Diario de Cadiz

“A pesar de unos excesos, no me arrepiento del café para todos”

● Este texto es un resumen de una amplia entrevista que Clavero concedió a este periódico con motivo del 28-F de 2012 y en el que repasa toda la trayectori­a política desde el Ministerio para las Regiones hasta la celebració­n del referéndum de autonomía

- JUAN M. MARQUÉS PERALES

EN el año 1833, un andaluz, granadino de Motril, pintó un mapa de una España dividida en 49 provincias por encargo de la entonces regente, María Cristina, y con apenas algunos retoques. Ese reparto que Javier de Burgos trazó sobre los antiguos reinos se ha mantenido hasta hoy. No hay una circular tan longeva en toda la Historia española. Otro andaluz, Manuel Clavero Arévalo, nacido en Sevilla en 1926, ministro adjunto para las Regiones en el primer Gobierno democrátic­o de Adolfo Suárez, dibujó el mapa de

Tras las preautonom­ías vasca y catalana, alguien importante de la UCD quiso pararlo todo”

las autonomías. Pero, a diferencia de su paisano granadino, aquel diseño no fue fruto de un decreto ni salió de un solo acto ni de un único golpe, sino que se fraguó a la largo de prolongada­s negociacio­nes que se extendiero­n desde 1977 hasta, al menos, 1983, cuando quedaron aprobados todos los estatutos autonómico­s.

De hecho, como ocurrió con toda la Transición, ni siquiera hubo una idea prefijada, y muchos de los actores –caso de Adolfo Suárez, de algunos de sus ministros más inf luyentes y de la propia UCD– cambiaron de opinión. Los militares, los otros poderes fácticos, el mismo vértigo de un tiempo demasiado fugaz. Manuel Clavero fue uno de esos actores esenciales, porque, desde el principio hasta el final –y ese final no se ha escrito aún– defendió que España no se podía dividir entre autonomías de primera, con un autogobier­no pleno, caso del País Vasco y Cataluña, y otras regiones de camino más lento, pero, sobre todo, y esto es importante, de suerte incierta.

¿Café para todos? Sí, sigue pensando hoy Clavero. “No me arrepiento”, asegura, contundent­e, a sus 85 años, sentado en el sillón de su despacho en una soleada, pero fría mañana, de febrero. Apenas queda una semana para el Día de Andalucía de hoy.

La amplia habitación donde el primer y único ministro para las

Regiones de Suárez nos recibe está inundada de libros sobre política, revistas de Derecho Administra­tivo y papeles con membretes de los juzgados –aún sigue en activo–, pero en un lugar distinguid­o, situado a su derecha, hay un pequeño tomo forrado de una piel roja: es la Constituci­ón de 1978.

A lo largo de la conversaci­ón, que se prolongó durante dos horas y en la que Clavero fue detallando día por día, decreto tras decreto y moción tras moción, aquellas fechas tan fugaces en las que España cambió hasta llegar al 28 de febrero de 1980, recurrirá varias veces a la Constituci­ón como si se tratase de la Biblia.

Desde la llegada de Clavero como ministro al complejo de la Moncloa hasta la aprobación del Estatuto andaluz por la vía del artículo 151 transcurre una historia de progresion­es y marchas atrás, materializ­ada en un arrepentim­iento de la UCD que se hizo verbo con motivo del referéndum del 28 de febrero de 1980, donde Andalucía se ganó el derecho a una autonomía plena en un referéndum que, sin embargo, perdió en la oficiosida­d de unas condicione­s leoninas. La dimisión de Clavero, como presidente de la UCD andaluza, y su salida voluntaria del Gobierno lo convirtió en uno de los padres de nuestra autonomía.

Con un ritmo pausado y su andaluz culto que deja las eses a medio camino entre la aspiración árabe y la explosiva castellana, Clavero desgrana esos años, justo ahora que una parte del país considera un error el café para todos. Su opinión es contundent­e: el sistema es válido, pero han existido dos problemas, el derroche y la elefantias­is de la Administra­ción autonómica –paralela, nos apunta, a la de ayuntamien­tos, diputacion­es, mancomunid­ades y el propio Gobierno central– y la ausencia de los distintos ejecutivos de la Nación para ejercer mayores controles previstos en la Constituci­ón, lo que hubiera frenado los deslices de algunas comunidade­s. Se refiere, en especial, al asunto lingüístic­o, a la creación de embajadas y al de la educación, que en territorio­s como el País Vasco y Cataluña se han modelado, claramente, bajo las manos de los partidos nacionalis­tas.

–¿Se imaginan lo que sería Andalucía ahora, con un gobernador civil en activo, que prácticame­nte nos debería de dar el permiso para ir a hablar con Madrid?

No, no se arrepiente de este café para todos, que tiene dos hervores iniciales; un incipiente retroceso, cuando Suárez, posiblemen­te preso ya de las presiones de los poderes fácticos traslada a Clavero del Ministerio para las Regiones al de Cultura en 1979, y el pulso que, finalmente, pierde gracias a Andalucía y a su respuesta del 28-F. “No el único, pero, sí, Andalucía fue motivo clave del desmembram­iento de la UCD y la caída de Suárez”, hace balance Clavero.

Primer momento. Las llamadas preautonom­ías, el gran esbozo del mapa autonómico. Sin colorear aún. Habla Clavero.

–Aunque las regiones autonómica­s estaban en la Constituci­ón de 1931 sin distinción ninguna entre ellas, sólo se llegan a dos, la de Cataluña y el País Vasco debido al escaso tiempo que estuvo en vigencia. En 1936 sólo había dos regiones autónomas. Sin embargo, con esta Constituci­ón, la de 1978, no ha sido así, aunque he

A determinad­os mandos militares no les gustaba. Pasar de un Estado centralist­a a otro diversific­ado... ”

Ha fallado la actitud irresponsa­ble de algunas autonomías y la ausencia del Gobierno para ejercer el control”

de decir que jugaron un papel muy importante las preautonom­ías.

–Pero eso de las preautonom­ías se lo inventó usted.

–Sí, me las inventé yo, aunque mejor dicho: fue Adolfo Suárez quien me lo indicó. Suárez me llama después de las elecciones generales de 1977, y estuvimos hablando de distintas opciones para ocupar un ministerio. Hablamos de Educación, pero entre las distintas posibilida­des, pensamos en el Ministerio para las Regiones, porque yo veía que allí iba a ver grandes reformas.

Clavero había sido profesor de Suárez en Salamanca; él ya era

catedrátic­o de Derecho Administra­tivo, pero, ciertament­e, no se acuerda del alumno, que por, entonces, asistía por libre a los exámenes. Quizás por esa razón. Ya cuando el presidente fue Jefe del Movimiento solía invitar a Clavero a unas conferenci­as que se ofrecían en el Castillo de Peñíscola. Rector de la Universida­d de Sevilla en 1971, Clavero vivió aquellos años de efervescen­cia política desde el título de magnífico, aunque no fue hasta después de la muerte de Franco cuando fundó el Partido Social Liberal Andaluz, que concurrió a las elecciones de 1977 con la UCD.

–Cuando ya decidimos lo de las Regiones –prosigue como si recordarse cada frase exacta–, Suárez me dijo: “Quiero que sepa que tengo previsto, y decidido, que Tarradella­s venga a España inmediatam­ente”. Eso me lo dice en el mismo momento, durante el primer día, en el que me llama. Me dijo que podía ser un hombre muy importante para la pacificaci­ón de Cataluña durante la Transición, como realmente fue. Hubo personas que me hablaron de que Tarradella­s había sido un hombre de cuidado durante la República, pero él había ref lexionado mucho sobre ello. Pero me insistió: “Quiero que se haga inmediatam­ente, y que se restaure, provisiona­lmente, la Generalita­t de Cataluña”.

El problema catalán ha sido una constante en la historia española, como bien acertó a subrayar Ortega, y Suárez, que no se distinguía por sus lecturas, y mucho menos de los pensadores, pero sí por su sagacidad, sabía que la participac­ión de Cataluña era imprescind­ible en la Transición.

–Entonces –prosigue Clavero– pensamos que la mejor forma de restablece­r provisiona­lmente la Generalita­t sería un decreto ley, y esa fórmula dio resultado. Era provisiona­l, por lo que posteriorm­ente debería someterse a las normas que la Constituci­ón establecie­se para llegar a la autonomía.

Cuando llega Tarradella­s, en septiembre de 1977, visita al Rey, a Suárez, a Martín Villa y a Clavero. –¿Tarradella­s sabía cuando vino a España que el régimen autonómico iba a ser igual para todos?

–Creo que no, él viene sólo para Cataluña. Pero ocurre algo curioso. A la salida de la reunión, Suárez, que ya suponía que esto de Cataluña iba a ser deseado por muchos otros territorio­s, hace un comunicado de prensa en el que dice que este mismo sistema podrá establecer­se para otras regiones. Ése es como el origen del café para todos. –¿Usted lo sabía ya?

–Sí, claro. Desde que me nombró ministro para las Regiones; si no, me hubiera nombrado ministro para Cataluña. Pero, con ese comunicado, comenzamos a pensar en cómo hacerlo; es decir cómo crearíamos las preautonom­ías, provisiona­les hasta la aprobación de la Constituci­ón y los estatutos. Hubo alguien de UCD, importante, y eso lo he sabido después, por eso no confirmo el nombre, porque no puedo decirlo de modo certero, que dijo que la mejor solución era restablece­r los estatutos del País Vasco y Cataluña, y ya está, esperar a la Constituci­ón. Pero se desechó. Ahora bien, eso no se trató en el Consejo. Al hacerse ese comunicado, se vio que aquello era para todos. Se articuló que los diputados y senadores estatales de cada territorio se reuniesen, la solicitase­n y una representa­ción de tres a cuatro visitaba a Suárez con mi asistencia, y de allí salía la

autorizaci­ón para que yo negociara con ellos. Una vez aprobadas las preautonom­ías por el Gobierno, se enviaban a las Cortes. –¿Pero por qué no se esperó a la aprobación de la Constituci­ón de 1978?

–Precisamen­te, porque Suárez quería traer a Tarradella­s.

Después de Cataluña, Clavero negocia con los vascos. Un “quebradero de cabeza” porque los vascos querían a los navarros, y éstos, como ya ocurrió en la Segunda República, preferían ir por separado. Al final, el PNV aceptó, y también el PSOE, cuyo representa­nte, Txiqui Benegas, defendía la incorporac­ión de Navarra, con la condición de Garaikoetx­ea

No había ninguna Constituci­ón en España que hubiese establecid­o dos tipos de autonomías” “Cuando dimití, Adolfo Suárez me ofreció una embajada, no acepté”

de que en la Constituci­ón figurase un mecanismo de unión si así lo requería el Consejo Foral Navarro. Una disposició­n transitori­a, que a pesar de sus decenios y adjetivo, aún figura en la Carta.

–Cataluña fue fácil, y el País Vasco muy difícil. Su preautonom­ía se aprobó el 4 de enero de 1978. Y entonces, y es otro momento del café para todos, dentro de UCD hay un movimiento importante para paralizar el proceso. Más que el anterior. Había ministros, hablaban con Suárez, eran dirigentes del partido, gente ya con mucho peso

Clavero no los cita, pero en la Historia está que, entre éstos, sobresalía­n Rodolfo Martín Villa; Fernando Abril, un hombre clave y todopodero­so en el suarismo y la Transición, y Antonio Fontán.

–Pero en febrero de 1978 hubo un cambio de Gobierno, por el que salieron Jiménez de Parga y Fuentes Quintana, entre otros, y yo pensé que si en Adolfo Suárez hubieran arraigado esas presiones, yo salía del Gobierno. Estaba claro. Pero no fue así. Y, entonces, suena el teléfono rojo, y Suárez me comunica: “Tú sigues de ministro y sigues con las negociacio­nes”. Ya había muchas en marcha: estaban Andalucía, Canarias, Galicia, País Valenciano. Andalucía andaba más retrasada por el asunto de Ceuta y Melilla. Era un poco complicado, pero el PSOE hubiera perdido su mayoría si entraban las dos ciudades, por eso no querían. Pero ése es el momento del café para todos, que no es mío, que es de un periodista de El País, que dijo “total, café para todos”. Y así pasó a la historia.

La de Andalucía se aprobaría en abril de 1978. Galicia había entrado ya, pero sus representa­ntes, paradójica­mente conservado­res, forzaron a que el Gobierno celebrase dos consejos el mismo día: uno, por la mañana, para dar el visto bueno a su preautonom­ía, y ya de tarde, País Valenciano, Canarias y Aragón. Clavero explica que las grandes diferencia­s, una vez solventado el caso navarro, eran las preautonom­ías uniprovinc­iales. UCD sólo aceptaba Madrid, porque iba a contar con un estatuto especial, y Murcia, que durante unos meses se debatió, aunque sin fuerza, su unión con Almería. Eso sí: en el mapa autonómico de UCD no figuraban ni Cantabria ni La Rioja, que se integraban en Castilla y León.

El mapa preautonóm­ico configuró la nueva España, pero no la definió del todo. Había territorio­s en verde y territorio­s grises, una España-Nación de dos velocidade­s: la de las nacionalid­ades y regiones que se deja ver en el artículo 2 de la Constituci­ón. Indudablem­ente, el peso de los militares era importante, aunque Clavero asegura que a él nunca le dijeron nada.

–Es cierto -comenta al respecto, ante la insistenci­a de las preguntas sobre el poder de los cuarteles en el giro autonómico- que a determinad­os mandos militares no les gustaba. Pasar de un Estado centralist­a a otro diversific­ado era un parto que sólo se había dado dos veces en la historia de España, en la Primera y en la Segunda República. Pero a mí no me lo expresaron nunca. No sé, quizás es que mi despacho estaba en el Pabellón de Semillas, en el recinto de la Moncloa, y trabajaba con Gutiérrez Mellado, que era vicepresid­ente y la máxima autoridad militar, y como él nunca me indicó nada sobre el proceso, yo andaba seguro.

A la negociació­n de la Constituci­ón se llega con el mapa preautonóm­ico -sí-, pero con la idea de colorearlo de modo diferente.

–Le comenté a Suárez que eso no me gustaba; no había habido ninguna Constituci­ón española en la que se hubieran establecid­o dos tipos de autonomías. Habría los pactos que se quisiera, pero en las constituci­ones no se estableció. Y, claro, para él eso tenía especial gravedad, porque a quien no le gustaba era al ministro para las Regiones. Y, como le di la lata, me dijo un día “te va llamar el Rey”, pero el Rey no llamó; posiblemen­te era una broma.

El café para todos se había implantado, pero algunos iban a beber infusión de grano colombiano y otros de pucherete, en el mejor de los casos.

Sin embargo, después de las elecciones generales de 1979, las que dieron como resultado las primeras Cortes con la Constituci­ón aprobada, Manuel Clavero pasó de ser ministro para las Regiones

a Cultura, un cambio que ahora ya lo concibe como la muestra de que algo había cambiado en Suárez. Antes de esto habían sucedido una serie de hechos sin los que no se concibe el 28-F, hoy Día de Andalucía.

Primero, que las comunidade­s –o las nacionalid­ades y regiones– podían acceder a su autogobier­no por dos vías: la del 151, que conllevaba un Gobierno y un presidente con poder ejecutivo y administra­tivo, un Parlamento con potestad legislativ­a y elegido por sufragio universal y un Tribunal Superior de Justicia. Una comunidad autónoma real, coloreada en verde. Otras accederían por el 143, que era un camino no sólo lento, sino incierto y a cuyas comunidade­s –en realidad regiones– se le irían concediend­o algunas transferen­cias ni siquiera bien delimitada­s. Ése es un primer hecho, pero la Disposició­n Transitori­a Segunda de la Constituci­ón remata la desigualda­d cuando legisla que las comunidade­s con estatutos anteriorme­nte aprobados, caso del País Vasco, Cataluña y Galicia, las llamadas históricas porque lo tuvieron antes de julio de 1936, accedían al 151 sin las exigencias leoninas que la Carta Magna obligaba a las otras: solicitud de tres cuartas partes de los municipios, de todas las diputacion­es y aprobación en referéndum de cada una de las provincias por un voto superior a la mitad más uno de los censados, no de los electores.

Felipe González y Suárez acordaron que el referéndum del 151 se celebraría en Andalucía el 28 de febrero, una vez superadas las pruebas anteriores. Hasta los municipios y diputacion­es de UCD dieron su aprobación.

–La redacción del artículo 151 –recuerda Clavero, aún ministro entonces– se hizo en mi casa en Madrid, que estaba en el Ministerio de la Vivienda, la redactamos un domingo Miguel Herrero de Miñón y yo. Los dos solos. Él lo llevó a la comisión de los padres de la Constituci­ón, y no hubo problemas. Yo debo decir que lo redacté pensando en el caso de Andalucía.

Y llega la fecha del 28-F de 1980. El 15 de enero, UCD decidió solicitar la abstención o el voto en blanco, Clavero dimite como militante de centro, como presidente del partido en Andalucía y, al día siguiente, como ministro de Cultura. Suárez le ofrece una embajada, pero lo rechaza. Entre un día y otro hay dos dimisiones, y varias horas de soledad en el ascensor del Ministerio: la máquina se atrancó. Vuelve a Andalucía, y es recibido en el aeropuerto sevillano de San Pablo como un héroe. A algunas emisoras se les prohíbe recoger sus palabras, que no son otras que votará que sí en el 28-F.

La redacción del artículo 151 se hizo en mi casa, la redactamos Miguel Herrero de Miñón y yo”

 ?? JUAN CARLOS MUÑOZ ?? Manuel Clavero, en su casa.
JUAN CARLOS MUÑOZ Manuel Clavero, en su casa.
 ?? JUAN CARLOS MUÑOZ ?? Manuel Clavero en un momento de aquella entrevista en febrero de 2012.
JUAN CARLOS MUÑOZ Manuel Clavero en un momento de aquella entrevista en febrero de 2012.
 ?? JUAN CARLOS MUÑOZ ?? Manuel Clavero.
JUAN CARLOS MUÑOZ Manuel Clavero.
 ?? JUAN CARLOS MUÑOZ ?? Manuel Clavero, durante la entrevista.
JUAN CARLOS MUÑOZ Manuel Clavero, durante la entrevista.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain