El antiguo barrio que se rehizo a sí mismo
En el barrio más antiguo de Occidente sueñan con el hotel de la Casa del Almirante, con la reapertura del yacimiento arqueológico de la Casa del Obispo y con que se reanuden las medidas de promoción del empleo que puso en marcha el Plan Urban hace veinte años. Dos de sus artífices rememoran qué supuso aquella iniciativa ejemplar que lo transformó desde el máximo consenso social e institucional de todas las administraciones
Decía Fernando Quiñones que Puerta Tierra, la Cádiz moderna de extramuros, siempre le pareció junto al casco, histórica y estéticamente hablando, una cigala de plástico junto a una de verdad. Si el antiguo caserío de intramuros fuese una ostra, el barrio del Pópulo sería su perla. La pequeña ciudadela medieval amurallada de los tres arcos –el del Pópulo, el de los Blanco y el de la Rosa– presume de ser el barrio poblado ininterrumpidamente más antiguo de Occidente. Casi el único vestigio de una época oscura en la historia de la ciudad que vino a levantarse sobre la todavía enigmática Yazirat Qadis y encima de la esplendorosa Gadir fenicia y de la fastuosa Gades. Ahí, para atestiguarlo, está el Teatro Romano, descubierto en 1980, el segundo mayor de Hispania después del de Córdoba, con capacidad para unos 10.000 espectadores. La joya más preciada del valioso patrimonio histórico-artístico que atesora el barrio, hoy habitado por unos 1.800 gaditanos y disfrutado –y cada vez más pernoctado– por decenas de miles de turistas. En 2022, el Teatro Romano gaditano registró nada menos que 118.163 visitas.
Sobre la antigua mezquita se levantó la Iglesia de Santa Cruz, posteriormente convertida en Catedral.
Al lado, la Casa palacio de los Estopiñán pasa por ser la más antigua de Cádiz. Justo enfrente, el yacimiento arqueológico de la Casa del Obispo, construida sobre edificios públicos romanos que se superponen a otros fenicios-púnicos del siglo VII a. de C., desgraciadamente permanece cerrado desde hace ocho años y medio, pendiente todavía de la redacción del proyecto por parte de Urbanismo. Y en la Plaza de San Martín, la Casa palacio del Almirante, un inmueble del XVII, fruto del floreciente comercio con América, aguarda también desde hace demasiados años convertirse en hotel de lujo. Ahora la cadena Hotusa apuesta firmemente por abrirlo, se supone que en breve.
En el Arco del Pópulo todavía pueden apreciarse en los quicios las huellas de las puertas que protegían la ciudad. Allí se colocó una imagen de Nuestra Señora del Pópulo, a semejanza de una romana, bajo la que rezaba: “Ora pro pópulo”. De ahí el nombre de un barrio en el que, siglos después, el pueblo luchó por sacarlo del abandono y la marginalidad, organizado en un fuerte movimiento vecinal y gracias a una decidida actuación municipal que contó con la colaboración del resto de las instituciones y la financiación de la Unión Europea.
Por su cercanía al muelle, como en otras zonas aledañas, en El Pópulo
bulló a lo largo de los siglos un ambiente portuario y tabernario que persistió a lo largo del XX. Mientras, muchos de sus habitantes sobrevivían hacinados en condiciones más que precarias. Testigo de aquellos tiempos fue el PayPay, una sala de fiestas que terminó convertida en café teatro, auténtico templo cultural y musical, no solo del barrio, sino de la ciudad, que no hace mucho cumplió 20 años. Aquella fue sólo una de las actuaciones de aquel ingente plan de recuperación del barrio más antiguo de Cádiz.
José Ángel, Pepe Ángel, González, arquitecto y director del Plan Urban entre 1999 y 2005, y Antonio Gallardo, presidente de la Asociación de Vecinos del Pópulo durante quince años y hoy portavoz de la Plataforma de Vecinos y Amigos del barrio, nos explican cómo era en esa época y qué significó ese plan: “En los años 90, a las jovencitas no las dejaban entrar en el barrio. Había buen ambiente vecinal, pero estaba muy pisoteado porque a la vez había mucha delincuencia y mucha droga a f lor de piel. Como nadie pasaba por allí, aquello estaba muy abandonado. Pero también había una fuerte identidad de barrio y un movimiento vecinal muy bueno que fue el que nos ayudó, y al que ayudamos a hacer lo que hicimos”, recuerda Pepe Ángel.
“Había mucha infravivienda, pero el Plan Urban, que se hizo para El Pópulo y Santa María, no nos permitía meternos dentro de las fincas. Sólo podíamos tocar las fachadas. Entonces ideamos una solución. Le dijimos a los propietarios: te vamos arreglar la fachada por valor de un millón de pesetas, mientras que tú hagas obras en el interior por el mismo valor. Aceptaron, y eso provocó una gran alegría en el barrio y generó simpatía por lo que estábamos haciendo”, explica el arquitecto.
“El Ayuntamiento de Cádiz aprobó el Plan Urban en tiempos de Carlos Díaz, pero fue cuando llegó Teófila Martínez a la Alcaldía cuando vio que había que ejecutarlo. Yo estaba como representante del Colegio de Arquitectos en la comisión del plan y de ahí pasé a dirigirlo. Antonio Gallardo, que estaba al frente de la asociación de vecinos, fue el bueno de la película, la persona que mejor conocía el barrio y la que sabía qué y cómo se podía hacer; fue quien impulsó aquello con el máximo entusiasmo”, afirma Pepe Ángel. “Una de las cosas que creo que hicimos bien fue recuperar El Pópulo con sus propios vecinos. Eso le dio mucha vida”, dice con orgullo.
“El Plan Urban tenía el consenso de todas las instituciones, organizaciones y asociaciones de la ciudad”, recalca, “pero también de los particulares, de los propietarios y de los vecinos”. A la hora de convencer a los dueños de las fincas de que tenían que colaborar, Pepe Án
Los vecinos agradecen la paralización de la concesión de licencias de apartamentos turísticos