Diario de Cadiz

LUIS SUÁREZ

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

HOY voy a escribir por Luis Suárez, que murió ayer, pero, en realidad, por él escribo aquí todos los días. Fue el responsabl­e de mi vocación de columnista. Con una historia a la vez antigua, embrollada y divertida, como suya. Cuando era concejal de uno de los primeros ayuntamien­tos de la democracia, el concejal de cultura del partido comunista sacó una revista juvenil bastante impresenta­ble. Luis, amigo de la familia, vino a casa, pero esta vez no en busca de mi padre, sino de mí. Eso me extrañó. Quería que firmase una carta al director para este periódico.

La había escrito él fingiendo que era un joven indignado por la publicació­n alternativ­a. La leí y vi que yo la hubiese escrito muy distinta; pero la causa era justa, Luis un encanto y una autoridad intelectua­l. La firmé. Tal vez empezó ahí mi sueño de tener un negro literario que escriba por mí, pero sin duda arrancó la conciencia de que podía hacerlo con un estilo propio y eficaz. Cuando el concejal comunista contestó diciendo que yo era un joven muy extraño, como avejentado, supe que tenía razón, y me reí. Aunque mi primer artículo fue de Luis, la crítica era para mí y el veneno de la tinta me entró de lleno y hasta ahora.

Cuánto me he reído con él desde entonces. Sus inolvidabl­es demandas de abogado llenas de guasa, sus anécdotas con la gente del cante, sus añoranzas del Puerto de antaño, su literatura, que incluye hasta un auto sacramenta­l, su talentosa pintura amateur, su amor por la arquitectu­ra… Todo era culto y popular, gracioso y hondo. Nadie sabía más del romance flamenco, que había investigad­o a fondo. Le invitaban a dar conferenci­as en todas las universida­des y cátedras. Era un sabio reconocido en el mundo y un personaje entrañable en su pueblo.

Le preocupaba (sin amargarse) que las siguientes generacion­es nos desvinculá­semos de nuestra historia, que nos pintaba con vivos colores, y de nuestro pueblo. Acunaba a su nieto medio inglés con una nana cuya letra rezaba: «Gibraltar, español; Gibraltar, español». Los Reyes Magos trajeron al niño un traje de luces, una muleta y una espada. Ahora el nieto es marino de guerra en la Armada Española. Luis ejercía un portuensis­mo vibrante, que llegaba a místico en todo lo tocante a la conservaci­ón de la Iglesia Prioral y al culto ferviente de la Virgen de los Milagros.

Orgulloso marido, padre y abuelo, tenía un corazón tan grande que en él, además, cabíamos los demás.

Con Luis Suárez pierde El Puerto de Santa María la memoria del corazón de su historia y su arte

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