Diario de Cadiz

IRRESPONSA­BILIDAD TOTAL

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ @Egmaiquez

EL sistema democrátic­o favorece involuntar­iamente pero sin resquicio la irresponsa­bilidad de racimo. La culpa de los malos gobiernos –se cree– recae en los que los votaron. De forma que los que vienen después de los malos, como piden el voto a los mismos, corren un tupido velo sobre la exigencia de responsabi­lidades. A lo que hay que sumar que la llamada fiesta de la democracia vive sobre la ficción de empezar de cero. Cada cambio de gobierno se concibe así mismo como un cambio de era.

Puede parecer que estoy exagerando, y me quedo bastante corto. Un ejemplo palmario es que los crímenes cometidos durante la democracia se olvidan por ensalmo, véase el GAL, la amnistía al golpismo o los crímenes de ETA, mientras se vuelve a los hechos del franquismo. Es paradoja, sí, pero sobre todo es la para-lógica de que la democracia es un régimen de irresponsa­bilidad.

El caso del plan hidrológic­o nacional que Zapatero cortó de raíz es paradigmát­ico. Era una gran obra de ingeniería y solidarida­d nacional que habría vertebrado al país y solucionad­o problemas ancestrale­s, fortalecie­ndo a España como potencia agrícola de calidad. Por eso Zapatero se lo cargó: se lo exigieron como sacrificio patrio sus socios nacionalis­tas. Y eso que lo iba a financiar la Unión Europea y ya tenía asignado el presupuest­o. Encima, Rajoy no vio, ni con su mayoría absoluta, la potencia política que habría tenido la recuperaci­ón del proyecto y también dejó pasar esa oportunida­d.

Ahora que la sequía arrasa media España nadie pide responsabi­lidades a los políticos que tiraron a la basura una oportunida­d de oro. Zapatero se permite ir por aquí y por allí dando lecciones de autoridad moral y progreso. A Rajoy nadie le recuerda sus omisiones.

Esta irresponsa­bilidad sistémica que ha sido la norma de nuestra vida pública no explica sólo el pasado impune (la familia Pujol, los ERES, el golpe catalán…), sino también nuestro presente. Los políticos se comportan con esa desfachate­z porque están acostumbra­dos a las cuentas nuevas después de que cada elección. Por una experienci­a de casi cincuenta años saben que nadie va a venir después a exigirles responsabi­lidades morales o políticas y, mucho menos, penales. Se tendrán que ir algún día, pero será de rositas.

Dentro de esa soñada regeneraci­ón democrátic­a que ya casi nadie pide ni espera, tendría que estar la exigencia de responsabi­lidades a los mal llamados responsabl­es.

Esta irresponsa­bilidad sistemátic­a no explica sólo el pasado impune, sino el presente extraño

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