Diario de Cadiz

TRIMILENAR­IA

- ENRIQUE MONTIEL

Es un derecho que cree poseer y del que nadie lo puede desposeer, en ningún caso. Esta cosa de trimilenar­ia de la zona, la construcci­ón histórica de un espacio compartido por la entrada de la mar en la tierra por medio de caños, bahías, arrecifes, playas. El mar siempre está en movimiento alterando lo que toca, unas veces lenta y dulcemente y otras del modo bravío del pasado jueves. En definitiva que nos imaginamos cómo era este lugar hace tres mil años dado que en ese origen está la formación de la primera ciudad de Occidente, hecha por los fenicios, pueblo del hondón del Mediterrán­eo que puso en este lugar el No Más Allá, o sea, una suerte de hasta aquí hemos llegado y no se irá más para allá porque más para allá sólo está el engañoso mar que llamamos océano, lleno de enormes monstruos marinos. Los fenicios demuestran que una cosa es lo antiguo y otra lo viejo. Es lo viejo lo inservible y lo antiguo lo prestigios­o. Quien tiene algo antiguo tiene un tesoro. Es como el óleo de un general que ganara una batalla, el valioso mantón de Manila que trajo de regalo el almirante a tatarabuel­a María de la Concepción y que conservamo­s como oro en paño en la cómoda de fragante caoba del salón de recibir, estas cosas. Un poco como el llamado castillo de Sancti-petri, que nunca lo fue. Con el argumento nada jurídico de que los chiclanero­s lo veían desde su playa y la Isla no tenía playa, que era de “los militares”, ejercieron una suerte de apropiació­n indebida de su recorte fotográfic­o sobre el sol poniente. Hace ya años que se sentenció que el enclave era de la vecina San Fernando pero qué va, había surgido una especie de irredentis­mo chiclanero que ha adoptado el alcalde Román, vamos, que se lo va a llevar a FITUR como emblema de la localidad, porque además con ello Chiclana se autoinvita a lo trimilenar­io, pues además se ha inaugurado un mirador de restos fenicios. El todo lo forman las partes, al parecer. Y el islote, que no castillo, dicen que fue el Templo de Hércules, lo que ya pone lo antiguo en la cúspide. Digo que no queda nada, ni una triste piedra de aquel templo de la antigüedad, pero si hay anotacione­s en viejos libros y conclusion­es de estudiosos diversos que así lo atestiguan. Al dios Melkart se iba como de romería desde los humildes caseríos de lo que luego sería Cádiz y la Isla. Y debemos suponer, igualmente, desde Chiclana y Puerto Real, que no sé si ya está pensando en trimilenar­ia para el escudo de su ciudad. Que tengan éxito pero no creo que sea como cuando llevaron de Diputación un atún de la almadraba de más de 200 kilos y allí, delante de todos, le hicieron el ronqueo y se lo comieron. Cosas.

Hace años que se sentenció que el enclave era de la vecina San Fernando

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