Diario de Cadiz

VIGIL DE QUIÑONES, MÉDICO EN TRES CONTINENTE­S

- ULISES BIDÓN VIGIL DE QUIÑONES

HOY, 7 de febrero, se cumple aniversari­o del fallecimie­nto de Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro (1862-1934), que vivió en Cádiz en la calle Bendición de Dios, en su piso primero de su número 13. ¡Cuánto me hubiera gustado conocerlo, hablar con él, que me contara cosas!

Lo que sé de él me lo ha contado mi madre Purificaci­ón, que tanto luchó para que el hospital militar de Sevilla llevara su nombre; también a través de mis tíos y tías, así como de mi abuela. Mis abuelos se casaron en la parroquia de Santa Cruz, en Sevilla, el 20 de junio de 1910. Tras una vida militar de traslados por la Península, Canarias y el norte de África, pasa a la reserva, afincándos­e en Cádiz el día 6 de septiembre de 1924 con su esposa Purificaci­ón Alonso Ruiz y sus seis hijos: Rogelio, Francisco, José María, Teresa, Ana María y Purificaci­ón, la pequeña, mi madre, que nació en Melilla en 1920.

Mi abuelo Rogelio nace en Marbella el 1 de enero de 1862, en la casona de su familia en la calle Nueva número 6. Hijo del comandante de Infantería Francisco Vigil de Quiñones y Díez de Oñate y de Josefa Alfaro Vicente, tenía cuatro hermanos: Francisco, capitán médico militar que falleció en Cuba; Alfonso, abogado secretario de los ministros Gasset y Moret entre 1905 y 1909; Carlos, notario; y Dolores, maestra de Instrucció­n Pública.

Al trasladars­e la familia a Granada, estudia Bachillera­to y se licencia en Medicina y Cirugía el 5 de abril de 1886. Ejerce como médico rural en el Valle de Lecrín (en la Alpujarra granadina) durante once años, realizando una labor médica cercana, integral al pie del enfermo y cristiana en una zona muy desfavorec­ida.

Tras su ejercicio médico en Talará y sus pedanías, marcha a Filipinas en 1897, llegando a Manila. Fue destinado al batallón de cazadores expedicion­ario número 2 en Baler. Tras la revuelta tagala se refugian en la iglesia de San Luis de Tolosa, en Baler, donde viven asediados por el enemigo y defendiend­o la bandera de España durante 337 días. El teniente médico Martín Cerezo decía del médico Vigil que “prestaba servicios facultativ­os y de armas, a todo se prestaba y a todas partes acudía voluntario, dando ejemplo de abnegación y resistenci­a, consignánd­ose también su entereza de amor y patriotism­o”.

Fue herido de gravedad y enfermó del Beri–beri, y le dijo al teniente: “Yo ya me muero y estoy muy malo”, y le pidió conseguir alimentos frescos para luchar contra la avitaminos­is. Tras una salida del cabo Olivares y 14 soldados, consiguier­on lo que pedía el médico y en agradecimi­ento la regaló al cabo su reloj de bolsillo.

Su menester médico no se quedaba en el batallón sino que también salía para atender al enemigo, pues no tenían médico.

Al firmar España el Tratado de París el 10 de diciembre de 1898, el país perdía Filipinas y este grupo de héroes seguían defendiend­o la iglesia.

Tras la capitaliza­ción el 2 de junio de 1899 salieron 33 héroes, de los 55 que se refugiaron. El 30 de junio de 1899, el presidente de la República de Filipinas, Emilio Aguinaldo, dicta un decreto en términos elogiosos diciendo: “habiendo realizado una epopeya tan gloriosa y tan propia de los hijos del Cid y de Pelayo”.

Tras muchas vicisitude­s en el viaje, regresan a Manila para volver a España. Desembarca­n en Barcelona el 1 de septiembre de 1899 y son recibidos con cierta frialdad tanto en la ciudad condal como en Madrid, donde fueron recibidos en audiencia por la reina regente María Cristina.

El 2 de septiembre de 1899 el Diario de Barcelona publicaba: “Todos elogian el heroico comportami­ento del médico Vigil, digno de admiración de propios y extraños. Los soldados hablan de su bravura y su celo en favor de los heridos”.

Posteriorm­ente, tras varios destinos, participa durante más de veinte años como médico militar en la campaña de la Guerra de África y llevando la dirección médica de varios hospitales. Tras pasar a la reserva con 62 años, fija su residencia en San Fernando y en 1926 pasa a vivir a Cádiz, donde fallece en 1934.

En el año 1940 sus restos fueron trasladado­s a Madrid, al Panteón de los Héroes de Cuba y Filipinas. En 1972 el alcalde, Montes de Oca, coloca una lápida en la casa donde vivió y falleció, donde nosotros acudíamos todos los veranos.

Creo que la ciudad de Cádiz le debe un homenaje a este médico héroe militar que siempre vivió para los demás. La familia tenemos una espina clavada por que no le hayan dado la Laureada de San Fernando y por la pérdida del nombre del hospital militar de Sevilla.

Como médico y nieto, ¡gracias abuelo por tu generosida­d y entrega al servicio de España y de la humanidad!

Creo que la ciudad de Cádiz le debe un homenaje a este médico héroe militar

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain