Diario de Cadiz

“Imponer la ideología en la Historia es un error tremendo”

- Braulio Ortiz Stalin Llamadme Los Románov, El mundo. Una historia de familias

Las huellas de un varón y cuatro niños halladas en 2013 en un pueblo al este de Inglaterra, las más antiguas encontrada­s de una familia, le inspiraron a Simon Sebag Montefiore (Londres, 1965) el enfoque de su último libro. El autor de obras como

o ganador del British Book Award o el LA Times Book Prize, regresa con

(Crítica), en el que repasa el rumbo tomado por la humanidad a lo largo de casi 1.500 páginas haciendo hincapié en los lazos de sangre y el ámbito doméstico; en el amor, el odio, la codicia y la deslealtad que movieron los corazones de grandes gobernante­s y modestos sirvientes, de tribus remotas y pueblos nómadas, de artistas y escritores. Una propuesta monumental en la que resume “toda una vida de lecturas” y sobre la que conversó con este periódico en una visita a Sevilla. –Familia, dice, es sinónimo de bienestar, pero también escenario de conflicto y de crueldad. Una familia lo encierra todo... –Es cierto. La idea era bastante simple. La mayor parte de las Historias universale­s se cuentan a mucha distancia de la intimidad de las personas. Esos trabajos hablan de las rutas comerciale­s, los movimiento­s políticos, y yo quería encontrar una forma de narrar que combinase el acercamien­to a la Historia mundial con el corazón que tienen las biografías, algo que mostrase también la continuida­d de la vida humana. Me surgió esta idea, que como ocurre a menudo con las buenas ideas era sorprenden­temente sencilla. Esta fórmula me permitía hablar de lo que les pasaba a hombres y mujeres en sus vidas, pero también podía tratar así grandes reinos. Todo el mundo tiene una familia; incluso los gobernante­s que despreciar­on a la suya, como Hitler y Stalin, eran producto de una. En esta mirada, además, había más espacio para las mujeres, las grandes olvidadas de la Historia. –Defiende que la historiogr­afía vive un momento muy interesant­e, en el que se amplía el punto de vista a los márgenes del relato que se ha contado hasta ahora: a las mujeres, pero también a Asia y a África... –Sí, y yo me dije desde el primer día que trataría a las familias de los zulúes, o de los egipcios, o las de los esclavos de los EEUU, exactament­e del mismo modo que a una dinastía china o al reinado de los Austrias en España. Creo que esto no se había hecho anteriorme­nte. Por cierto, no es casualidad que mencione a los Austrias: España sale mucho en el libro. –Usted describe las penurias que sufrió Sima Qian, un historiado­r chino acusado de difamar al emperador, que eligió la castración antes que ser ejecutado, para poder terminar su libro. Todo un símbolo de la pasión con que algunos viven su oficio.

–Y es un símbolo también del peligro que supone dedicarse a esto, de cómo ser historiado­r puede ser una profesión letal. No ocurre en España ahora, ni en Reino Unido, pero en China, en Rusia, en Irán sigue siendo una dedicación muy peligrosa. Sima Qian fue una inspiració­n, por eso de que eligió la castración para poder terminar el libro. Yo habría hecho lo mismo... pero puede decirle a todos los lectores que he finalizado la escritura intacto [ríe].

–Aprendemos de Calígula que uno se puede burlar de quien quiera, pero nunca de sus guardaespa­ldas.

–Sí, no es una actitud muy sabia [ríe]. Y tampoco hay que burlarse de los médicos. Una de las cosas más divertidas para mí, ya que hablamos de Roma, fue retratar a los emperadore­s españoles. Es curioso que los más importante­s fueran de aquí, Trajano, Adriano y Marco Aurelio. Estuve en Itálica, cuna de emperadore­s, porque la visitamos gracias a un programa que hice para la BBC sobre España. Este país es una maravilla para un historiado­r: Al-Ándalus, la casa de Trastamara, la Reconquist­a, los Austrias... –Por las páginas del libro asoman Cristóbal Colón y Bartolomé de las Casas. Pero usted no carga las tintas en la leyenda negra española...

–Uno de los propósitos que me marqué con este libro es destruir todas las leyendas negras. Tradiciona­lmente, así se ha relatado, había una Historia con unos buenos y unos malos. Si analizas el pasado de España, pero también de Inglaterra o de Estados Unidos, frecuentem­ente se ha recreado con cierto maniqueísm­o. Para mí, los Reyes Católicos y Cristóbal Colón son figuras admirables que también hicieron cosas terribles, porque el ser huma

Todo el mundo tiene una familia. Hasta los gobernante­s que despreciar­on la suya son el producto de una”

Me propuse tratar por igual a una familia de zulúes, o de egipcios, que a una dinastía china o a los Austrias”

no es complejo y responde además al momento en el que vive. Y lo mismo ocurre en mi país, con héroes nacionales como Francis Drake, Walter Raleigh... Rechazo el modo en que se santificó a estas personas, pero también los mitos, las relecturas que se están escribiend­o ahora desde una visión de la Historia más progresist­a, algo que me parece igualmente negativo. Cualquier intento de imponer la ideología en la Historia es un error. Yo lucho contra ello en este libro. Por eso no aparece la leyenda negra española. Por cierto, hay una corriente de historiado­res ingleses que está intentando crear también una leyenda negra para el propio Imperio Británico, y esto también supone una distorsión, yo no quiero caer en eso. Le pongo un ejemplo: los autores de mi país cuentan la derrota de la Armada invencible desde el punto de vista de Isabel I, pero esta obra revive ese episodio desde el punto de vista de Felipe II. Lo hice de forma deliberada, para darle la vuelta a la tradición de los historiado­res británicos. fue montar un golpe de Estado contra su marido, Claudio. –Durante la peste negra la gente dejó las ciudades pensando que el campo sería más saludable. Sucedió lo mismo siglos después con el coronaviru­s.

–Es que Bolívar fue muchas cosas, es un personaje extraordin­ario porque provenía de la más alta aristocrac­ia criolla y renunció a todo. Pero por supuesto, como muchos otros grandes hombres, se comportó también como un maníaco, un ególatra, un ligón vanidoso. No es ninguna sorpresa que estos personajes murieran jóvenes, porque vivieron muy intensamen­te. Conquistar­on continente­s y tuvieron historias sentimenta­les ajetreadas.

–En su reconstruc­ción de la historia del mundo deja también un espacio destacado a

–Usted alerta en el prólogo de cómo se está reescribie­ndo la Historia en Twitter y otras redes sociales.

–Twitter es una cacofonía de imbéciles que lanzan sus opiniones sin fundamento, proyecta esa impresión, pero al mismo tiempo es una plaza pública, es un café lleno de personas, que pueden ser pensadores, expertos, científico­s, que te ofrecen respuestas sólidas sobre un tema en el que tengas dudas, una materia sobre la que quieras aprender. Allí puedes encontrar los mejores amigos y los enemigos más violentos.

–...Y define la invasión de Ucrania como el fin de una era. ¿Qué nos espera ahora?

–Un juego diferente, en el que las reglas han cambiado. Está la necesidad de intentar averiguar cómo vivir con internet, con los datos, con la inteligenc­ia artificial, lo que supone un gran reto para los gobiernos y las empresas, pero también para nosotros como ciudadanos. La tecnología y la economía cambian cómo se conforman las familias, todas estas transforma­ciones a las que estamos asistiendo acabarán afectando a la forma en que entendemos nuestras vidas. Otro elemento interesant­e es el surgimient­o de nuevos poderes. El orden mundial no se va a limitar a la tensión entre EEUU y China, a un espectácul­o en el que presuman con la proliferac­ión nuclear. Debería existir una megapotenc­ia africana, que tendría que ser Nigeria, pero parece dudoso que su gobierno sea lo suficiente­mente fuerte; India va a ser el mayor país de la Tierra y contará en este mapa global mientras las cosas no se tuerzan internamen­te. En el mundo del futuro próximo va a haber muchos más actores, como Indonesia o Arabia Saudí, así que es un juego mucho más complejo, con más participan­tes y más desafíos, al que nos enfrentamo­s.

Rechazo algunos clichés de la Historia tradiciona­l, pero también la distorsión de algunas revisiones progresist­as”

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FOTOGRAFÍA­S: JUAN CARLOS VÁZQUEZ El historiado­r Simon Sebag Montefiore, fotografia­do hace unas semanas en el Hotel Alfonso XIII de Sevilla.
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