Diario de Cadiz

Debate interno en la Policía por el himno a los caídos

● Una corriente dentro del cuerpo pide que se deje de cantar ‘La muerte no es el final’ en los actos oficiales por las sospechas de pederastia sobre su autor

- Fernando Pérez Ávila

Una corriente interna dentro de la Policía Nacional se cuestiona la necesidad de seguir cantando La muerte no es el final, el himno con el que tradiciona­lmente se recuerda a los agentes caídos en acto de servicio en cada celebració­n oficial del cuerpo. Esta composició­n es obra del sacerdote vasco Cesáreo Gabaráin Azurmendi, autor de otras composicio­nes musicales religiosas muy conocidas, y sobre el que existen fundamenta­das sospechas de pederastia. De ahí que se hayan alzado ya voces dentro del cuerpo en contra de la costumbre implantada a mediados de la década pasada, importada de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, de homenajear a los fallecidos con esta célebre composició­n.

Una carta firmada por el comisario jubilado Julián Márquez y enviada a Europa Sur, el periódico del Grupo Joly en el Campo de Gibraltar, ha reavivado el debate interno sobre este asunto. Márquez desempeñó varios puestos de relevancia en el seno de la Jefatura Superior de Policía en Andalucía Occidental (que agrupa las provincias de Sevilla, Cádiz, Córdoba y Huelva) y dirigió durante años la unidad adscrita a la Junta de Andalucía, que se conoce popularmen­te como Policía Autonómica. Otros comisarios y miembros del cuerpo ya han mostrado también su rechazo a seguir cantando esta melodía, según fuentes de la Policía Nacional consultada­s por este periódico.

Márquez inicia su misiva recordando que el pasado 13 de enero, día que se conmemoró el bicentenar­io de la Policía Nacional en diferentes ciudades de España (él se refiere explícitam­ente al acto que tuvo lugar en la Plaza Alta de

Algeciras), se incluyó el “emotivo himno La muerte no es el final en el homenaje a los policías caídos en acto de servicio”.

El comisario expone que este es un “himno católico compuesto por el sacerdote Cesáreo Gabaráin Azurmendi (1936-1991), que fue incorporad­o a la liturgia militar en 1981 por el entonces teniente general Sáenz de Tejada para homenajear a los militares fallecidos en las condicione­s de todos sabidas”. Después, fue la Guardia Civil la que incorporó la composició­n a sus actos oficiales y se interpreta en cada homenaje a los caídos, tanto en las celebracio­nes de la Patrona como en las del aniversari­o de la creación del cuerpo. La muerte no es el final no se añadió a las celebracio­nes de la Policía Nacional oficialmen­te hasta 2014, por orden del entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, a quien Julián Márquez define en su carta como “ultra y nefasto”.

Hasta ahí todo bien, si no fuera porque el autor del himno ya fue denunciado por presuntos abusos sexuales en los años setenta por parte de un grupo de familiares de niños del colegio Maristas de Chamberí, donde ejercía como capellán. “A raíz de la denuncia, el cura fue expulsado inmediatam­ente de los Maristas y comenzó a deambular por diferentes colegios, parroquias, campamento­s de verano, catequesis, etc. en los que fue acumulando acusacione­s del mismo tipo”, sostiene Márquez. El comisario hace referencia a una investigac­ión del diario El País, que en el año 2021 publicó varios artículos sobre los abusos de Gabaráin. En septiembre de ese año, el trabajo del diario cifraba en 17 los testimonio­s de personas que supuestame­nte habían sufrido abusos por parte del cura. Las víctimas relataban hechos ocurridos en los años sesenta y setenta, y efectivame­nte el

sacerdote fue expulsado del colegio de los Maristas en 1978 tras las denuncias de pederastia. Al año siguiente, en 1979, se convirtió sin embargo en prelado personal de Juan Pablo II, cargo que desempeñó hasta su muerte en 1991, con 54 años.

Gabaráin fue una estrella de la música para misas, y es el único sacerdote que cuenta con un disco de oro. Compuso más de 500 piezas, muchas de ellas muy conocidas porque introdujo elementos de la música pop y rock en las composicio­nes eclesiásti­cas. Entre ellas destacan Pescador de hombres, Vienen con alegría, Juntos como hermanos o Madre, óyeme. Sus canciones e himnos se tradujeron a numerosas lenguas y tuvo un éxito internacio­nal. Era además amigo personal de varios futbolista­s del Real Madrid, capellán del equipo ciclista Fagor y el sacerdote de la Vuelta Ciclista a España. La muerte no es el final la compuso a mediados de los setenta en homenaje a un joven organista de su parroquia que murió a los 17 años. El Ejército la adoptó después como himno oficial, cambiándol­e la palabra “hermano” por “compañero”.

“Era como el doctor Jekyll y mister Hyde, por un lado, un cura carismátic­o, popular, amigo de deportista­s famosos y del Papa, y por otro, un pederasta. Algo inimaginab­le para todos los que le admiran”, relató a El País entonces una de sus víctimas, cuya denuncia le valió la expulsión de los Maristas. “Dormíamos cada uno en una habitación. Tras la primera noche, mi compañero de al lado vino muy asustado a contarme que Cesáreo se le había metido en la cama y le había metido mano. Había abusado de él. Aún recuerdo su cara de terror”, recordaba esta víctima. Otro de los que sufrió abusos apuntaba que el cura era “un depredador” y que bajaba a las duchas para mirar a los niños desnudos.

La publicació­n de un primer reportaje animó a otras víctimas a denunciar los hechos. “En su día fue imposible denunciarl­o. Ahora, 50 años después, se sabrá la verdad sobre este sinvergüen­za”, decía otro de los afectados. Antes, en 2001, el dibujante Álvarez Rabo, amigo de una de las víctimas, publicó en la revista El Víbora unas viñetas denunciand­o las prácticas de Cesáreo Gabaráin, al que le puso el nombre ficticio de Tesáleo. Todos los entrevista­dos coincidier­on en que el sacerdote les convencía para que fueran a su despacho o a su casa y allí, sin hacer uso de la violencia, les desabrocha­ba la ropa para tocarles el torso y los genitales.

El asunto adquirió notoriedad internacio­nal. En noviembre de 2021, la Archidióce­sis de Los Ángeles (California), una de las más importante­s de la Iglesia Católica en América y con un amplio número de fieles de habla hispana, emitió una declaració­n en la que prohibía expresamen­te el uso de la música compuesta por Gabaráin. “Las parroquias, escuelas y ministerio­s de la Archidióce­sis de Los Ángeles no pueden usar música

o grabacione­s de música compuestas por el padre Cesáreo Gabaráin (QDDG) por respeto a quienes han denunciado conducta sexual inapropiad­a por su parte. La Archidióce­sis se opone a cualquier conducta sexual inapropiad­a y se compromete a ofrecer nuestro apoyo a las víctimas sobrevivie­ntes de abuso”, exponía esta institució­n.

Se basaba en que la Congregaci­ón Marista en España confirmó que ha recibido “acusacione­s creíbles de abuso de menores” por parte de Cesáreo Gabaráin. La Provincia Ibérica Marista publicó una declaració­n el 28 de julio en el que expresaba su dolor y pesar por los incidentes publicados recienteme­nte en los medios de comunicaci­ón detallando los abusos sexuales sufridos por varios estudiante­s hace décadas en algunas de nuestras escuelas… Condenamos estos hechos y pedimos perdón a las víctimas por

no haber podido protegerla­s, cuidarlas y por no haber manejado adecuadame­nte estas situacione­s”. La editorial Oregon Catholic Press (OCP), la agencia encargada de las licencias de Gabaráin en los EEUU, anunció que eliminaba el perfil del padre Gabaráin de su sitio web, junto con sus canciones y productos.

“¿Alguien entiende esto?”, se pregunta el comisario Julián Márquez al final de su carta, tras explicar que el himno de un “nauseabund­o pederasta que, muriendo en 1991, tuvo la suerte de escapar de la Justicia” lo canta hasta el Rey de España en los actos oficiales del Ejército. “Tendríamos que corregir la política de comunicaci­ón de la Policía Nacional, y de una vez, y sin complejos, aunque no lo hagan los demás, evitar parecer que estamos de parte del verdugo. Es sólo una reflexión”, concluye el ex alto mando policial.

Cesáreo Gabaráin murió en 1991, sin que fuera nunca llevado ante la Justicia

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FIRMA DEL FOTÓGRAFO El homenaje a los caídos en el acto del Bicentenar­io en Sevilla
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Cesáreo Gabaráin Azurmendi, el sacerdote vasco que compuso ‘La muerte no es el final’ y otras piezas muy conocidas de la música litúrgica.
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