IRRESPONSABILIDAD TOTAL
EL sistema democrático favorece involuntariamente pero sin resquicio la irresponsabilidad de racimo. La culpa de los malos gobiernos –se cree– recae en los que los votaron. De forma que los que vienen después de los malos, como piden el voto a los mismos, corren un tupido velo sobre la exigencia de responsabilidades. A lo que hay que sumar que la llamada fiesta de la democracia vive sobre la ficción de empezar de cero. Cada cambio de gobierno se concibe así mismo como un cambio de era.
Puede parecer que estoy exagerando, y me quedo bastante corto. Un ejemplo palmario es que los crímenes cometidos durante la democracia se olvidan por ensalmo, véase el GAL, la amnistía al golpismo o los crímenes de ETA, mientras se vuelve a los hechos del franquismo. Es paradoja, sí, pero sobre todo es la para-lógica de que la democracia es un régimen de irresponsabilidad.
El caso del plan hidrológico nacional que Zapatero cortó de raíz es paradigmático. Era una gran obra de ingeniería y solidaridad nacional que habría vertebrado al país y solucionado problemas ancestrales, fortaleciendo a España como potencia agrícola de calidad. Por eso Zapatero se lo cargó: se lo exigieron como sacrificio patrio sus socios nacionalistas. Y eso que lo iba a financiar la Unión Europea y ya tenía asignado el presupuesto. Encima, Rajoy no vio, ni con su mayoría absoluta, la potencia política que habría tenido la recuperación del proyecto y también dejó pasar esa oportunidad.
Ahora que la sequía arrasa media España nadie pide responsabilidades a los políticos que tiraron a la basura una oportunidad de oro. Zapatero se permite ir por aquí y por allí dando lecciones de autoridad moral y progreso. A Rajoy nadie le recuerda sus omisiones.
Esta irresponsabilidad sistémica que ha sido la norma de nuestra vida pública no explica sólo el pasado impune (la familia Pujol, los ERES, el golpe catalán…), sino también nuestro presente. Los políticos se comportan con esa desfachatez porque están acostumbrados a las cuentas nuevas después de que cada elección. Por una experiencia de casi cincuenta años saben que nadie va a venir después a exigirles responsabilidades morales o políticas y, mucho menos, penales. Se tendrán que ir algún día, pero será de rositas.
Dentro de esa soñada regeneración democrática que ya casi nadie pide ni espera, tendría que estar la exigencia de responsabilidades a los mal llamados responsables.
Esta irresponsabilidad sistemática no explica sólo el pasado impune, sino el presente extraño