Árbitro y futbolistas, ¡todos a la cárcel!
L Curioso incidente en el campo de juego de Ana de Viya entre el Sevilla y la Balompédica Linense l El gobernador civil, Luis de Armiñán, tuvo que tomar drásticas decisiones
El fútbol ha evolucionado radicalmente desde su creación en Inglaterra a finales del siglo XIX, pasando de ser un sport minoritario a un auténtico fenómeno de masas.
En Cádiz el fútbol, el foot-ball como se llamaba entonces, comenzó en 1903, curiosamente en el interior de la plaza de toros situada junto a la Mirandilla. Las páginas de Diario de Cádiz recogen la noticia de que un grupo de muchachos practicaba este deporte y anunciaba que los que quisieran jugar podían inscribirse en las taquillas de la misma plaza de toros.
En sus comienzos el fútbol era un deporte totalmente amateur y los futbolistas tenían un comportamiento extremadamente caballeroso. No existían ligas ni campeonatos oficiales, y los equipos se invitaban unos a otros a disputar algún encuentro con la consiguiente ‘revancha’ en el campo contrario. Todo tenía lugar en un ambiente de noble rivalidad y competición.
En Cádiz, por ejemplo, cuando llegaba un equipo de fuera de la población, lo habitual era que los jugadores locales acudieran a la estación de ferrocarril para recibir al equipo rival. Todos juntos tomaban el aperitivo y tras disputar el partido, en el que tampoco faltaban patadas y algunas que otra agresión, los locales despedían a los visitantes en la estación de ferrocarril. Eran años en los que los propios futbolistas pintaban las líneas del terreno de juego, de tierra por supuesto, y hasta colocaban sillas alrededor para el público.
En esos primeros años todavía existían muchas palabras en inglés para este nuevo deporte, como córner, goalkeeper o referee. Los futbolistas, por su parte, recibían ceremonioso tratamiento. En las páginas de Diario de Cádiz leemos una crónica de 1910 relativa a un encuentro entre el Cádiz Sporting Club y el Volante F.C. en la que relata “del primer equipo se distinguieron los delanteros señores Luque y Palacios, el medio señor Cabaña y el goalspeaker señor García. Del Volante, los defensas señores Tánago y Sáenz y el goalkeeper señor Fernando Guilloto”.
Pero pronto, excesivamente pronto, el fútbol dejó de lado las buenas formas y la noble competición para dar paso a la brusquedad, a la violencia y al ganar de cualquier manera. En Cádiz, en la segunda década del siglo XX, los partidos disputados entre los diferentes equipos de la ciudad terminaban con numerosos expulsados y alguna que otra agresión. Fueron años en los que esos equipos, el Español, el Cádiz, el Aurora, el Nacional o el Tiro Nacional luchaban por ser el equipo representativo de la ciudad y no se escatimaban los medios. Hasta los cronistas locales pedían que no se celebraran partidos entre equipos de nuestra ciudad por el “excesivo ardor de algunos jugadores”.
Pero el partido más curioso de esos primeros años tal vez sea el disputado en nuestra ciudad el 1 de mayo de 1935 en el campo de Ana de Viya. Fue un encuentro de desempate, clasificatorio para la Copa de España ente el Sevilla y la Balompédica Linense.
Fue llamativo que el equipo sevillano llegara a Cádiz formando expedición con sus propios directivos, los de la Federación Sur de Andalucía, el árbitro y los jueces de línea. Al frente de todos, Ramón Sánchez Pizjuán. Los de la Balona, lógicamente, sospecharon que algo se tramaba.
Comenzó el encuentro y a los diez minutos, en un lance sin importancia, el árbitro señaló penalti a favor del Sevilla. El jugador de la Balona pidió explicaciones y el referee ratificó su decisión diciendo: “Fuera del campo sinvergüenza”. Los linenses protestaron y el árbitro expulsó a otros dos jugadores, por lo que el equipo entero decidió retirase al vestuario ante tanta injusticia arbitral. El Sevilla, por su parte, también marchó a los vestuarios.
El escándalo fue de los que hacen época. El público protestó ruidosamente ante tanta injusticia mientras reclamaba a gritos el dinero de las entradas.
El gobernador civil, Luis de Armíñán, miembro del partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, presidía el encuentro y decidió saltar al terreno de juego para buscar una solución. Advirtió a todos de graves sanciones por alteración del orden público y ordenó al árbitro que continuara el encuentro admitiendo a dos de los expulsados. Pero el juez del encuentro respondió que “en el campo de juego la única autoridad soy yo y no reviso las expulsiones”.
Armiñán llamó al jefe de la Guardia de Asalto y ordenó la detención del árbitro. A continuación llamó a los jueces de línea para que arbitraran el partido, pero éstos se negaron en solidaridad con el árbitro principal. El gobernador ordenó también la
Por la noche fueron todos puestos en libertad ante la falta de más incidentes
detención de ambos.
Como solución, Armiñán buscó entre los espectadores a un antiguo futbolista gaditano, Benítez, para que actuara como árbitro del encuentro. Pero los jugadores del Sevilla afirmaron que no estaban dispuestos a seguir jugando ya que la Balona se había retirado y, por lo tanto, ellos eran los ganadores. Por si fuera poco, un directivo del Sevilla, en voz alta, dijo que el presidente del club ordenaba que no siguiera el encuentro , añadiendo, “el gobernador civil va a durar dos días en el cargo ya que Sánchez Pizjuán tiene más influencia que él”. Ante tantas insolencias, el gobernador civil llamó de nuevo a la Guardia de Asalto para ordenar la detención del equipo sevillano y de todos sus directivos.
Árbitros y jugadores estuvieron varias horas en el Depósito Carcelario y los espectadores pasaron por taquilla para retirar el importe de las entradas. Por la noche y a la vista de que no ocurrieron más incidentes y de las excusas presentadas, Luis de Armiñán, ordenó que todos fueran puestos en libertad.