Comparsa. El barrio Calavera. Sevilla
LETRA. Alejandro Arteaga Ramírez. MÚSICA. Rafael Fernández Delis y Francisco Javier Sierra Ramírez. DIRECCIÓN. Francisco José Acosta Ramos. EL TIPO. Calaveras.
LAS COPLAS. La muerte no es el fin. Todo lo contrario, ya que todos acabaremos encontrándonos en el barrio Calavera. Con esta premisa tétrica, esta comparsa sevillana ofrece un repertorio insustancial, sobre todo por el deficiente desarrollo de las letras y de la propia idea, que al final del popurrí se acaba convirtiendo en una moraleja para vivir la vida –este año, el Concurso está siendo vitalista–. La presentación pasa desapercibida al intentar tratar con un mensaje alegre la llegada al barrio Calavera tras la muerte, en donde se encuentran a “aquellos que se marcharon y pensaban que ya los perdí”. Una fiesta en el otro mundo que, sin embargo, choca con la imagen. Pasodobles para marcharse a la otra vida. Desaprovechan una primera letra mal escrita por la equidistancia y el buenismo a la hora de tratar el conflicto de Palestina a través de una charla entre un niño palestino y otro israelita. Dos niños que en su sueño buscan “un mundo nuevo”. Muy simplona en su desarrollo la crítica al Papa Francisco por permitir la bendición de los homosexuales a partir del término ”irregular”, por lo que se quedan con la bendición de sus padres. Tanda de cuplés desagradable. Se cae el primero por el bastinazo de pedir que utilicen la lengua para comer ciertas partes. Peor es el segundo a un análisis de semen que hace su prima para saber de dónde es. El popurrí se convierte en intrascendente con el paso de las cuartetas.