TOMEMOS NOTA
Escuchar al arqueólogo Marco Antonio (vaya nombre premonitorio) Bernal, director del proyecto Paleomágina en el pueblo jiennense de Bedmar, y sentir cómo cuenta las características y los fines de esa iniciativa, acrecienta las esperanzas en el futuro del ser humano y del hogar que nos aloja, la Tierra. Fue el jueves pasado, en el palacio de Congresos y dentro del ciclo ‘Una cita con la Arqueología’ que tan entusiásticamente organiza la Asociación Profesional del Patrimonio Histórico Arqueológico de Cádiz con la colaboración del Ayuntamiento isleño, en jornadas mensuales hasta marzo.
El arqueólogo nos mostró en su charla la manera en que unas inquietudes que aparentemente pertenecen sólo a unos pocos ‘frikis’ enganchados a las piedras y el patrimonio pueden favorecer desde el principio a todo el entorno social y económico de, por ejemplo, una cueva en la que han aparecido restos de ocupación humana desde hace miles de años. El movimiento cultural que se desarrolla alrededor de un yacimiento en mitad de una zona rural y limitada, cuando se le da la importancia debida, impulsa todos los demás resortes que un pueblo necesita para vivir: el amor por la propia historia, el movimiento entre docentes y profesionales del sector, el atractivo para los demás, el entretenimiento para los mayores, la instrucción para los niños, la riqueza modesta pero constante que atrae para sectores como la hostelería, y sobre todo, la toma de conciencia de la importancia que tiene sentir que pertenecemos a un territorio y que somos producto de su historia, y que el patrimonio es algo más que el dinero contante, algo espiritual que no está reñido con lo crematístico sino todo lo contrario. Nos parece algo ejemplar en su modestia, como una muestra de la verdad de refranes tan manidos como el de “querer es poder”, sobre todo porque resalta la fundamental importancia de querer.
Y mientras escuchaba a Marco Antonio Bernal no podía menos que lamentar de qué pobre manera se refleja ese amor por el patrimonio entre la sociedad isleña. Claro que hay esforzados defensores de esa larga historia que nos ha formado desde los lejanos tiempos es que el templo de Hércules-melkart atraía a este rincón a viajeros procedentes de todos los rincones desde mucho antes del Imperio romano. Pero necesitamos de más iniciativas como la celebración de estas citas arqueológicas, para que no se vuelvan a repetir atentados como el que enterró hace más de una década bajo un novísimo campo de hockey a un antiquísimo poblado de la Edad del Bronce.
No podía sino lamentar de qué pobre manera se refleja el amor por el patrimonio aquí