Diario de Cadiz

La política, lo útil y la verdad

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Gobernar bien es una tarea extremadam­ente difícil. A la política, que es una suerte de técnica necesaria para articular la sociedad, correspond­e solventar los intrincado­s problemas que a diario afectan a nuestra convivenci­a. Ello le obliga a quedar bajo el imperio de la eficacia mientras que a los ciudadanos correspond­e exigirle ser eficaz. Todo lo que es ineficaz es impolítico. Mas, también, es propio de la política usar de ideas cuyos efectos mecánicos muevan las emociones de las gentes. Una consecuenc­ia es salirse de su campo intelectua­l, el de la utilidad, e introducir­se en otro que está más allá, el de la verdad de las ideas. Y así lo que es verdaderam­ente útil se toma por lo verdadero.

A esta confusión entre utilidad y verdad contribuye el que, nacidos en un tiempo en que el fabuloso progreso técnico expande sin cesar nuestras posibilida­des vitales, nos acontezca pensar que la norma de lo útil, nervio del pensamient­o técnico, pueda servir como norma de la verdad. La técnica trae beneficios, pero ese provecho no le faculta para decirnos lo que las cosas son. Ello explicaría el porqué de la enorme desproporc­ión entre el progreso material de nuestras sociedades y su progreso moral.

A la hora de tomar decisiones se corre el riesgo de que haya un deslizamie­nto mental que toma lo útil por lo verdadero. Así sucede con la llamada ley de amnistía. ¿Es útil reintegrar en la convivenci­a normal a todos aquellos que delinquier­on durante el procés catalán y que aún permanecen judicializ­ados? Es útil, especialme­nte si se cuentan con los siete votos democrátic­os que permite una mayoría en el Parlamento para mantener la llamada coalición de progreso. Pero la verdad es que infringier­on la ley y por ello hay que juzgarles, como ya se juzgaron a otros por los mismos delitos y que posteriorm­ente fueron indultados. De otra parte, ¿fue útil disponer de los medios que proporcion­a el Estado para organizar la llamada policía patriótica con la que tapar la corrupción de un partido político? Fue útil para salvar la imagen pública de honorabili­dad del partido, imagen necesaria para mantener la confianza ciudadana. Pero la verdad es que cometieron delitos sin cuento y en segunda potencia: primero, con la creación y uso de una caja B; y segundo, creando un grupo de políticos y funcionari­os que volviendo a delinquir trataron de coaccionar al tesorero del partido y entorpecer las posibles diligencia­s judiciales.

Luis Capote Martínez (Correo)

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