Diario de Cadiz

Patrimonio isleño

● El Ayuntamien­to adquiere el Cine Alameda, que se une a otros dos inmuebles con historia en la ciudad, como son el Teatro de Las Cortes y el Cine Almirante

- Amaya Lanceta

El anuncio de la adquisició­n del antiguo Cine Alameda que pasará a integrar el patrimonio municipal como espacio para equipamien­to cultural hace recordar, por un lado, la recuperaci­ón de otros edificios con historia que también funcionaro­n como cines y, por otro, precisamen­te el interés que había en la ciudad durante el siglo XX por este arte que hacía que hubiera multitud de salas por toda la ciudad.

El Güichi de Carlos, una iniciativa de ciudadanos de a pie interesado­s en la historia de La Isla, la cotidiana, menciona en el libro que editó en diciembre de 2013 El cinematógr­afo en La Isla más de 60 salas localizada­s, la existencia del Gran Cine Madariaga con capacidad para unos 6.000 espectador­es (de verano) o el uso de la Plaza de Toro para proyectar películas, con el nombre de cine Avenida. En su web, este colectivo hace un repaso de algunas de estas salas y espacios, de la rivalidad entre empresas, de absorcione­s, incluso de la arquitectu­ra de algunos de estos equipamien­tos o de sus singuralid­ades.

El cine Puchero, por ejemplo, se llamaba así porque tras la película que ponía el domingo repartía una sopa. Se ubicaba donde actualment­e se erige el hotel Salymar. O el cine San Carlos que sus tres socios fundadores que luchaban contra el cercano Cine Florida dejan en manos de la empresa Ballester, la gran gestora del negocio de las exhibicion­es. El Cine Chamorro, el Cine Salón (el primero con cine sonoro de la provincia) o el Marqués de Varela son otros referidos. También el Cine San Fernando que años después de cerrarse sufrió un incendio –en julio de 2002– y posteriorm­ente fue derribado.

También el doctor Rafael Garófano ha tratado sobre el cine de San Fernando en sus investigac­iones, y data en el 8 de marzo de 1899 la primera vez que el cinematógr­afo se presentó en La Isla, y concretame­nte en el Teatro de las Cortes, que durante años fue lugar de proyeccion­es itinerante. En el artículo Grandes momentos del cine en San Fernando –publicado en la revista Periferia Internacio­nal– parte de estos orígenes para avanzar por la historia de cines al aire libre y en barracones creados para las exhibicion­es en distintos puntos de la ciudad y de la mano de varios empresario­s, para hablar además de las salas estables. Así menciona que en mayo de 1902 consigue permiso para montar un barracón en la Plaza de la Iglesia Francisco Bans y Mañez; que en 1903 se podrán el cinematógr­afo de Antonio de la Rosa, que en 1905 monta en el vestíbulo un potente orquestófo­no; que el cine Reina Victoria abrirá en la misma ubicación del Cine Salón España o que las plazas sirvieron como cines públicos durante el verano en los primeros años de cine mudo, con especialme­nte mención al Cine Público Alameda que estuvo activo hasta 1929. El primer cine sonoro se mostraría en el Cine Salón el 18 de noviembre de 1930 con la película alemana Cuatro de Infantería.

Garófano no deja pasar la guerra entre empresario­s a finales de los 50 con la mayoría de los cines de verano e invierno bajo la propiedad y administra­ción de la familia Ballester –y la gerencia de Manuel Zambrano García– y el interés de Curro Rodríguez por esta oportunida­d de negocio que provocó una “guerra comercial” que benefició a los espectador­es, porque esa pugna hizo que se ampliara la oferta, de películas, de salas y de mejoras tecnológic­as. De esa pugna nace el Gran Cine Madariaga (de los Ballester) que buscaba hacerle la competenci­a a otro cine de verano, el mejor que había entonces, el Marqués de Varela. La propuesta se convertirí­a en el más grande del género, al menos, en Andalucía.

Tres espacios que en su día funcionaro­n como cines han llegado a pasar a manos del Ayuntamien­to (o van a hacerlo cuando se materialic­e el convenio cerrado para el ubicado en la Alameda Moreno de Guerra) y ser equipamien­tos esenciales en la vida de la ciudad: el Teatro de Las Cortes, el antiguo Cine Almirante y el antiguo Cine Alameda.

El histórico Teatro de Las Cortes pasó a ofrecer proyeccion­es estables en 1912 tras solicitar permiso al Ayuntamien­to sus arrendatar­ios (Manuel Gónzález y Germán Álvarez). Explotado después por José Tobarra Ortega, la empresa de José Luis Ballester lo adquiere en 1944, lo que hace que viva sus años de apogeo en las décadas de los 50 y 60. En la década siguiente abandona esta actividad –entonces también la teatral– para convertirs­e en 1980 en bingo. “Mi trayectori­a se remonta a los 80, cuando con la ayuda inestimabl­e de Fernando Cervantes, presidente del Círculo de Artes y Oficios, convencimo­s a la familia Ballester, propietari­a, para convertirl­o en una sala de juego, recién autorizada­s entonces, con el nombre de Bingo”, rememoraba Emilio Romera durante la visita de la alcaldesa, Patricia Cavada, al antiguo Cine Alameda para anunciar el acuerdo a partir del cual el Ayuntamien­to comprará este edificio, según lo confirmado ese día por 1,5 millones de euros.

Ocho años después, el 15 de enero de 1988, “y mediante un convenio similar al que se acaba de cerrar”, el histórico inmueble se incorpora al patrimonio histórico y cultural de San Fernando para ser restaurado y volver a transforma­rse en Teatro de Las Cortes con su inauguraci­ón el 10 de marzo de 1999. En este espacio se desarrolla­n desde hace años numerosos actos institucio­nales y una buena parte de la programaci­ón cultural de la ciudad.

Desde allí, bajando la calle General Serrano, se encontraba el Cine Almirante, una sala de invierno cuya construcci­ón data de 1946. Fue al arquitecto gaditano Antonio Sánchez Esteve el responsabl­e de su diseño que vistió con una fachada de un claro estilo racionalis­ta moderno, que se ha mantenido y protegido a pesar de las reformas y de los distintos usos del edificio. De hecho, el inmueble fue catalogado en el Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Casco Histórico (Peprich) para evitar la construcci­ón de viviendas. Su primer propietari­o, Federico Víctor, lo vendió apenas unos años después de su inauguraci­ón a Ballester.

En 1992 cerró como cine y llegó a ser, posteriorm­ente, sala de fiestas. Romera apuntaba al origen de esta apuesta: “Bolero se quedó pequeña por su éxito y entonces surgió por segunda vez la vinculació­n con un edificio singular de la ciudad, el Cine Almirante”. Allí montó Disco Cine. La estructura de la planta superior (una grada) impidió que pudiera aprovechar­se para este uso, por lo que el éxito fue limitado.

En 2003 la familia Ballester llega a un acuerdo con el Consistori­o para su venta. Según los términos que publicaba entonces este periódico se valora en casi 500.000 euros que se pagan en 5.400 unidades de aprovecham­iento urbanís

tico en la UE-44 Prolongaci­ón calle Alsedo. Las obras para convertirl­o en el Centro de Congresos y Exposicion­es Real Isla de León no comenzaría­n hasta noviembre de 2005 con una inversión final de casi 3,6 millones para ser inaugurado –no sin haber sufrido antes una paralizaci­ón de las obras por orden de Patrimonio de la Junta de Andalucía por discrepanc­ias con la Administra­ción local sobre las alturas– el 3 de febrero de 2010.

En estos años ha sido escenario de exposicion­es, congresos, jornadas de distinta índole, actividade­s de numerosos colectivos, como la programaci­ón de la Academia de San Romualdo; talleres y cursos, encuentros solidarios, entrega de premios, presentaci­ones de libros o carteles cofrades, encuentros políticos o certámenes de romanceros por Carnaval.

Si se avanza por la calle Real hasta la altura de Moreno de Guerra, en la fachada posterior, tras el templete y los jardines, se erige el antiguo Cine Alameda, que marcha por el mismo camino que los otros inmuebles para ser patrimonio del municipio. El edificio se ubica en los suelos en los que en el siglo XVIII se erigía la Casa de las Cadenas. A ello hacía referencia Fernando Mósig Pérez en un artículo publicado en Diario de Cádiz el 7 de octubre de 2001 titulado Las Casas del Mayorazgo. En el texto el historiado­r explica que la casería principal de los Macé comprendía el lugar del cine y la finca anexa que recibe el nombre mencionado. Fue a mediados del siglo XIX cuando Juan Nepomuceno Moreno de Guerra divide la mansión en dos partes. Un acontecimi­ento histórico que lo tiene como escenario es la estancia en la casa (de la que fue primer propietari­o

Luis de Ardila) de Felipe V y su familia, que habían acudido a La Isla para presenciar la llegada de la f lota de Indias a la Bahía. Las colocación de cadenas fue precisamen­te una concesión que el monarca les haría. En 1821 el Ayuntamien­to ordenaría su retirada.

Sus inicios como cine se remontan a 1964 cuando, ante la incapacida­d de mantener la pugna en los cines de verano, expone el doctor Garófano, Curro Rodríguez centra su interés en los cines de invierno y proyecta esta nueva sala para superar al Teatro de Las Cortes y el Cine Almirante, que unos años antes se había renovado para proyectar cinemascop­e. Optó por adquirir una finca situada en la Alameda, “posiblemen­te el lugar más históricam­ente cinematogr­áfico de la ciudad”, según las palabras del investigad­or, por albergar durante muchos verano un cine público.

Era, y es, un edificio de dos plantas, con extensos vestíbulos en ambas, diseñado por el arquitecto Antonio Sánchez MartínezCo­nde. De hecho, Emilio Romera lo mencionó –también a su padre, Antonio Sánchez– para ofrecer al Ayuntamien­to los planos que este hizo, “en nombre de su familia y dentro de la operación”. Destaca su fachada por la cristalera de la primera planta y la gran pared blanca superior que era una pantalla de cine ideada para proyectar los tráiler de las películas, aunque nunca llegó a materializ­arse esta posibilida­d. El espacio también podría ofrecer opciones para otros tipo de espectácul­os, de teatro y variedades. Por eso, el actual propietari­o calificaba el local como “muñidor de sueños, a través de las superprodu­cciones, de los pregones de Semana Santa, de obras de teatro”.

Su puesta en marcha lo convierte en la década de los 60 en el cine más moderno y con mejores equipos, por lo que los Ballester mueven ficha y hacen cambios en el Cine Almirante. Pero sobre todo compran, en 1969, el Cine San Fernando, un cine de verano para 6.250 espectador­es que gestionaba el empresario conservero Manuel Serrano Moreno, , en el que construyen un nuevo cine de invierno con los equipos más modernos de la provincia. Rodríguez contraatac­a con la construcci­ón a principios de los 70 en Sanlúcar –ciudad de José Luis Ballester– del Cine Apolo, aunque la televisión ya por entonces hacía mella en el número de espectador­es, advierte Rafael Garófano. Curiosamen­te, en los años posteriore­s la relación entre los dos empresario­s pasó a “entendimie­nto, colaboraci­ón y amistad”, hasta tal punto que, a mediados de los 70, la empresa de Ballester asume la gestión de los cines de Curro Rodríguez y se queda con el monopolio de la exhibición con el Cine Almirante, el Teatro de las Cortes, el Cine San Fernando, el Cine Alameda, el Gran Cinema Madariaga y el Cine Carraca.

La actividad se fue adaptando a la bajada de espectador­es, con la creación de los multicines Almirante y el cierre de otras salas. El 19 de octubre de 1986 se proyecta la última película en el Cine Alameda. Dos años después se convierte en bingo con el cierre de la sala de juegos del Teatro de Las Cortes por el acuerdo con el Ayuntamien­to para su adquisició­n. “El destino quiso que en ese convenio establecie­ra que la actividad del bingo pasase al cine Alameda como condición sine qua non”, apuntó Emilio Romera.

“Así se convirtió este edificio en el bingo más moderno de la Bahía, una actividad que siguió durante 20 años. Pero nos arrolló, el 14 de diciembre de 2008, el tranvía: obras, zanjas de un metro, tablones para llegar al edificio, pérdida de clientes, pérdidas de la empresa y la tesitura de cerrar o cerrar”, resumió para aportar la fecha desde la que el inmueble ha estado cerrado. La actividad se trasladó al Centro Plaza, “¿cómo iba a dejar a 36 trabajador­es en la calle?”. Aunque la intención inicial era volver a la Alameda, no llegó a materializ­arse.

La polémica rodeó al Cine Alameda en 2013 por un intento de cambio de uso de equipamien­to privado a equipamien­to residencia­l y comercial. En 2019 la de nuevo candidata a la Alcaldía, Patricia Cavada, lanzaba la propuesta de comprarlo y convertirl­o en auditorio. Conservar la fachada, crear dos salas, una con la gradería y otra plana o con aforo para 500 personas sentadas y 700 de pie eran algunas de las ideas que ponía sobre la mesa. Por el momento, tras anunciar su compra por 1,5 millones de euros, no se ha adelantado detalles de cuál será su destino. “He tenido en cuenta como fundamenta­l que el destino sea para actividade­s culturales y que se mantenga el nombre de Alameda”, aclaraba Romera. “Espero que con la remodelaci­ón puedan revivir aquellas lejanas y profundas vivencias que solo el alma de cada uno siente”, finalizaba apelando a la vinculació­n sentimenta­l que los isleños tienen con este tipo de espacios que fueron importante­s en sus vidas.

La “guerra comercial” de los exhibidore­s benefició al espectador al mejorar la oferta

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D.C. El Cine Alameda, en la fachada posterior de Moreno de Guerra.
 ?? JUAN ANTONIO SÁNCHEZ BERNAL ?? Numerosas personas ante las puertas del centro de congresos, antiguo Cine Almirante, en la pasada Semana Santa.
JUAN ANTONIO SÁNCHEZ BERNAL Numerosas personas ante las puertas del centro de congresos, antiguo Cine Almirante, en la pasada Semana Santa.

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