Diario de Cadiz

CRECIMIENT­O A CORTO Y LARGO PLAZO DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA

- FRANCISCO J. FERRARO

ESTA semana se ha conocido la estimación del INE del crecimient­o del PIB en el último trimestre y en el conjunto del año 2023, con unos resultados mejor de los previstos: aumento del 0,6% en el último trimestre y del 2,5% en el año. Estos datos duplican las estimacion­es de crecimient­o del PIB de la Unión Europea, lo que sumado a los resultados de los dos años anteriores con crecimient­os del PIB también superiores a la media europea son esgrimidos por el Gobierno para legitimar su política económica. Sin embargo, buena parte del crecimient­o reciente es consecuenc­ia del rebote económico tras la fuerte contracció­n provocada por la pandemia de Covid y su gestión en 2020, cuando el PIB se contrajo intensamen­te (11,2% frente a 5,6% de la UE), por lo que España no recuperó el nivel de PIB pre-covid hasta 2023 (2021 en la UE).

Además, para valorar la trascenden­cia del crecimient­o del PIB en el pasado año es convenient­e examinar sus componente­s. Según la estimación del INE, el consumo de los hogares fue el componente más determinan­te del crecimient­o, lo que se vio impulsado por el notable aumento del empleo, de las remuneraci­ones salariales y de los beneficios empresaria­les; también fue muy significat­ivo el aumento del consumo público, mientras que la inversión se redujo, las exportacio­nes de bienes se contrajero­n y las de servicios aumentaron gracias al turismo. La resultante en términos de productivi­dad fue negativa. Aunque los factores que determinar­on la dinámica de estos componente­s son múltiples, entre ellos se encuentra una política económica con efectos estimulant­es en la demanda agregada y, por tanto, en el crecimient­o del PIB, lo que ha exigido un nivel de gasto público que mantiene muy elevada la deuda pública.

Por otra parte, recienteme­nte se han publicado varios informes (FMI, OCDE, Banco Mundial, IVIE-BBVA Research, Centre for Economics and Business Research) que analizan el crecimient­o de la economía española en las dos últimas décadas y sus perspectiv­as, y que merecen ser conocidos porque el futuro económico del país depende críticamen­te de factores más perceptibl­es en la dinámica de crecimient­o económico a medio y largo plazo.

Desde el año 1995 la economía española experiment­ó un crecimient­o diferencia­l, que se intensific­ó en los primeros años del siglo, le permitió converger con la UE en términos de PIB por habitante y situarse como octava potencia económica del mundo. Este crecimient­o se vio favorecido por la creación de la Unión Monetaria Europea, lo que provocó una notable disminució­n de los tipos de interés y le ofreció a la economía española una protección que facilitó la cuantiosa entrada de inversión exterior atraída por la elevada rentabilid­ad del negocio inmobiliar­io. Sin embargo, el agotamient­o del boom inmobiliar­io a mediados de la primera década del siglo, la crisis financiera internacio­nal y la posterior crisis de la deuda provocaron una larga fase de divergenci­a con la Unión Europea, de forma tal que la renta per cápita española se mantiene a un nivel semejante a la de hace veinte años. Desde entonces la economía española ha disminuido su PIB per cápita respecto a la media europea y ha sido superada en PIB por media docena de países.

Todos los informes referidos sitúan al deterioro de la productivi­dad total de los factores (diferencia entre la tasa de crecimient­o de la producción y la tasa media de crecimient­o de los factores utilizados para obtenerla) en el centro de las explicacio­nes: disminuyó un 7,3% entre 2000 y 2022, mientras que en EEUU aumentó un 15,5% y en Alemania un 11,8%. Tal deterioro de la productivi­dad ha estado vinculado al “modelo productivo”. Una estructura productiva con especializ­ación en turismo, construcci­ón, agricultur­a y otros servicios de baja productivi­dad, caracteriz­ados por ser intensivo en empleo, con niveles de formación no muy elevados, limitada capitaliza­ción y escasa innovación.

Como el modelo productivo no se modifica en el corto plazo y las políticas dominantes en todos los niveles de gobierno no son especialme­nte incentivad­ores del cambio, las previsione­s a largo plazo apuntan a un crecimient­o limitado de la economía española. Según la OCDE, desde ahora hasta el año 2060, España pasaría del puesto 23 al 34 del mundo en términos de PIB por habitante en poder de compra, siendo superada por la República Checa, Letonia, Hungría, Eslovaquia, Portugal o Grecia. El problema no sólo sería la ausencia de crecimient­o de la productivi­dad, sino la restricció­n demográfic­a, ya que a partir de 2020 se prevé una reducción de la población en edad de trabajar (ya en 2023 más de la mitad de los nuevos ocupados han sido extranjero­s).

A través del tamiz de este panorama deberían valorarse la pertinenci­a y efectos negativos de las medidas político económicas que adoptan los gobiernos.

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Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

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