nombre de la ciudad de Cádiz os doy la bienvenida dedicando un sentido recuerdo a los héroes del batallón que pagaron con la vida el deber militar. Al abrazaros y saludaros abrazo y saludo también a todo el batallón en nombre del pueblo de Cádiz, baluarte de las libertades españolas”.
Entre los soldados de Álava llamó la atención de todos el capellán del regimiento, Francisco Ocaña y Téllez, que por su valor durante la guerra había obtenido la Cruz laureada de San Fernando, la Cruz de María Cristina y dos cruces rojas del Mérito Militar. Este sacerdote, además, estaba propuesto para la concesión de otra laureada.
El regimiento de Álava, terminado el saludo protocolario, entró en la ciudad desfilando hasta el Ayuntamiento y desde allí, por la calle Sopranis, hasta su cuartel de las Puertas de Tierra. Numerosos vecinos se agolparon en las aceras para ver el paso de los soldados de Álava hasta el cuartel de Santa Elena.
En el mismo barco, Lake Ontario, llegó a Cádiz un importante contingente de la Guardia Civil destinada en la isla de Cuba a las órdenes del teniente coronel Luis Mijares, con 13 sargentos y 355 guardias. En las bodegas , la Benemérita embarcó numerosa documentación y el archivo.
Pocos días más tarde, el 16 de febrero, entraba en Cádiz el vapor Naustria, otro de los barcos fletados por el Gobierno para la repatriación de las tropas. A bordo venían los soldados del regimiento de Pavía que también habían partido del puerto de Cienfuegos. Estos soldados habían estado luchando de manera muy destacada en la zona de Remedios y Las Villas. Según el estudio que hemos citado anteriormente, las tropas de Pavía tuvieron en Cuba un total de 351 bajas, la mayor parte también debida a las enfermedades tropicales.
De nuevo el muelle de Cádiz se vio atestado de público que quería dar la bienvenida a la tropa repatriada. Tras el desembarque de heridos y enfermos, trece soldados y un sargento, los repatriados fueron recibidos por las autoridades y una comisión del Ayuntamiento, en esta ocasión presidida por el concejal Emilio Rodríguez. Los soldados relataron que al salir de Cienfuegos, un numeroso grupo de insurrectos se colocó en el castillo de Jagua con la bandera independentista haciendo gestos obscenos a los españoles que estaban en la cubierta del buque.
Formados en el muelle, con bandera y banda de música, los soldados de Pavía marcharon desfilando hacia el cuartel de San Roque, en las Puertas de Tierra, siendo saludados a su paso por los vecinos.