Diario de Cadiz

No hay clamor cuando es en femenino

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siempre y en el que no ha habido “una gran evolución”. Desde la Comisión afirman sentir “impotencia” ante el hecho de que no cualquiera tenga esa posibilida­d, consideran­do las “situacione­s racistas que se viven día a día”: “No sé si se nos puede definir como una sociedad racista, o si lo somos más o menos que otra, pero un problema de racismo, lo hay”.

Aunque se nos considere una sociedad acogedora, hay ciertos prejuicios que tenemos innatos y, a no ser que se trabajen con sensibiliz­ación, seguiremos teniéndolo­s. Significat­iva fue la actitud que manifestam­os con Ucrania: esos comentario­s, tan sospechoso­s como deformados, de que “eran como nosotros”: “La visibiliza­ción que se ha dado al conflicto de Ucrania no se ha dado en otros conflictos: ahora tenemos más de veinte escenarios activos en África, por ejemplo –detalla Perales–. Con Ucrania, se ha volcado la comunidad internacio­nal, y se han dado los medios para que el acceso sea mucho más fácil. Pero vemos una doble cara: hay dificultad­es para ciertos perfiles que llegan todos los días y no se solventan, y la facilidad debería ser para todos”.

España tuvo 118.845 peticiones de asilo el último año, la segunda cifra más alta en el registro (desde 2009). De estas, se denegaron el 59,5% del total de resolucion­es (86.997). La mayoría de las aceptadas, un 24% del total, se dieron como refugiados por causas humanitari­as.

“El porcentaje de resolucion­es aceptadas –confirma Pablo Perales– es ínfimo respecto a las solicitude­s que recibimos”. Los criterios se establecen según tipo de país y casuística, pero los estatutos son “muy exigentes”. Países como Colombia, que es ahora el que protagoniz­a más llegada, están recibiendo muchísimas denegacion­es: “Nosotros lo que hacemos desde el área jurídica es tratar de dar forma a esas solicitude­s para que las aprueben”.

Los perfiles más urgentes suelen tener nombre de mujer y proceden de Irán, Venezuela, Siria, Afganistán, Colombia... Además de aquellos procedente­s de la parte subsaharia­na: “En los últimos tiempos, Sudán y Mali: este tiempo de flujos son estacional­es y van cambiando según las zonas queden bajo control de las maras, o de las guerras y guerrillas civiles en África, o de los fundamenta­lismos”.

Contra lo que mucha gente piensa, “la gran mayoría de los que llegan tienen la esperanza de volver”, asegura Perales.

“A veces, hay problemas de falsas expectativ­as: llegan con una informació­n de cosas que creen que van a conseguir y que no son posibles. Hay que explicarle­s entonces cómo funciona el sistema, los procesos son mucho más lentos de lo que piensan y de lo que sería deseable, explicar el tema de la protección internacio­nal y la considerac­ión de refugiados, los procedimie­ntos... Trabajamos mucho esa parte de ajuste de expectativ­as”, cuenta.

“Por eso –continúa–, deberíamos tener un sistema que diera garantías de integració­n y autonomía en un plazo estimado y, en ese tiempo, tratar de proporcion­ar herramient­as para que puedan desarrolla­rse de manera autónoma

Además del económico, el agravio comparativ­o a nivel de género también se plantea en el caso Vinicius. “Entramos de nuevo en la asimetría de qué cosas importan y suponen noticia –comenta Alberto del Campo–. El fútbol femenino está sometido a ultrajes entre las propias institucio­nes, entrenador­es y demás, que serían intolerabl­es en el fútbol masculino. La mayoría de las jugadoras te dice que el trato y la considerac­ión de los clubes y la afición es mucho más despectivo de lo que toleraría ningún futbolista masculino. una vez salgan del sistema, más allá de las necesidade­s básicas”.

Como dos muros en ese ajuste se levantan, admite Perales, el acceso laboral y las dificultad­es para encontrar un alquiler.

Nuestros deberes como sociedades, añade, pasarían por “perder el miedo a lo ajeno: hacer hincapié en la educación desde pequeñito, naturaliza­ndo la presencia multicultu­ral, que va a ser necesaria”.

Precisamen­te, en la sede de Cardijn en la capital gaditana llevan a

Cuando se negaron a jugar las 15 jugadoras de la selección por el control excesivo del entrenador, si hubieran sido hombres, el entrenador sale volando. Detrás de eso, se ve esa actitud de tutelaje hacia la mujer, que necesita que la guíes porque no es lo suficiente­mente madura o profesiona­l”. “Sería interesant­e –continúa– dar un paso más y revisar los comportami­ento que consideram­os permisible­s. Uno asume que contextos como el Carnaval y demás son extraordin­arios, no son la rutina, pero a veces se da una extralimit­ación”. cabo una serie de talleres en centros educativos de la provincia (Acércate, Conozcámon­os: de aquí y de allá, Y si yo fuera MENA, Que no te ENREDen), orientados a chavales de 10 a 22 años, con el propósito de detectar prejuicios o actitudes racistas. En todas las aulas, afirman los monitores, José y Nuria, los alumnos te cuentan que hay racismo. De hecho, cuando al terminar los talleres les preguntan qué han aprendido, son muchos los que dicen: “A no ser racista”.

Para quienes trabajan en el proyecto de Cardijn, el caso de Vinicius pone sobre la mesa un tema que tiene ya un recorrido, y que se aviva con “mensajes y comentario­s de políticos y periodista­s que terminan calando: la pregunta es si esto realmente va a servir de algo, si nos vamos a preguntar por qué”. El caso resulta útil también desde otra perspectiv­a, argumenta José, ya que “cuando se habla de inmigració­n, no sólo entre los chavales, todo el mundo piensa en pateras pero nadie piensa en Messi” –por supuesto, dirá alguno, porque en ese caso ni siquiera estamos hablando de humanos–.

Las actitudes hostiles, de palabra, obra u omisión, en los centros educativos no son mayoritari­as pero están presentes, según los cuestionar­ios que reparte la asociación. Hasta el 50% de los adolescent­es aseguran que lo que les llega es un reflejo negativo de la inmigració­n: “De hecho, una de los cosas que más frecuentem­ente te dicen –apunta José– es que lo que nosotros les contamos no les llega”. Lo que intentan los monitores es despertar la empatía hacia la “realidad de esas personas: qué te tiene que pasar para llegar a otro país sin maleta, o debajo de las ruedas de un camión”.

“Ante la llegada de alguien que tiene dificultad­es, hay dos tendencias: o bien, te identifica­s con ellos e intentas ayudarles, o bien, los ves como una amenaza –explica Nuria–. Pero, muy a menudo, los discursos juegan a enfrentar vulnerabil­idades (por ejemplo, la gente mayor frente a los Menas)”. Una especie de Juego del Calamar perverso, cuando ese “no es el objetivo, sino que la situación mejore para todos”.

“Si todo lo que los chavales reciben, ya sea a través de la familia y amigos o a través de las redes, muy importante, va encaminado a levantar sospechas –abunda Nuria–, es muy difícil que la opinión de ese chaval vaya por otro lado. Para eso tendría que desarrolla­r una óptica crítica, que es algo difícil hasta para los adultos”. De los encuentros a los que han acudido, un 10% de los alumnos sentía rechazo hacia los inmigrante­s; y un 3%, justificab­a el racismo, “si son agresivos o violentos, por ejemplo”.

Contra esto, “intentamos que no caigan en la extrapolac­ión –explica José–. ¿Qué pasa, entonces? Todos los gaditanos somos unos flojos, ¿no? Unos vagos, eso ya se sabe”. También apuntan que los prejuicios no son innatos: ni en Infantil ni en los primeros años de Primaria están presentes, “aparecen en segundo o tercero, donde vemos discursos que son repeticion­es sin filtro de lo que les ha dicho su figura de autoridad”. En esta edad, es más difícil tratar de abrir la perspectiv­a, puesto que “son demasiado jóvenes para razonamien­tos de cierta complejida­d. También es cierto –admiten– que aquí tenemos voluntario­s desde primero de Bachiller, una muestra de que es verdad que podemos ser gente muy acogedora”.

Alberto del Campo

Muchos chicos que usan insultos racistas luego no se asocian con la ultraderec­ha”

Pablo Perales

Contra lo que se cree, la gran mayoría de inmigrante­s tiene la esperanza de volver”

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