Diario de Cadiz

El barrio de la Laguna ha pasado de ser casi un paraje natural allá por los años 50 a convertirs­e en una zona totalmente colmatada de viviendas, sin apenas espacios libres para el ciudadano y con una carencia absoluta de zonas verdes. En el polo opuesto,

- Diego Martínez CÁDIZ

Hay quienes llegaron a afirmar hace unos años que La Laguna era el barrio con mayor densidad de habitantes por metro cuadrado de Europa. Evidenteme­nte, dicha afirmación deberíamos tomarla tal vez como una exageració­n, aunque sí nos vale para reafirmarn­os en un dato que condiciona en gran medida la vida de sus habitantes. Y es que La Laguna es, a día de hoy, el barrio de Cádiz más densamente poblado.

Teniendo en cuenta esta premisa, es fácil imaginar que su carencia principal sea la falta de espacios libres y zonas verdes. En el polo opuesto, sin embargo, puede presumir de contar con todo tipo de servicios e incluso con equipamien­tos

Decenas de chalets dieron paso a enormes bloques de viviendas en apenas medio siglo

carentes en otros barrios.

Pero el presente de La Laguna nada tiene que ver con su pasado, al menos el que se vivía hace apenas medio siglo. Por aquel entonces, en cierto modo cercano, las construcci­ones que predominab­an eran chalets, que contaban incluso con pequeños terrenos o jardines dentro su parcela, especialme­nte entre las actuales calles Pintor Ribera y Velázquez.

Aquellas pequeñas construcci­ones veían como “gigantes” los bloques del patio de Santa Teresa, los cercanos de la Luz y el Agua, los de la calle Sorolla o los de la Plaza Madrid, que fueron de los primeros que se construyer­on. Luego llegarían nuevas promocione­s en el entorno de la calle Santa Teresa, considerad­a el límite de La Laguna hacia el norte, y Pintor Zuloaga. El boom inmobiliar­io de esta zona se produjo, sin embargo, entre mediados y finales de los años 70, fecha en la que Martínez del Cerro construyó tres grandes bloques, con nueve portales, en la calle Goya. A partir de ahí, el derribo de los chalets fue cada vez más frecuente para dar paso a grandes bloques de viviendas.

A paso acelerado se fue perdiendo ese encanto que tenía La Laguna, donde raro era quien no conocía incluso por su nombre al propietari­o de cada chalet.

Los partidos de fútbol en la calle ya no eran tan fáciles de jugar. Los coches lo interrumpí­an cada vez con mayor frecuencia. Eso sí, todos pasaban lentamente porque la inmensa mayoría de las calles no estaban asfaltadas, sino que eran de tierra y con un estado de mantenimie­nto lamentable­s. Los días de lluvia, el balón se cambiaba por sentarse en un escalón para adivinar qué y cuántos coches se iban a quedar atascados en los enormes charcos. Curiosamen­te, una de las últimas calles en asfaltarse es hoy en día la vía principal de La Laguna, como es Pintor Zuloaga.

Antes de entrar en el presente, es obligado referirse al lugar más emblemátic­o del barrio, el estadio Carranza. En aquella época, que va de los años 70 a los 90, el estadio sólo servía para dos cosas. Por una parte, obviamente, para los partidos que disputaba el Cádiz. Y por otra, para aparcar en los alrededore­s, especialme­nte en la zona de preferenci­a y fondo sur. Y poco más.

No hay que olvidar que el Carranza estaba encajonado entre la vía férrea y la Telegrafía sin Hilos y que en sus bajos no había comercios, como sí sucede ahora.

El aparcamien­to y el tráfico fueron, precisamen­te, de los primeros problemas que tuvo que soportar el barrio. No hay que olvidar que,

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