A José Manuel Córdoba

Gaditano de pro, viñero de cuña y de corazón; hijo de Pepi y Gonzalo y desde hace más de cuarenta años caminando de la mano del amor de su vida, Esther. José Manuel es una tortillita de camarones recién frita, canutillos rellenos y una copita de manzanilla bien fría. José Manuel es Ventorrillo el Chato, así como Ventorrillo el Chato es José Manuel Córdoba; una simbiosis perfecta de esas tan extrañas en este mundo y que hemos tenido la suerte de poder disfrutar. Pero es más, es mucho más. Es una de esas personas buenas, pero buenas de verdad, de esas que se entregan sin pensarlo y con el corazón en la mano. Solidario, humilde y generoso, que lo da todo por los demás. Carácter temperamental, como un gran huracán, pero que a su vez aporta esa calma y paz que sólo las grandes tormentas dejan al pasar. Leal, buen compañero de vida, trabajo, penas y alegrías y defensor de causas –muchas veces– imposibles.

Luchador nato, disfrutando día a día bebiéndose la vida a sorbitos y que nos enseña que hagas lo que hagas hay que hacerlo con pasión, mucha pasión. Trabajador incansable que siempre ha llevado el esfuerzo y el sacrificio por bandera, algo de lo que todos tendríamos que aprender (y muchos se tendrían que aplicar). Siempre dispuesto a enseñar y a colaborar, a demostrar que en esta vida nada hay que darlo por sentado y que todo se consigue con esfuerzo y trabajo. Un jefe honesto y justo, un padre increíble y entregado y –para mí– mejor suegro. Así que me gustaría poder darte las gracias. Gracias por todo y por más. Gracias por estar, por ser un padre. Gracias por el apoyo y los consejos infinitos. Gracias por la paciencia y el cariño. Gracias por acompañarme del brazo en el paseo más especial de mi vida y por cogerme de la mano hace muchos años para no soltarme jamás.

Hoy las estrellas brillarán fuertes y orgullosas por ti, feliz sesenta cumpleaños.

Tu rubita, María Vallo (Cádiz)