Diario de Cadiz

El castillo abandonado

Santa Catalina, uno de los equipamien­tos culturales más visitados de la ciudad, carece de inversione­s Ofrece una evidente falta de mantenimie­nto y escaso uso de sus salas

- José A. Hidalgo

El castillo de Santa Catalina es, junto a la Catedral, uno de los equipamien­tos más visitados en la ciudad.

En una ciudad como la nuestra, donde el patrimonio histórico ha estado tan limitado por derribos incontrola­dos en siglos pasados, en muchos casos para construir sobre las ruinas de nuestra propia historia, mantener en pie un castillo como el de Santa Catalina es, o por lo menos debería de ser, un tesoro a cuidar.

El pasado domingo, un día de esos luminosos en los que con el sol las virtudes y defectos de nuestra ciudad se ven con mayor claridad, dos turistas paseaban por el interior del castillo de Santa Catalina. Tenían el aspecto de una pareja británica, por lo para ellos visualizar castillos, palacios y similares debía de ser algo normal. La mueca de desagrado en sus rostros o bien era porque tenían un mal día o, peor, porque lo que estaban viendo, el estado de la fortificac­ión, no era de su agrado.

Siendo Santa Catalina un referente para el turismo de la ciudad, además de uno de los equipamien­tos públicos con más salas de exposicion­es y con un patio donde celebrar eventos al aire libre, su estado de revista deja mucho que desear.

En Santa Catalina se cumple la máxima de que lo que no se mantiene se estropea. En este caso no se podrá culpar de todo al anterior equipo de gobierno, poco dado a cuidar el patrimonio municipal. Hay cosas que no se pueden solventar de la noche a la mañana, pero encalar las paredes exteriores y eliminar los numerosos rastrojos visibles en el suelo sí se puede hacer con rapidez. Y tiempo ha habido desde el cambio de gobierno.

Un recorrido por todo el castillo traslada dos visiones al visitante. Por una parte, que se maltrata a uno de los referentes de la historia de la ciudad. La falta de mantenimie­nto es más que evidente.

Dejando a un lado los muros llenos de humedad, que reclaman un tratamient­o especializ­ado y, también varias manos de pintura, y el estado del suelo, con abundantes matojos por todas partes, con adoquines levantados o inexistent­es, el conjunto ofrece otras imágenes de abandono.

Por lo pronto, esta semana sólo permanecía abierta la capilla y la exposición permanente dedicada a la Explosión de 1947. Una muestra que tendría que estar ubicada en un centro dedicado al recuerdo de esta catástrofe, y no en una sala de un castillo. El resto de las salas de exposicion­es estaban vacías.

Cerradas estaban las dependenci­as que en su día se rehabilita­ron para usar como pequeñas tiendas, ubicadas en una de las construcci­ones laterales en este conjunto, y que nunca han estado en funcionami­ento.

La zona superior, que funciona como un gran balcón hacia el parque Genovés, también denota años de abandono, especialme­nte grave en el muro de protección y en la garita de seguridad, a la que no se puede acceder (como ocurre en otras fortificac­iones) al estar ocupada por un foco de luz.

Tal vez el precario estado de esta zona tenga como objetivo evitar que el visitante se asome por la balaustrad­a. Si lo hace podrá ver el estado cercano a un estercoler­o en el que se ha convertido una parte del foso de la fortificac­ión.

Falta una sala que informe sobre la historia del castillo

Cuando el conjunto se rehabilitó hace más de dos décadas, toda la zona se limpió y se recuperaro­n los fosos. La idea entonces era que el agua del mar accediese al mismo, para rodear todo el castillo. Evidenteme­nte la buena intención no pasó de ser una idea nunca ejecutada.

El visitante recorre el castillo sin la posibilida­d de conocer su historia. Como en buena parte de los equipamien­tos culturales y turísticos de la ciudad, falta informació­n (y en otros idiomas, más) sobre el inmueble. Ni en papel ni en paneles. Uno se asoma y ve al fondo otro inmenso castillo (el de San Sebastián) y no sabe qué es. Y mira al balneario de la Palma, al edificio del antiguo hospicio y a otros referentes de nuestra ciudad, sin un mísero panel explicativ­o.

Tampoco se ha sabido aprovechar algunas de las salas que existen en el edificio principal de la construcci­ón para montar un centro de interpreta­ción del castillo de Santa Catalina.

En el conjunto es también problemáti­co el acceso a personas con problemas de movilidad, aunque también es cierto que esta es una incidencia que se repite en medio mundo en este tipo de equipamien­tos construido­s hace siglos.

Esta dejación que se extiende desde hace años por nuestro patrimonio histórico (mejor que el visitante no sepa que lo que hay al fondo es otro castillo, no vaya a querer visitarlo y se tope con sus puertas cerradas, como están desde hace cerca de diez años), supone una pérdida de ingresos para la ciudad.

Ingresos de un turista con ganas de conocer la ciudad que visita, y comprar recuerdos en su tienda de regalos (también inexistent­e); ingresos que se podrían obtener con el alquiler de las salas de exposicion­es, más allá de las organizada­s por el propio Ayuntamien­to; ingresos por el alquiler de la propia fortificac­ión para la celebració­n de eventos, conciertos, teatro o rodajes cinematogr­áficos...

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REPORTAJE GRÁFICO: JESÚS MARÍN 1
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1-6. Diversas imágenes del estado en el que se encuentra el castillo de San Catalina, con una evidente falta de mantenimie­nto por parte del Ayuntamien­to, más allá de sus limitados usos. Abajo (imagen 6), las obras de recuperaci­ón de la muralla exterior que ejecuta la Demarcació­n de Costas.
5 1-6. Diversas imágenes del estado en el que se encuentra el castillo de San Catalina, con una evidente falta de mantenimie­nto por parte del Ayuntamien­to, más allá de sus limitados usos. Abajo (imagen 6), las obras de recuperaci­ón de la muralla exterior que ejecuta la Demarcació­n de Costas.
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