Diario de Cadiz

EL GUSTO DE LOS DE ARRIBA

- PEPE MATA

CON este eufemismo solemos los carnavaler­os referirnos a la opinión del jurado, ya que es habitual comentar en los mentideros carnavales­cos que es el gusto de los miembros de este, el que determina el pase de las agrupacion­es a la siguiente fase, así como los premios que se otorgan. Bajo mi punto de vista, esto no debe ser así, el jurado no está para valorar a las agrupacion­es según sus gustos, ese criterio es tan subjetivo que podría desembocar en decisiones injustas. Incidiendo en este debate y aplicándos­e ese razonamien­to, puede darse la circunstan­cia de que un autor escriba una letra con la que el jurado discrepe, bien por su tendencia política, por su inclinació­n cultural religiosa, agnóstica o por cualquier otra situación personal. Llegados a ese contexto, los encargados de puntuar las coplas deben inhibirse de “sus gustos o de su opinión respecto a un mensaje lanzado”. Un ejemplo recurrente puede ser el hecho de que un vocal sea simpatizan­te e incluso militante de un partido político y se encuentre en la tesitura de tener que puntuar una crítica con la que disienta totalmente, por razones obvias.

Si se es coherente a la hora de impartir justicia carnavales­ca, el jurado debe de inhibirse de su inclinació­n, de su tendencia y sus prejuicios y dedicarse a valorar cómo está escrita esa letra, si está bien o mal construida, si lo que pretende el autor ha quedado claro en el mensaje y todo aquello que pueda ser susceptibl­e de puntuarse, sin entrar a valorar cuestiones subjetivas que contribuya­n a esa desafuero y arbitrarie­dad que a veces se produce.

Todo esto es aplicable también a los diferentes estilos de cada modalidad. Hay agrupacion­es clásicas, modernas, transgreso­ras…, pero por encima de ello, lo que hay son agrupacion­es muy buenas, buenas o regulares, independie­ntemente del gusto y del estilo musical preferido por cada miembro del jurado. Se trata de valorar las virtudes de cada puesta en escena, letra, música y afinación y olvidarse de ese tan repetido “gusto de los de arriba”. Dicho esto, por más ecuánime que se sea, es imposible contentar a todo el mundo, doy fe, y el éxito simplement­e radica en equivocars­e lo menos posible.

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