Chirigota. Que no se pierda la carga. Cádiz

que defina más a un gaditano que las cargas. Pero hasta para hacerlas hay que tener arte. Y en Cádiz no hay persona más cargante que Antonio Reguera. Sergio Mora se estrena como autor en solitario con una chirigota que se queda corta en sus pretensiones, a pesar de las enormes posibilidades que tiene la idea. Pero, al final, las cargas apenas aparecen, por lo que se acaba perdiendo el sentido del tipo. Solo tienen sitio las pequeñas cargas en la presentación, quizás lo mejor del pase, al contar las cosas del Concurso, como que el sonido de Onda Cádiz es “un mojón” o que las autoridades han llegado puntuales al palco “a pesar del retraso”. A partir de ahí, las coplas van cayendo en picado. Con una música de pasodoble rara en algunos pasajes, las letras son flojitas. Enlazan las cargas para mostrar la forma de ser del gaditano en la primera, con cargas en su vida por los problemas de la ciudad, por lo que va “por dentro cargando con sus heridas”. Tampoco luce el segundo a su princesa, a la que le dicen que fue su abuela la que empezó la lucha por sus derechos, por lo que quieren que en su reino nadie la acose ni se juegue la vida por disfrutar de ellos. Siguen en declive con los cuplés, en los que se han perdido los pajilleros en Cortadura por el Eurovelo y una mujer acaba trabajando en el ‘Mamma Pronto’ por la fama que tiene –sin palabras–. Las cargas a través de la historia de Cádiz se van diluyendo con el paso de las cuartetas en el popurrí . No hay olas. La carga supera a la pena.