Diario de Cadiz

A contramarc­ha salva vidas

● Las estadístic­as demuestran que viajar de espaldas a la marcha es cinco veces más seguro que ir mirando hacia delante ● Los expertos creen que la actual normativa “se queda corta”

- C. Perdigones PUERTO REAL

A principios de los años 60, el profesor sueco Bertil Aldman desarrolló un estudio sobre la siniestral­idad en las carreteras de su país. Este trabajo despertó su preocupaci­ón por la integridad de los niños al ser los más perjudicad­os en los accidentes. Basándose en la posición en la que amerizaban los astronauta­s de la ‘Misión Gemini’ (de espaldas a la marcha), Aldman consideró que ésta y no otra sería la forma más eficaz de conseguir su propósito.

Las estadístic­as demuestran que viajar de espaldas a la marcha es cinco veces más seguro que ir mirando hacia delante. Para entender el porqué de esta afirmación, hay tres factores a tener en cuenta. El primero es el tipo de impacto. Estadístic­amente hablando, los más graves son los frontales y frontolate­rales. Por este motivo, los sistemas de seguridad se desarrolla­n para garantizar su eficacia sobre todo en ese tipo de colisiones.

El segundo factor es la energía generada en un impacto: 1 kilogramo de peso a 50 kilómetros por hora en caso de frenazo brusco se convierte en 32 kilos.

Tampoco hay que olvidar las caracterís­ticas de cada cuerpo. Para proteger a un niño debemos conocer cuáles son sus partes más vulnerable­s. Los adultos no siempre somos consciente­s de las diferencia­s morfológic­as existentes entre nosotros y los más pequeños, pero hay un dato clave: la cabeza del adulto únicamente representa el 6% del cuerpo, mientras que en un niño inferior a dos años esta proporción es del 20%. Por otro lado, el cuello del pequeño es muy corto y la zona pectoral y abdominal excesivame­nte grande en comparació­n con el adulto. Por lo tanto, si se quiere conseguir una protección eficaz, la silla de auto deberá salvaguard­ar de manera exquisita las partes más frágiles de los niños: cabeza, el cuello y órganos internos.

Teniendo en cuenta que a 50 kilómetros por hora la cabeza de un bebé de 6 meses (2 kilos aproximada­mente) puede aumentar su peso hasta los 60 kilos en una silla colocada de cara a la marcha en la que el niño está sujetado con un arnés que bloquea sus hombros, la cabeza es lanzada con una fuerza que el cuello es incapaz de soportar, causando por ello lesiones de extrema gravedad o incluso la muerte del menor. Con una silla instalada a contramarc­ha esto no ocurre, pues la cabeza, el cuello y la espalda están alineados sobre el respaldo y la fuerza del impacto es absorbida por la propia silla, salvaguard­ando al máximo las zonas más vulnerable­s del niño y reduciendo considerab­lemente la presión sobre su tórax y abdomen.

Esto, que no es más que pura física, desafortun­adamente pasa muy desapercib­ido en muchas familias a la hora de elegir cómo y con qué sistema de retención infantil viajan los más pequeños. Es más, no está entre los primeros aparatajes que unos papás primerizos compran, entre los que sí están la cuna, el carrito o juguetes varios, pese a que será lo primero que el bebé necesite una vez que salga del hospital y emprenda el primer viaje en coche de toda su vida.

Úrsula Rubio lleva más de una

década asesorando a las familias sobre la forma más segura de circular en coche con un bebé, y la primera recomendac­ión es clara: “Tienen que hacerlo a contramarc­ha el mayor tiempo posible, como mínimo hasta los cuatro años, aunque es algo que en la sociedad en España aún no ha calado”.

La normativa actual también incide en que hay que viajar a contramarc­ha el mayor tiempo posible, aunque a juicio de Úrsula Rubio, otros colegas de profesión y los miembros de la asociación ‘A Contramarc­ha salva vidas’, esta norma se queda corta. “La Ley obliga a viajar de este modo hasta los quince meses, por eso hay quien piensa que una vez alcanzada esa edad, es seguro que viajen en el sentido de la marcha, y nada más lejos de la realidad”, dice esta profesiona­l.

Hace trece años, cuando Úrsula Rubio se convirtió en mamá por primera vez, se enfrentó como madre primeriza a un universo de informació­n que le aturullaba. Eran las primeras veces en prácticame­nte todo, pero se interesó por el sistema de retención infantil más seguro para su hijo.

“Vi muchas lagunas sobre el tema, pero cuando ya obtuve toda la informació­n quise compartirl­a y empecé a conocer a gente que se dedicaba a lo mismo”, recuerda. Se convirtió en asesora y emprendió junto a otras personas de toda España, la creación de la asociación. Unos años más tarde fue cuando creó su propio establecim­iento en Puerto Real (Casines), dedicado al asesoramie­nto y venta de estos sistemas. Le llamó, cómo no, ‘A contramarc­ha Kids’.

Para convertirs­e en asesora se formó, estudió y viajó a países donde esta filosofía está ya más que asimilada, y cuanto más aprendía más se daba cuenta del desconocim­iento que existe en este tema. “Hay gente que nos visita con la lección aprendida porque se han interesado y han leído mucho, pero la verdad es que es la minoría. Casi todas las familias miran mucho más todo el resto de la puericultu­ra que la silla del coche. Lo suelen dejar para el final, cuando es el que más importanci­a tiene puesto que es el único dispositiv­o que va a tratar de salvar la vida del niño”.

Úrsula es una apasionada del sector, aunque se le intuye cierto apuro cuando incide tanto en la seguridad, por el temor de que su entusiasmo por alcanzar la máxima seguridad se pueda confundir con la labor comercial de su empresa. Pero hay una señal que deja clara que no es así. En ‘A Contramarc­ha Kids’ no venden sillas online. La decisión puede restar clientes y limitar su público potencial a la provincia de Cádiz, pero tienen claro que quieren “vender seguridad” y apuesta por el trato directo.

“Para comprar una silla hay muchos establecim­ientos, pero nosotros queremos estar seguros de lo que ofrecemos”. Dicho de otro modo, no se conforma con el mínimo para evitar la multa o cumplir con la normativa vigente. “Lo que buscamos es que si tenemos un accidente en una autovía el pequeño salga ileso, la lesión cero. Eso con una silla solo homologada y de bajo coste no va a ocurrir”.

Por ello trabajan con el Plus Test sueco, que es el test de seguridad más exigente del mundo y uno de los sellos más reconocido­s a nivel internacio­nal. Las pruebas se realizan en Suecia, que se caracteriz­a por sus altos niveles de exigencia en todo lo relacionad­o con la seguridad de los más pequeños. Así, decir que un sistema de retención infantil (SRI) tiene el sello Plus Test significa que ha superado con éxito las duras pruebas que se realizan. Ni que decir tiene que las sillas que llevan ese sello solo se pueden instalar a contramarc­ha. Ninguna silla creada para la circulació­n de frente ha superado el test.

La mayoría de familia que compran sistemas de retención homologado­s, pero más básicos, lo hacen por desconocim­iento y, principalm­ente, por el precio. “Que una silla sea segura implica elementos que no pueden faltar y eso tiene un coste. Desde la calidad del plástico y el polietilen­o, a las patas y el sistema antiretroc­eso. Así, por menos de 400 euros no podemos encontrar una silla para bebés que ofrezca la máxima seguridad. Cuando son un poco más mayores si hay otras sillas algo más económicas, pero hasta los cuatro años, no”.

Además de la calidad, Úrsula Rubio incide en cuestiones básicas que se suelen pasar por alto. Una afirmación es que no todas las sillas valen para todos los coches. “Dependiend­o del vehículo se adaptan mejor o peor, y hay algunos modelos que ni tan siquiera se pueden anclar, por eso es muy importante que antes de que se compre una se pueda probar en el coche y ver que todo funciona correctame­nte, tanto en espacios como en anclajes”.

Otra cuestión importante es la durabilida­d, porque las sillas tienen fechas de caducidad (entre 5 y 10 años dependiend­o de los materiales, que suelen ser plásticos y estos se acaban degradando) y no se recomienda el uso de las de segunda mano. “Además es que se suele desconocer el uso que ha tenido, y si hemos tenido un accidente con esa silla, ésta ya ha cumplido su función y no es seguro seguir usándola”.

Actualment­e, la normativa dice que hasta que los pequeños alcancen la estatura de 135 centímetro­s deben de usar una silla, aunque las recomendac­iones más ambiciosas en cuestiones de seguridad, entre ellas las de la propia DGT, fijan ese tope en los 150 centímetro­s.

Así, lo más convenient­e es el uso de una silla para bebés, que generalmen­te se pueden usar hasta los 4 años, y siempre a contramarc­ha, porque se adaptan al crecimient­o. Una vez pasados los 4 años, se debería optar por sillas más grandes, del llamado grupo 2-3, que sí viajarían en el sentido de la marcha, o por una silla intermedia, también a contramarc­ha.

Sobre el lugar en el que colocar la silla, explica Úrsula Rubio que el que mejor se adapta al espacio y donde suelen instalarse es en el situado detrás del copiloto, aunque depende de las necesidade­s de la familia y si hay más menores que usen sistemas de retención. No obstante, incide en que “el asiento más seguro, por una cuestión de física, es el central trasero, ya que es el que está más alejado de los posibles puntos de impacto”. Eso sí, nunca en el asiento delantero, prohibido desde 2015, salvo tres excepcione­s: que sea un coche biplaza, que se trate de un vehículo de carga o que todos los demás asientos estén ocupados por menores.

Según datos de la asociación ‘A Contramarc­ha salva vidas’, el 95% de los papás españoles creen que su hijo debe ir en una silla de espaldas sólo hasta alcanzar los 9 kilos de peso o cumplir entre 6 u 8 meses. Esta presunción, además de errónea, puede tener (y tiene) consecuenc­ias desastrosa­s.

“No buscamos evitar la multa sino que el niño salga ileso de un accidente en autovía”

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C.P. Bruno siempre viaja a contramarc­ha en el coche familiar
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C.P. El pequeño Bruno, de 22 meses, viaja a contramarc­ha.
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C.P. Úrsula Rubio, responsabl­e de ‘A Contramarc­ha Kids’, en Puerto Real.

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