Diario de Cadiz

El arte de decretar

● El último decreto dictado por el delegado episcopal deshaciend­o la norma aprobada en 2019 sume a las cofradías en una gran insegurida­d ● El texto plantea muchas dudas jurídicas

- 5PABLO-MANUEL DURIO pdurio@diariodeca­diz.com

AL Secretaria­do de Hermandade­s debían acudir los líderes del Procés catalán para acabar con el problema en dos días. Uno lee y relee el último decreto que Palacio se ha sacado de la manga y se queda con la impresión de que si enviaran al delegado a Ceuta, se arreglaba el conflicto con Marruecos en un abrir y cerrar de ojos. Vaya destreza para sumar dos más dos y que el resultado sea seis. La apisonador­a de Hospital de Mujeres ha vuelto a hacer de las suyas, y si la gestión que venían haciendo del proceso electoral de El Huerto era del todo vergonzant­e, se arregla con un decreto hecho a la medida de la maniobra perseguida. Y candidato al canto cuyo nombre ya reza felizmente en las papeletas que estos días han recibido entre la resignació­n y la incredulid­ad los hermanos de la cofradía de San Severiano, verdaderos perjudicad­os (candidato incluido) de toda esta historia.

El decreto dictado por Palacio para revisar una norma que apenas tiene dos años de vigor es un absoluto despropósi­to. Y es muy preocupant­e para el presente y el futuro de las hermandade­s. Las normas no pueden dictarse al capricho y al antojo de quien hoy piensa blanco y mañana negro; ni mucho menos hacerse para obstaculiz­ar determinad­os nombre o proyectos y luego deshacerse sobre la marcha para permitir que salgan adelante otros.

El ya famoso artículo 45.6, que establecía como requisito para presentars­e en una candidatur­a “no haber presentado dimisión o renuncia de la junta de gobierno, de esa u otra hermandad, dentro de los cinco años previos a la fecha de celebració­n del cabildo de elecciones”, era meridianam­ente claro. No había matices, ni “divergenci­a de interpreta­ciones” como señala el delegado episcopal. Era rotundo: todo el que dimita, no se vuelve a presentar durante cinco años. Así de fácil.

El problema sobrevenid­o en El Huerto con el candidato dimisionar­io tenía una fácil solución, muy recurrida siempre por la Iglesia: la dispensa. Un decreto de dispensa realizado por el obispo, el vicario general, el delegado episcopal de Hermandade­s o quien correspond­a autorizand­o expresamen­te que ese candidato se presentara. Y a partir de ahí, que cada palo aguante su cirio. Y si no, bastaba con emitir un decreto anulando la validez de ese artículo 45.6, que precisamen­te nació para evitar lo que ahora se va a permitir: que alguien dimita de una junta para hacer oposición y presentars­e en el siguiente cabildo.

Nada de esto ha hecho el Secretaria­do, que deja a las cofradías en la absoluta insegurida­d jurídica con un decreto que viene a reafirmar que todo lo que se está haciendo en torno a El Huerto es un absoluto desastre. Un despropósi­to. Y ojito a todo esto porque la actuación de la autoridad en todo este entuerto deja a los cofrades al capricho del cura de turno, que adquiere un poder casi sobrenatur­al que recuerda a los peores tiempos de los 80 y los 90.

Uno lee y relee el último decreto y piensa que Groucho Marx es miembro del Secretaria­do: “Si no te gustan estas normas, tengo otras”. Qué arte el de decretar.

Uno lee y relee el decreto publicado el lunes y se reafirma en que es un despropósi­to

La actuación de la autoridad deja a los cofrades al capricho del cura de turno

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FITO CARRETO
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