Diario de Cadiz

¡¡POR NOSOTROS, SEÑORES!!

- PEPE MATA

Un factor importante que siempre se ha valorado y que se debe seguir apreciando en el popurrí es el engarce entre las distintas cuartetas, más incluso diría yo que las propias músicas, ya que estas, como saben, no son obligatori­amente originales, si bien es cierto que cada vez son más los autores que apuestan por hacerlas inéditas y de su propia creación. Es evidente que los popurrís, al ser la pieza más extensa, suele ser la que más trabajo genera en los autores; sobre todo, por lo difícil que resulta acaparar la atención del aficionado, tanto en la temática como en las melodías selecciona­das para acompañar los mensajes. Incidiendo en lo de las uniones de las distintas músicas, lo que más me llama la atención es el engarce entre la penúltima y la última cuarteta que, en muchas agrupacion­es, ya casi ni existe. Amparándos­e en el falso final y con la intención de buscar un aplauso adicional, las guitarras se paran y la percusión eterniza el compás a modo de pasacalles; he visto a componente­s que incluso se ponen a beber agua antes de disponerse a interpreta­r ese broche final con el que termina el repertorio. La indicación que sirve de contraseña al grupo para saber cuándo se retoma el cante después de haber parado, suelen ser los dos bombazos de rigor. Algo también digno de mención son las expresione­s típicas que entre una y otra cuarteta suelen pronunciar los distintos componente­s con frases tan manidas como: “Vamos a hacerlos bonito, señores” o “venga, por nosotros, eh”.

Muy lejos de la deseada originalid­ad por la que todos suspiramos, en algunos grupos, la última cuarteta se convierte en un reiterado argumento para sincerarse, para aclarar que todo lo que se ha dicho es producto de carnaval, para pedir perdón por todo lo que haya sentado mal o para retirarse con una tremenda pena al rincón del barrio o de la localidad de la que uno procede. Sé que es lo tradiciona­l y habrá quien piense que así debe seguir siendo, opinión más que respetable, otros, en cambio, consideram­os más apropiado aportar algo nuevo y no reiterarse en las mismas expresione­s y formas que no aportan demasiado. En cualquier caso, como todo en la vida, quizás en el término medio esté la virtud. Conseguir la fusión entre lo nuevo y lo tradiciona­l evitando las reincidenc­ias a las que he aludido sería un objetivo más que loable.

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