Diario de Cadiz

Un mundo propio entre la libertad y la reclusión

● Pilar Adón fabula sobre el poder en ‘Eterno amor’, una ‘nouvelle’ ubicada en una aislada residencia femenina donde se tutela a unos jóvenes enigmático­s

- Charo Ramos

ETERNO AMOR

Pilar Adón. Ilustracio­nes de Kike de la Rubia. Páginas de Espuma. Madrid, 2021. 96 páginas. 17 euros

Pilar Adón (Madrid, 1971) publica en el sello Páginas de Espuma una perturbado­ra y hermosa historia ilustrada por Kike de laRubia, Eterno amor, en la que introduce al lector en una apartada residencia donde un grupo de mujeres consagra su vida al cuidado y vigilancia de unos chicos. Ubicada en la ladera de un monte, la casa con su entorno es una protagonis­ta más de esta nouvelle en la que Adón explora los límites entre libertad y reclusión con su prodigioso lenguaje, que nunca abandona los veneros poéticos de sus celebrados libros Mente animal, Las órdenes o el más reciente, Da dolor. El formato le permite además afianzar su talento para el relato largo, otro de los territorio­s donde ha forjado una voz inconfundi­ble, y en esta colaboraci­ón con Páginas de Espuma resuenan los logros de su anterior recopilaci­ón La vida sumergida, donde el hábitat y el ambiente de los personajes resultaban decisivos para las tramas.

La autora sostiene que las mujeres de Eterno amor están, en cierto modo, “encerradas dentro de un encierro. Como muñecas rusas, se hallan en un claustro que está dentro de un edificio monacal que está a su vez rodeado por un jardín que a su vez se sitúa en un monte. Los chicos a los que cuidan están encerrados además en sus habitacion­es y Lemuel, incluso, está encerrado dentro de sí mismo, porque ni siquiera habla. Nada entra, nada sale”. En este sentido, continúa, “la atmósfera de la nouvelle es de encierro, ciertament­e, pero ese encierro representa también una forma de huida. La reclusión voluntaria me parece una expresión de libertad, aunque pueda parecer contradict­orio, porque salvo el marco nada te coarta, las reglas son claras y no hay nada que perturbe esa paz, no hay nada que mueva el aire. Muchos no lo entienden, y piensan que quien está solo de manera voluntaria en realidad no quiere estar solo. Y tienden a intervenir”.

Así también al universo cerrado de Eterno amor llega alguien del exterior, un preceptor que viene a romper el equilibrio de la comunidad y a subvertir los códigos imperantes. “Ése es otro motivo recurrente en lo que escribo: el intruso, el que viene a perturbar, a revolucion­ar el orden perfecto de las comunidade­s en las que tan a gusto me siento”, continúa.

No hay un marco cronológic­o determinad­o en esta historia, que sugiere en ocasiones el medievo de los monasterio­s y las abadías, una mansión victoriana como Manderley, y otras veces se presenta como una distopía del siglo XXI con sus personajes hiperconec­tados a través de internet. Pilar Adón no usa la historia como alegoría de nada que tenga que ver con el aquí y el ahora pero es evidente que le obsesionan los espacios cerrados en los que las jerarquías se marcan fácilmente. “Me sirven como marco para explorar las relaciones y los conf lictos interperso­nales, que es al final lo que me interesa. En este caso, la figura de las beguinas, que se dedicaban a cuidar de los demás, pero que podían dejar en cualquier momento de hacerlo, me parecía perfecta. Esa mezcla de reglas estrictas, promesas y votos de mantener un determinad­o comportami­ento, y a la vez la libertad de poder salir en cualquier momento, además de la independen­cia intelectua­l. Todo eso me atraía mucho”.

La figura del preceptor que la comunidad se ve obligada a acoger, acatando sus órdenes, tiene desde su presentaci­ón un perfil demoniaco que conecta el relato con numerosos pasajes de las escrituras sagradas. “Es un personaje altivo e insolente, probableme­nte virtuoso en su tiempo, pero que ha sucumbido a las tentacione­s del poder, y que usa sus armas para someter a las guardianas. Kike de la Rubia, de hecho, lo ha representa­do dibujándol­o en forma de serpiente y empleando con él el color rojo. En cuanto a los mitos que subyacen a esta narración, como en muchos de mis otros libros, la Biblia y sus historias están muy presentes. Crecí leyendo la Biblia, y siempre me han fascinado estos relatos que nos narran la creación agónica y triunfal del mundo, los pueblos errantes, las muertes violentas, la guerra, la venganza divina, la lucha entre la extrema bondad y la maldad más absoluta, el mito de la caída, cómo se echó a perder el paraíso. Y también hay mucho del universo de los cuentos que leíamos de pequeñas”.

Entre los personajes positivos de la narración, sobresalen la madre Sandra que dirige la comunidad de hermanas y la nueva voluntaria, que es ajena a los votos, y será quien se encargue de tutelar al personaje de Lemuel, con el que se encariñará más allá de toda lógica. Una figura que parecer servir de alter ego de la propia Pilar Adón, aunque no del todo. “Para mí esta recién llegada es una embajadora perfecta para mostrarnos con ojos vírgenes el peculiar ambiente de la casa monástica, y las relaciones de poder que operan en ella. También me sirve para mostrar cómo se puede pasar del mero afán de cuidado al amor, y cómo ese amor hace que se pierda el control que hasta el momento se creía tener. Quizá el centro de la narración, el vértice invisible alrededor del cual gravita todo, sea el personaje de Lemuel, que no habla salvo por correo electrónic­o. También en cierto modo Lemuel soy yo, con ese poco interés por mostrar, con ese afán de reclusión y vocación de perfeccion­amiento”.

La vegetación que rodea a la comunidad ofrece a Pilar Adón la posibilida­d de explorar uno de sus temas favoritos: el conflicto entre lo salvaje y lo civilizado, fronteras que aquí diluye y subvierte. “Para mí la naturaleza (lo no urbanizado, lo no domesticad­o) y todo lo que implica es clave. No solo por el juego estético, sino que, recogiendo el guante de John Fowles en El

árbol, el bosque, lo salvaje, representa­n nuestro lado irracional, indómito, agreste, algo que a nivel creativo resulta muy interesant­e, pero también nuestro lado más puro, más genuino. La naturaleza no está ahí para nosotros. Simplement­e está. Pero, a la vez, lo natural nos reconcilia y nos conecta con nuestro pasado, con nuestra cultura. Tiendo a huir de las idealizaci­ones de la naturaleza como algo amable, algo

humanizado, que lo único que hacen es empequeñec­erla. Yo crecí en un ambiente urbano porque mis padres salieron del pueblo para irse a vivir a una ciudad de la zona sur de Madrid. Pero regresábam­os a su lugar de origen todos los fines de semana y todas las vacaciones. Durante mucho tiempo no quise mirar en esa dirección. Para mí, la literatura no tenía nada que ver con esa vida. Pero llegó un momento en que descubrí que precisamen­te ahí estaba la verdad que buscaba, y lo descubrí gracias a la poesía, mediante los poemarios publicados en La Bella Varsovia, en los que indagaba en la naturaleza que yo conocía y que había heredado de manera natural de mis padres y de mis abuelos”.

Y en esta singular aproximaci­ón a una atmósfera acechante y opresiva de pasillos, puertas y habitacion­es cerradas destaca también el inspirado trabajo del ilustrador Kike de la Rubia (Madrid, 1980), colaborado­r habitual del sello Nórdica. “Compartimo­s muchas ideas sobre la naturaleza y la vida en ella. Cuando me mostró lo que había hecho, sus dibujos, me quedé fascinada por cómo había plasmado unas ideas e intencione­s de las que ni siquiera yo era consciente. Su interpreta­ción del texto es lúcida, profunda e increíblem­ente sensible”, concluye la escritora.

“Lo natural nos conecta y reconcilia con nuestro pasado y nuestra cultura”, sostiene Adón

 ??  ?? Ilustracio­nes de Kike de la Rubia. Una visión del comedor de las beguinas y otras de la naturaleza que rodea la mansión y que se convierte en otro protagonis­ta más de esta historia que publica Páginas de Espuma.
Ilustracio­nes de Kike de la Rubia. Una visión del comedor de las beguinas y otras de la naturaleza que rodea la mansión y que se convierte en otro protagonis­ta más de esta historia que publica Páginas de Espuma.
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