CONTRA EL TC Y CONTRA LO QUE SEA
no son hechos comparables. De lo que se trata es de aislarse por un momento del estado de necesidad de los siete escaños de Junts y pensar si todo lo que ocurrió merece el tratamiento legal que se le va a conceder. La otra cuestión es admitir que todo este desgaste permite la supervivencia vicaria de la legislatura pero no siembra nada para el futuro. No hay arrepentimiento, ni una consideración sobre los excesos ni respeto hacia el Estado que les va a borrar todos sus delitos, no hay un guiño, algo que pudiera interpretarse en el camino correcto. Volverán a hacerlo. Con otro ropaje y otras maneras, pero si tienen la oportunidad volverán a hacerlo. Y no se habrá construido nada ni se habrá recuperado la convivencia. Es cuestión de tiempo y de oportunidad.
Llegado el momento tendrá que decidir el TC sobre la amnistía (y sobre el caso ERE, posiblemente antes del verano), pero lo hará con plomo en las alas. El PP ha extremado su estrategia contra el tribunal, en una deslegitimación anticipada del órgano y de su sentencia.
Pero por lo visto el acoso a los jueces solo es lo que hacen los otros. Son disparates mayores afirmar que el TC es “el cáncer del Estado de Derecho” (González Pons) o que “es normal” dudar de la imparcialidad del tribunal (Miguel Tellado), que está bajo sospecha; o como dijo Feijóo, sentenciar que si su fallo no se corresponde con lo que el PP cree que debería decidir, el propio tribunal se habrá colocado en la inconstitucionalidad. El PP convertido en un partido de Gobierno irreconocible, más parece un partido antisistema. Las elecciones en las que Feijóo no logró gobernar pese a que mucha gente le había prometido que así sería han hecho saltar por los aires todos los reductos de la razón. La amnistía ha sido la catapulta, pero a estas alturas es evidente que al PP le habría servido cualquier otra excusa para montar una legislatura muy a lo Ignatieff: fuego y cenizas.
EL ‘PAGEGATE’
Las cicatrices que van dejando los acuerdos PSOE-JUNTS son profundas. No sorprende que Emiliano García Page, presidente de Castilla La Mancha, haya reiterado su
oposición a la ley de amnistía, que es lo mismo que decía su líder. En realidad, está enfrentado a Pedro Sánchez desde el minuto uno. Nunca ha tenido sintonía con él ni con su proyecto político ni lo ha ocultado, hasta ahí nada nuevo. La novedad es que el PSOE ha decido no callarse ante las críticas de Page. Tras decir que el PSOE estaba “extrarradio de la Constitución” y tras fotografiarse y confabular deliberadamente con tres presidentes del PP por el sistema de financiación, en Ferraz y Moncloa han decidido que se acabó el silencio. Salieron en tromba a cuestionar su lealtad. Page marca perfil propio como hacia Bono en una comunidad de voto conservador pero que en las autonómicas vota al PSOE –salvo las dos primeras legislaturas a UCD y un periodo de cuatro años al PP– y así, convencido o camuflado en el paisaje conservador castellano-manchego, logra mayorías absolutas. Ese perfil lo mantiene contra los intereses de su partido si fuera necesario, aunque también cabe defender que precisamente defiende los intereses de su partido justo en la dirección contraria de lo que lo hace la dirección actual porque
cree que es lo que más le conviene al PSOE.
DISCREPAR EN EL PSOE
Page le decía a los presidentes de Andalucía, Valencia y Murcia que estaba a punto de “ser extraditado” por su partido y que “echan a todo Dios que se opone a ellos”. No echarán a Page, pero el asunto es que en el PSOE se ha puesto cuesta arriba opinar a la contra, aunque es obvio que hay formas de discrepar y límites respecto a la exhibición de las deslealtades sin hacerle el juego al PP. Hubiera quedado mejor Page asistiendo a la convención de su partido a A Coruña a exponer su rechazo en vez de refugiarse en un viaje a China. Pero a estas alturas debe sentirse en territorio extraño entre los suyos. Y esa convención fue básicamente un acto de adhesión al Gobierno y sus políticas: no hubo aportación de los militantes al documento marco, no hubo debate interno ni presentación de enmiendas a un texto que muchos delegados ni siquiera habían recibido. El PSOE se han enrocado, se sabe en una situación de debilidad que requiere protegerse. Y Page hoy es más atacante que defensor.