Diario de Cadiz

MAGNÍFICA HISTORIA DE CÁDIZ

- ANTONIO MORILLO CRESPO

ME he quedado maravillad­o leyéndola. Los tiempos de Cádiz cuando quedó como último bastión independie­nte tras la invasión de las tropas napoleónic­as francesas. Dominaban la Bahía quedando San Fernando y Cádiz bloqueadas. Los franchutis bombardeab­an desde El Puerto y las bombas no alcanzaban toda la ciudad. Un fraile desde la torre de la Iglesia del Carmen veía el fogonazo y avisaba tocando una campana, pero al mismo tiempo saludaba a los sitiadores “con un consentimi­ento obsceno” (me imagino un corte de manga). Los gaditanos, al oír la campana, se ponían a salvo en las calles donde el proyectil no llegaba...

Resulta que en mi artículo anterior atribuí una anécdota al escritor García Bellido y me equivoqué. Era de nuestro ilustre paisano Antonio Alcalá Galiano (estaba leyendo dos libros a la par). Veinticinc­o estampas de la España antigua del primero y Recuerdos de un anciano del citado Galiano. Y me confundí. Pero lo pasé en grande leyendo las peripecias de los gaditanos entre febrero de 1810 hasta agosto de 1812.

Cómo se alegraban cuando los franceses con sus caballos se hundían en el fango de las salinas. Cómo la calle Ancha y la Alameda estaban atestadas de gente con gran jolgorio y se lo pasaban en grande a pesar de los pesares. Calle Ancha, lugar de reunión llenando toda la acera en corrillos. El entusiasmo con que acogieron la reunión de las Cortes. Y dice con gracia: “la primera vez que se oía en España hablar en público a otros que a los predicador­es o abogados”. La aparición y buena acogida de periódicos que contaban de

“El público se congratuló con los discursos y propuestas de la nueva Constituci­ón”

todo “y crecieron en poder”. “Con las bombas o granadas vinieron a multiplica­rse las diversione­s, abriéndose el teatro y celebrándo­se fiestas de diversas clases al aire libre”.

Ya bien entrado 1812 aumentaron los bombas y con ellas las muertes y la ruina. Cabalmente de ello “nació hacerse aún más alegre la vida”. Como algunas bombas no reventaban y se abrían, porque en vez de mucha pólvora contenían plomo y a veces se deshacían sin explotar, nació aquella célebre coplilla ‘con las bombas que tiran los fanfarrone­s/ se hacen las gaditanas tirabuzone­s’. El lugar más lejano al alcance del fuego enemigo se puso como una feria, se instaló allí hasta un tablao para música instrument­al y vocal. Incluso se inauguró un teatro.

Pero lo más grande, que todo no fueron fiestas. El público participó y se congratuló con los dictámenes, discursos y propuestas de la nueva Constituci­ón que se estaba elaborando. Aplauso y alegría con las nuevas proclamas de libertades. Memorable y entusiasta el juramento y promulgaci­ón de La Pepa, y eso a pesar de la inclemenci­a del tiempo en aquel memorable día, el viento se había desatado y soplaba como un huracán, “pero arrebatado­s de entusiasmo gritaban vivas salidos del más hondo del pecho y oían con desprecio los cañones”.

P.D. Memorable la historia de aquellos días y orgullo de pertenecer a un pueblo que supo cambiar bombas con fiestas y una dictadura mohosa con nuevos derechos y libertades.

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Estado en el que quedó el turismo.
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