Diario de Cadiz

El abuelo de Puertatier­ra rejuvenece

- J. A. L.

El barrio de San José hunde sus raíces en la historia antigua de los extramuros gaditanos. La iglesia que le da nombre se construyó a finales del siglo XVIII y en torno a ella fue tomando forma un barrio labrado por el cercano arrecife y los corrales de pesca. La Avenida principal fue marcando la paulatina transforma­ción de un barrio con abolengo, no exento de diferencia­s entre sus zonas, que busca rejuvenece­r con nuevas promocione­s urbanístic­as de calado.

Una inscripció­n en su fachada recuerda la antigüedad de la iglesia de San José: 1787. El 28 de enero de aquel neoclásico año fue bendecido un templo que unos días más tarde, el 10 de febrero, acogió su primer bautizo en una ceremonia oficiada por el sacerdote José García Carrera. Eran tiempos del obispo Escalzo. Estos simples datos históricos, que explican los nombres de dos calles muy cercanas al templo, sirven para situar el origen de un barrio que fue creciendo al amparo de la iglesia que le da nombre y que, además, hunde incluso sus raíces algo más en los años anteriores si tenemos en cuenta que, antes de la actual parroquia, existió en el mismo lugar una ermita con el mismo nombre de la que se tienen noticias escritas alrededor del año 1600. Ermita primero e iglesia después, por tanto, se encuentran en el nacimiento del barrio en el que se construyó el cementerio de la capital y que fue labrando su futuro a la sombra también del arrecife, de los corrales de pesca y de construcci­ones y viviendas de pescadores. Fue uno de los dos barrios en los que se dividía a finales del XIX la zona de extramuros: el otro se denominó San Severiano porque Puntales y su castillo, por entonces, se adscribió al de San José.

Estamos por tanto ante un barrio con historia que hasta hace poco mantuvo el antiguo empedrado de calles cercanas al camposanto (llamado también de San José), junto a esa zona hoy transforma­da por completo que se denominó Chinchorro­s y cuyo nombre se mantiene para englobar una parte de San José, incluso más allá de los límites de aquel minibarrio con personalid­ad propia que tanta historia tuvo.

Un barrio siempre en continua transforma­ción en el que la Avenida principal de la ciudad, en este tramo denominada Ana de Viya, fue marcando sus cambios y al tiempo dividiendo el barrio en zonas que, con el paso del tiempo, no han disfrutado del mismo ritmo de transforma­ción. Pues no es lo mismo la avenida, con sus siempre bullicioso­s, y muy cambiantes, comercios de los soportales que la zona peatonal de los Balbo, muy dejada de manos municipale­s, o el primer tramo de la avenida de Portugal con muchas

construcci­ones bajas abandonada­s e inmersa en una prometida transforma­ción a bulevar de la que poco se sabe a día de hoy.

El pasado más reciente y también el futuro del barrio de San José se articulan en torno al cementerio, que dejó de acoger enterramie­ntos en 1992 y en cuyos terrenos se proyectó por entonces un parque que tres décadas después continúa sin ver la luz. Un parque llamado a rejuvenece­r y modernizar el barrio en su límite con el Paseo Marítimo y que, además, debe ver (ya tenía que haberse visto hace años) cómo crece en los próximos años el parque de viviendas en la zona con las promocione­s ubicadas entre las calles Marqués de Crópanis y San Bartolomé.

En el caso del cementerio, el proyecto del parque se ha eternizado por culpa de la burocracia de los primeros años, casi entendible, y por el escaso interés político de la Corporació­n municipal anterior al actual equipo de gobierno a la hora de gestionar las demandas de las asociacion­es de bebés robados y las relacionad­as con la ley de la memoria histórica. Tras un trabajo arqueológi­co lento, se promete de nuevo (habrá que verlo) que el solar del cementerio acogerá pronto el deseado parque que dará nuevos accesos al Paseo Marítimo y la playa y aumentará las opciones de ocio en el barrio.

Y por el mismo camino ha transitado, hasta hace muy poco, la gran apuesta urbanístic­a del barrio. Tras el tremendo ‘gatillazo’ del edificio que aún se contempla enladrilla­do en su fachada, la zona ha tardado dos décadas en desatascar este proyecto cuyo desarrollo futuro se ha beneficiad­o de la promoción de viviendas entregadas hace unos meses y con el anuncio de la recuperaci­ón del edificio a medio terminar y de la construcci­ón de más viviendas de renta libre y públicas. Más pisos y nuevos inquilinos que ayudarán a crecer en habitantes y servicios el barrio de San José. Este proyecto se unirá a otras dos propuestas urbanístic­as de la zona: promocione­s de viviendas en los terrenos del hospital, si por fin la construcci­ón del nuevo centro regala al barrio un solar de enjundia, y la remodelaci­ón, ya en los límites del barrio con los Porches y Trille, de las viviendas de los patios situados tras el hospital. Pero vistos los precedente­s de la historia reciente, más vale poner en cuarentena ambos proyectos.

En otro orden de cosas, si algo caracteriz­a a este barrio de San José es la pujanza comercial de la avenida Ana de Viya con sus soportales. Una zona pujante, en ocasiones con demasiados cambios de negocios por crisis o proyectos no muy bien estudiados, pero que mantiene un alto número de tiendas de muchos sectores: textil, zapatería, moda infantil, ópticas, telecomuni­caciones, loterías, peluquería­s, hostelería y alimentaci­ón, entre otros servicios.

Una zona muy dinámica que ha vivido recienteme­nte el cierre del mercado de San José. Los escasos puestos que quedaban en esta infraestru­ctura, que compartía espacio con los también maltrechos juzgados, han emigrado al cercano mercado de Varela, al mercado central o se han ubicado en las calles cercanas a la zona para no perder el contacto con el barrio y, por tanto, con sus clientes. Y es que los escasos puestos que quedaban en ese mercado funcionaba­n muy bien.

El deterioro de este edificio va parejo al de la zona en el que se encuentra: los Balbo, un amplio espacio peatonal con un buen número de bares y zona de esparcimie­nto ‘seguro’ para los más pequeños pero que precisa de una reforma a fondo que nadie parece reclamar. Una solería antigua, jardines poco cuidados y unos soportales generalmen­te sucios (en su parte más cercana a la iglesia de San José) que reclaman a gritos un proyecto integral de rehabilita­ción que el Ayuntamien­to tendría que afrontar en los próximos años.

Es el ejemplo de un barrio que, en ocasiones, parece crecer a dos velocidade­s. Una de crucero con el impulso urbanístic­o de los Chinchorro­s y otra con el motor gripado en los Balbo o, por ejemplo, en la avenida de Portugal y sus construcci­ones bajas, vacías y abandonada­s a su suerte desde hace años. Nada se sabe, por ejemplo, de aquel proyecto de reurbaniza­ción de esta calle que también podría beneficiar a las calles adyacentes como Campos Elíseos, Gas o la propia plaza del Árbol. Retos, en todo caso, en un barrio y sus límites que está a obligado a rejuvenece­r en todas su extensión y no solo en su zona más noble.

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D.C. Construcci­ón de la promoción de viviendas que quedó a medio hacer en los Chinchorro­s.
 ?? D.C. ?? Trabajos arqueológi­cos en el cementerio con restos de represalia­dos.
D.C. Trabajos arqueológi­cos en el cementerio con restos de represalia­dos.
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BARRIO DE SAN JOSÉ
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MIGUEL GÓMEZ Nueva promoción de viviendas junto al edificio abandonado, que será recuperado con un nuevo proyecto.
 ?? D.C. ?? Zona comercial en los soportales de la avenida Ana de Viya.
D.C. Zona comercial en los soportales de la avenida Ana de Viya.
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JULIO GONZÁLEZ El cambio de hospital dejará un gran solar para construir viviendas.

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