DIVERGENTE
DE las muchas definiciones de la especia humana (zoon politikon; homo sapiens, faber, ludens, oeconomicus) quizá la más inclusiva sea la Cassirer: animal simbólico. Somos la especie que organiza la realidad en una malla de imágenes, palabras y conceptos que nos la devuelven significativa y manipulable. Wittgenstein consideraba que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Nunca he llegado a comprender la filosofía, pero así a ojo creo que podría estar de acuerdo con un matiz: el ‘yo’, el ‘mío’ (lenguaje, mundo), es en gran medida el ‘nosotros’, el ‘nuestro’, pero también el ‘ellos’, el ‘suyo’. O sea, que los lenguajes que nos dan a cada uno nuestro abanico de posibilidades y de límites los recibimos de los diversos colectivos en que estamos integrados. Divago así, dominicalmente, porque estamos en periodo electoral y de invasión de discursos que quieren hacernos la realidad significativa y manipulable haciendo malabarismos con el lenguaje, el mito, la religión, la ciencia, la ética, la política y el arte (el universo simbólico). Los populismos (como los totalitarismos) adoptan la fórmula de los antiguos profetas: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Pienso en la distopía
de Veronica Roth, donde la sociedad se agrupa en facciones destinadas a evitar futuras catástrofes. Contra la agresividad está Cordialidad (algo así como el Flower Power, como Yolanda Díaz). Contra la ignorancia, Erudición (ministros/-tras ecónomos, astronautas, profesores). Contra el engaño, Verdad (la luz: Pedro Sánchez o la Tríada Matriarcal), contra el egoísmo, Abnegación (esta es la resiliente tradición cristiana, nacional y catalana), y contra la cobardía, Osadía (Vox y Bildu quizá). El problema es cuando el que va a ser iniciado descubre que todo es simulacro y no encaja en ninguna categoría. Entonces se define como Divergente y es marginado. La de Roth es una parábola seguida de una historia épica de rebelión. Lo malo es cuando uno, una, se siente Divergente y no tiene con quién juntarse. Entonces se mete en su rincón y se envuelve en una malla solipsista de símbolos como quien se hace una pajilla con Netflix, un libro o el deporte. O saca al perro.