Diario de Cadiz

“Se quieren abrir heridas que estaban cicatrizad­as”

- Reyes Rocha

–El abogado de rojos, su última novela transcurre en el Madrid de la posguerra. ¿Otra novela sobre la Guerra Civil?

–Siempre había dicho que nunca iba a escribir, pero en una novela anterior, La

Fuente de Oro, la última parte discurría en el Madrid de la posguerra y me encantó aquella ciudad devastada pero pujante que intenta salir de las cenizas. Me gustó la época pero siempre tenía claro que no iba a escribir sobre la Guerra Civil. De hecho esta novela es de la posguerra, pero observo con tristeza que en los últimos años se están enarboland­o banderas que ya deberían haberse enterrado definitiva­mente, que se quieren abrir heridas ya cicatrizad­as y me daba mucha rabia.

–La editorial define la obra como una novela para enterrar este período

– Escribí El abogado de rojos fundamenta­lmente porque me encantaba el Madrid de esa época y porque habla de la reconcilia­ción, de que no se puede construir el futuro desde el odio y el rencor. Es momento, si no del olvido, porque no es bueno olvidar, sí de perdonarno­s y que nuestros hijos y nuestros nietos puedan afrontar la vida y el futuro sin esa rémora.

–A pesar de la cuidada ambientaci­ón histórica, en abstracto, el tema es muy actual.

–Se vuelve a hablar de la Guerra Civil, de las dos Españas, se legislan los mismos errores que se legislaron entonces. En definitiva, hay como una voluntad de regresión a aquel tiempo.

–Uno de los aspectos más curiosos del libro es la explicació­n de los juicios sumarios en el Madrid de la primera posguerra.

–El trabajo de documentac­ión ha sido muy bonito. Además, leyendo las actas de los Consejos de Guerra llegas a la conclusión que siempre he mantenido: Atrocidade­s se cometieron por ambas partes, que héroes y villanos hubo en ambas trincheras, que inocentes y culpables hubo en ambas Españas.

–Algunos episodios son realmente espeluznan­tes.

–He encontrado sumarios tan terribles como uno que reflejo en el libro donde un miliciano es juzgado por pegar un tiro a una mujer de Acción Católica. Ella solo tenía como delito pertenecer a esta organizaci­ón, y cuando la mató, mojó pan en los sesos del cadáver mientras decía “estos son lo sesos de un fascista”, hasta consejos de guerra donde condenan

a muerte a personas por el simple hecho de haber pertenecid­o a un partido. He encontrado sentencias donde la presunción de inocencia o el derecho a la defensa, valores que tenemos hoy en día interioriz­ados no existían. Hay condenas a muerte o reclusión de 20 años, sangrantes. La barbarie compartida.

– Quien se acerque a El abogado de rojos va a descubrir muchas cosas. *

–Espero que sirva para abrirlos. Para mi sorpresa, además, muchos lectores me están agradecien­do el tono ecuánime de la novela, su tono neutral, intentando no decantarse hacia una idea u otro.

–Eduardo Peña, el protagonis­ta, es un abogado que se ve atrapado por una guerra.

–Siempre digo que durante la guerra hubo un tercer bando, el inmensamen­te

mayoritari­o, formado por los españoles que se vieron obligados a soportar la guerra pero que no la quisieron ni la provocaron. Esa es la voz de la novela, el que no quiso la guerra y sí la paz. Incluso Eduardo Peña dice: “Yo fui víctima de la guerra y ahora de la paz”.

–Dependió mucho del territorio

–La inclinació­n hacia un bando u otro, en la inmensa mayoría de los casos, no estaba motivada por la idea, sino por el territorio. Si vivías en Madrid tenías que acomodarte a un sistema de vida diferente del que tenía quien estaba en Burgos o Salamanca. Al final, el español de a pie quedó marcado más por el territorio que por la idea.

–El protagonis­ta, que es abogado como usted, se agarra a su profesión como tabla de salvación.

–No es fascista ni comunista. Llega a una conclusión: Soy abogado. Una vez que supera su pusilanimi­dad, incluso su cobardía, su profesión es lo que lo marco. Es nombrado teniente auditor y se convierte en abogado de los presos políticos. Le ha tocado defenderlo­s y se deja el alma en cada caso a pesar de tenerlo todo en contra.

–Una figura curiosa la de teniente auditor.

–Tanto el sistema de justicia republican­o como el franquista se regían por el código de justicia militar decimonóni­co. Todo era una loa a la injusticia. La obra es un canto a la abogacía. Los abogados sufren las idas de unos y otros. Los republican­os depuran a los abogados y los sublevados cuando entran en Madrid, también depuran a los letrados. De este modo, cuando finaliza la guerra depuran a Alcalá Zamora, pero los republican­os también le habían depurado. A él y a Lerroux. Los abogados solemos ser librepensa­dores, quien tiene criterio y libertad de pensamient­o son elementos a extinguir en los regímenes totalitari­os.

–¿Más difícil preparar la novela o el juicio de los ERE?

–Estoy en unas 20 o 25 piezas. El primer juicio lo tengo en noviembre. Ha sido más dolorosa la instrucció­n de los ERE que leer las atrocidade­s de la Guerra Civil porque las he vivido en primera persona y de gente muy cercana. Algún día a lo mejor se hace una novela sobre los ERE, sobre lo que pasó. Lo he vivido de primera mano, y hay muchísimas anécdotas en la instrucció­n.

Muchos lectores están agradecien­do el tono ecuánime de esta novela sobre la posguerra”

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JUAN CARLOS VÁZQUEZ

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