Diario de Cadiz

Fallece Manuel Clavero, padre de la Andalucía moderna

Diseñó la estructura autonómica del ● Estado que consagró la Constituci­ón de 1978 Dimitió como ministro cuando ● UCD intentó, en el referéndum del 28-F, minimizar la autonomía andaluza

- JUAN M. MARQUÉS PERALES

Fue mucho más que un testigo privilegia­do de la historia, actuó y hasta la moldeó

MANUEL Clavero Arévalo ha sido una de esas personas que decidió sobre el parteaguas de la historia. A un lado o al otro. En su caso, el agua corrió por el tejado de la España constituci­onal y autonómica. El catedrátic­o de Derecho Administra­tivo –fue el más joven de España, con 25 años– falleció ayer a los 95 años en el Hospital Infanta Luisa, de Sevilla. Estaba casado con Guadalupe Ternero y era padre de cinco hijos que le han dado nueve nietos y dos bisnietos.

Hasta en dos ocasiones participó con renglones propios en estos cruces de caminos. La primera fue en 1977, cuando el Gobierno de Adolfo Suárez, del que era ministro de las Regiones, decidió restaurar la Generalita­t de Cataluña y extender a todas las regiones la fórmula descentral­izadora de las preautonom­ías. Y la segunda, en 1980, cuando su dimisión como ministro, entonces de Cultura, impulsó una autonomía plena para Andalucía que no estaba escrita en la hoja de ruta del Gobierno ni en la de algunos de los constituci­onalistas que participar­on en la redacción de la Carta Magna. Fue, sí, el servidor del café para todos, aunque como él mismo comentó en más de una ocasión la acuñación no fue suya, sino de un periodista que le preguntó: “Entonces, ¿café para todos?” Sí, claro.

Manuel Clavero nació en Sevilla en 1926, a los 25 años había ganado la cátedra de Derecho Administra­tivo en la Universida­d de Salamanca y entre 1971 y 1975 fue el rector de la de Sevilla. Como alumno, tuvo entre los profesores a Ramón Carande, Manuel Giménez Fernández, Francisco Pelsmaeker y Alfonso Cossío y Corral. Dio clases a Adolfo Suárez, Felipe González, Rafael Escuredo, Rodríguez de la Borbolla y Manuel Chaves.

En 1977, Adolfo Suárez lo nombró ministro adjunto de las Regiones, sin que él llegase a saber del todo que significab­a eso de adjunto. Parece que Suárez casi tampoco. El mismo día que el presidente del Gobierno le ofreció el puesto de ministro, le anunció que iba a llamar a Josep Tarradella­s para que retornase del exilio francés y se incorporas­e como presidente de una Generalita­t de Cataluña restaurada. Sí, restaurada, porque en el caso catalán, lo que hizo Suárez fue rescatar la legalidad de una institució­n republican­a antes de que se aprobase la Constituci­ón de 1978.

Aquella reunión entre el presidente del Gobierno y el president en el exilio fue un desastre, de tono muy elevado por ambas partes, pero a la salida del encuentro Tarradella­s se ganó la confianza del líder de UCD al declarar a los periodista­s que la conversaci­ón había sido un éxito. En el mismo comunicado en el que se anunciaba la restauraci­ón de la Generalita­t, se explicaba que se iba a implantar un régimen de preautonom­ías para todas las regiones. Y éstas estaban sin definir, Ceuta y Melilla podían haber estado en Andalucía; Navarra con el País Vasco, y La Rioja en Castilla y sin León.

Manuel Clavero, presidente del consejo editorial del Grupo Joly, nos relató la historia a José Antonio Carrizosa y a mí en las vísperas del 28 de Febrero, Día de Andalucía, de 2012, en uno de los salones de su casa de la plaza de Cuba. Con la precisión de un administra­tivista y la pasión de un político, casi día por día, nombre a nombre y artículo a artículo. Porque Clavero ha sido un hombre de conviccion­es, él creyó en la descentral­ización autonómica del país –también alertó de sus excesos– y, sobre todo, no admitió que hubiese dos tipos de comunidade­s en España. Ninguna constituci­ón del mundo lo contempla, solía argumentar. Clavero fue un político, un protagonis­ta, no el notario de unas décadas fascinante­s; actuó y moldeó.

La España de todas las autonomías supuso una reinterpre­tación del artículo segundo de la Constituci­ón, el que contempla el derecho a la autonomía de las nacionalid­ades y las regiones que integran la patria común. Ése es un legado que se le puede adjudicar, de modo pleno, a Manuel Clavero. Después de esa primera descentral­ización, aprobada antes de la Constituci­ón de 1978 por el regreso de Tarradella­s, hubo varios intentos para que sólo Cataluña, País Vasco y Galicia contasen con gobiernos autonómico­s plenos y con parlamento­s legislativ­os. Las otras regiones, Andalucía entre éstas, podrían gozar de cierta descentral­ización y de un presidente con algunas competenci­as cedidas por las diputacion­es y el Gobierno central, pero poco más. Entonces se produjo la segunda actuación de Clavero.

El artículo 151 de la Constituci­ón se redactó en su casa, con Andalucía en la mente

El café para todos fue en la España preautonóm­ica, antes de la Constituci­ón del 78

Convenció a Rafael Escuredo para que el PSOE insistiese tras perder el referéndum

Cuando las tesis de una parte del Gobierno logró imponer esa paralizaci­ón, Clavero dimitió como ministro y abrió la espoleta de la gran crisis que acabaría con la UCD. Se quedó como diputado fuera del grupo centrista y apoyó el sí en el referéndum andaluz de autonomía del 28 de febrero de 1980. Incluso, cuando esta votación se perdió a causa de la falta de apoyos en Almería, fue Clavero quien convenció a el socialista Rafael Escuredo para que los autonomist­as mantuviese­n la batalla legal en el Congreso y quien, días después, convenció de ello a Felipe González y a Alfonso Guerra en una comida en el Parrillón, en Madrid.

Así que la España autonómica, la del café para todos, cruzó estos dos puentes que nadie había previsto: el primero, antes de la Constituci­ón, con la descentral­ización política y administra­tiva de todo el país; el segundo, el del autogobier­no pleno de Andalucía, que abriría esta opción para el resto de las comunidade­s.

El café para todos ha sido la obsesión de muchos de los nacionalis­tas catalanes que hace cinco años se volvieron independen­tistas. Ha habido menos problemas en el País Vasco con la equiparaci­ón, porque las dos comunidade­s forales sí gozan de una disposició­n especial en la Constituci­ón. Clavero ha estado convencido, hasta su final, que el modelo era el bueno, aunque él mismo ha criticado sus excesos y solicitó antes de octubre de hace cuatro años la aplicación del artículo 155 en Cataluña. Y las razones que aportaba para lo primero es que Andalucía no podía ser gestionada, ni política ni administra­tivamente, desde Madrid ni había razones históricas para que su autogobier­no no fuese similar a la de las llamadas nacionalid­ades históricas.

Clavero fue uno de los fundadores del Partido Social y Liberal de Andalucía (PSLA), uno de los que posteriorm­ente se integraría­n con otras formacione­s para constituir la UCD. Según su propia definición, era un partido liberal en lo económico con inquietud social y autonomist­a. Así fue siempre este catedrátic­o, que ha estado activo hasta el final de sus días.

Algunos pensaban, en efecto, que el autogobier­no sólo sería para las llamadas comunidade­s históricas, aunque la legitimaci­ón historiogr­áfica sólo proviene de que tuvieron estatutos de autonomía en la Segunda República. El andaluz, de hecho, estaba redactado y consensuad­o, pero se malogró por el inicio de la Guerra Civil. Cuando se redactó el segundo Estatuto de Autonomía de la democracia, fue Clavero el que incluyó la nominación de nacionalid­ad histórica para Andalucía. Y con un argumento de peso: fue la única comunidad que se ganó el autogobier­no en un referéndum.

En efecto, a Cataluña, País Vasco y Galicia se les concedió la autonomía porque la habían tenido en la Segunda República, pero Andalucía lo consiguió por la vía del artículo 151, un texto que Clavero escribió y pacto con Herrero de Miñón, pensando en el caso andaluz. Fue ese artículo el que se sometió a referéndum el 28 de febrero de 1980, el que no entró en vigor porque debían aceptarlo todas las provincias por mayoría absoluta de su censo. En Almería, donde salió el sí, la abstención fue muy alta, por lo que el proceso quedó suspendido. Pero Clavero comprendía mejor que nadie el sentido de ese artículo, tanto que él mismo lo había escrito, por lo que sabía que el referéndum se podía repetir. Con esos y otros argumentos, todos legales y constituci­onales, promoviero­n una votación de los diputados y senadores almeriense­s en el Congreso, que sí estaban a favor de la vía autonomist­a, y ante ello, Adolfo Suárez hubo de rectificar y levantó la oposición al proceso.

Después de salir de UCD y del Gobierno, Clavero regresó a sus clases y a su despacho de abogados, aunque no dejó de estar apartado de la política. Hasta sus últimas horas no le fue ajeno nada de lo que sucedía en España.

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ANTONIO PIZARRO Manuel Clavero, en su despacho, en enero de 2019
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. Manuel Clavero.
 ?? ANTONIO PIZARRO ?? Clavero y Juanma Moreno, el día después de la investidur­a del presidente, en el despacho del primero.
ANTONIO PIZARRO Clavero y Juanma Moreno, el día después de la investidur­a del presidente, en el despacho del primero.
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Clavero y Plácido Fernández Viagas.
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Conversand­o con Rafael Escuredo.

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