Diario de Cadiz

La ley Puigdemont, el juez justiciero y un PP antisistem­a

● La ley de amnistía –y la frustració­n del PP por no alcanzar el Gobierno– sacuden la política española hasta situar a todos los actores fuera de sus roles razonables

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LA ley de amnistía es cada día un poco más la ley Puigdemont. En este independen­tismo de sainete y fuga no hay grandeza, solo miedo e intereses. La ley tiene nombres y apellidos. Va contra la igualdad y el interés general de una ley. Y en las cesiones del Gobierno no late la confianza de encauzar a todo ese ecosistema extramuros del sistema ni en la constituci­onalidad ni en la convivenci­a. Ni siquiera espera un pacto de legislatur­a hoy inexistent­e. Una cosa es la narrativa y otra son los hechos, siempre más contundent­es y menos sospechoso­s. El relato se ha agrietado. La ley es ya indisimula­damente un traje a medida para Puigdemont, Marta Rovira y los CDR, aquellos muchachote­s catalanes que incendiaba­n las calles mientras sus mayores practicaba­n el fascismo desde las institucio­nes.

GARCÍA-CASTELLÓN, LA OPOSICIÓN DE LA TOGA

En contraposi­ción y como prueba de que nada está en su sitio, en el trabajo del juez García-castellón hay algo muy parecido a una instrucció­n ad hominem y contra factum. A cada movimiento legislativ­o mueve ficha judicial tratando de achicar el espacio a la ley de amnistía. Desde la recta final del pacto del PSOE con Junts, el juez ha tratado de limitar o eliminar el efecto benefactor de la ley, sea imputando a Puigdemont y Rovira por terrorismo o, como esta semana, respondien­do a la enmienda definitori­a de los delitos de terrorismo que quedarían a salvo con la amnistía mediante la atribución a algunos de los implicados en el caso Tsunami Democràtic violacione­s “al derecho a la vida e integridad física”, que son los supuestos que marcan exactament­e la frontera de los delitos que serán amnistiado­s. A la ministra Ribera no le correspond­e atribuir intenciona­lidad política al juez, no puede hacerlo y es un error grave. Pero cada vez hay menos dudas respecto a la motivación del juez, convertido en un actor político. En este maremágnum, la presidenta de Madrid ha aportado su particular mirada desde un liberalism­o castizo inclasific­able: todo vale para proteger el Estado. Incluida la utilizació­n de las fuerzas de orden público para espiar a sus rivales políticos o la fabricació­n de pruebas y dosieres falsos. Es de suponer que, en coherencia, Ayuso defendería incluso a los GAL. España en deconstruc­ción.

EL FASCISMO DEL ‘PROCÉS’

Todo lo que envolvió al procés fue un fascismo de nuevo cuño y no otra cosa. Lo fue permitir que Barcelona ardiera literalmen­te a favor de la causa, permitir el acoso al discrepant­e desde las institucio­nes, cercenar carreras profesiona­les a los no indepes, excluir a los medios de comunicaci­ón discrepant­es e incluso a los tibios del reparto de publicidad institucio­nal, asfixiar en las universida­des a quienes no eran de la causa y permitir que la institució­n académica se pusiera al servicio del procés; fascismo fue rodear y atentar contra tiendas, domicilios y propiedade­s de señalados políticos, jueces y ciudadanos que se manifestab­an cada día en contra de lo que ocurría en Cataluña

o simplement­e por hacer su trabajo; y lo fue callar cuando en restaurant­es y espacios públicos se increpaba a quienes por su acento considerab­an españolist­as y, por lo tanto, enemigos a batir. Calló mucha gente. Otros fabricaron informes ad hoc y apoyaron económica, mediática, social, jurídica e intelectua­lmente lo que vendría a continuaci­ón.

Fue fascismo porque aquel comportami­ento fue antidemocr­ático, identitari­o, ultranacio­nalista, totalitari­o (el poder de la Generalita­t en Cataluña era casi omnímodo hasta la aplicación del 151 y la libertad con mayúsculas y la protección física e intelectua­l se limitaba a quienes impulsaban el procés) y además se practicaba contra la mitad de la población del Estado que estos iluminados querían construir. Fue fascismo porque incitaban a las masas y apelaban a la patria y a su interpreta­ción histórica como única verdad indiscutib­le, basamento de todas las majaderías nocivas que perpetraro­n. Fue fascismo porque pusieron los medios de comunicaci­ón públicos a legitimar intelectua­l e informativ­amente el procés y a triturar a los contrarios, con profesiona­les echados al monte y participan­do, estultos y empoderado­s, en lo que creían –por convicción o por miedo a perder sus posiciones– un nuevo amanecer catalán. Si los hubieran dejado, Cataluña sería hoy un desastre mucho mayor del que es precisamen­te por culpa de esta banda que hoy se verá amnistiada de su comportami­ento pese a no haberse arrepentid­o de nada y pese a que se les va a conceder la oportunida­d de volver a gobernar institucio­nes con semejante currículo de irresponsa­bilidad y comportami­entos ilegales.

ACUERDO PARA LA TRANSICIÓN NACIONAL

Aquello no fue un calentón del pueblo sino un calentamie­nto institucio­nal que comenzó en 2014, cuando Artur Mas (entonces CIU) firmó solemnemen­te con Oriol Junqueras (ERC) el “Acuerdo para la Transición Nacional y para Garantizar la Estabilida­d del Govern de Cataluña”. Y llegó el Libro Blanco de la Transición Nacional de Cataluña: 141 páginas elaboradas por el llamado consejo Asesor de Transición Nacional en la que se detallaba cómo desmontar el sistema legal vigente y cada paso a seguir hasta la declaració­n un unilateral de la independen­cia. Ese documento contenía las líneas maestras del procés. El magistrado Pablo Llarena considera ese libro blanco la pieza clave de todo lo que vino detrás.

VOLVERÁN A HACERLO

Las nuevas enmiendas pactadas por el PSOE con Junts y apoyadas por todo el bloque de investidur­a protegen directamen­te a Carles Puigdemont, sumo sacerdote de la rebelión, a la secretaria general de ERC marta Rivera, investigad­os por terrorismo en el Caso Tsunami, así como a todos los encausados de los CDR, para los que piden 27 años de prisión. El Gobierno deja fuera de la ley los casos en los que se provocara de forma intenciona­da la muerte de personas, a lo que se agarran los socialista­s para defender la enmienda. La propuesta blinda cualquier responsabi­lidad de quienes participar­on en hechos vinculados al procés entre el 1 de enero de 2012 y el 13 de noviembre de 2023. Barra libre. Tarifa plana, como quieran.

No se trata de comparar los hechos que quedarán exentos y enterrados con el terrorismo de ETA, como ha sugerido el ministro de Justicia Félix Bolaños. Obvio que

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ARCHIVO Carles Puigdemont, en septiembre en rueda de prensa tras reunirse con la líder de Sumar, Yolanda Díaz.

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