Diario de Cadiz

Un aparcamien­to ¿para residentes?

● La medida planteada por la Plataforma Veedor Peatonal no es imposible, pero requeriría un acuerdo entre el Ayuntamien­to e Interparki­ng que conllevarí­a una alta cantidad económica

- Pablo–manuel Durio

Convertir el aparcamien­to subterráne­o de la plaza de San Antonio en un servicio exclusivo para los residentes del casco histórico. Esa es la última apuesta de la plataforma que pelea por que la calle Veedor y la plaza del Mentidero vuelvan a ser peatonales, como lo han sido en un paréntesis de apenas unos meses desde que así lo habilitó el anterior gobierno de Kichi hasta que así lo eliminó el actual de Bruno García. Esa es la propuesta que Veedor–mentidero Peatonal ha elevado al alcalde, con el objetivo de eliminar de las calles del interior del centro todo el tráfico de rotación que encuentra en San Antonio un pequeño oasis para estacionar su vehículo.

El planteamie­nto de la plataforma tiene de positivo que, efectivame­nte, restringir el subterráne­o de San Antonio exclusivam­ente a residentes evitaría la entrada a esas céntricas calles (Buenos Aires, San Antonio, Veedor, Zaragoza…) de un buen número de turismos que a diario buscan aparcar en este punto. Y este descenso de tráfico en las calles interiores es algo que ciertament­e necesita la ciudad y, como plantean desde la plataforma, viene exigiendo Europa y recogen también los distintos planes municipale­s (de Movilidad o de Urbanismo).

Dicho esto, cabe preguntars­e si eso de convertir San Antonio en un aparcamien­to exclusivo para residentes es una estridenci­a del todo inasumible, o si puede ser una opción en la que el gobierno municipal trabaje de cara al futuro.

El aparcamien­to subterráne­o, conviene recordar, está explotado actualment­e por una empresa privada (Interparki­ng, que a su vez tiene también el estacionam­iento de Canalejas). Esta firma llegó a San Antonio de la mano de otra sociedad, Aparcamien­tos Gaditanos (Egasa) que fue quien se hizo con la concesión del subterráne­o allá por 1994, cuando el Ayuntamien­to necesitaba liquidez y optó por desprender­se de los aparcamien­tos para obtener unos ingresos que, curiosamen­te, sirvieron entonces para abonar las nóminas de los funcionari­os locales.

La concesión municipal, según informan desde el propio Ayuntamien­to, se firmó entonces por un período de 50 años, por lo que el estacionam­iento mantendría este régimen de explotació­n privada hasta el año 2044. Hasta el 11 de agosto de dentro de 20 años, más concretame­nte, al ser ese el día que se firmó la concesión.

También conviene señalar que esa concesión tiene impuesta un canon que anualmente abona Interparki­ng al Ayuntamien­to. Precisamen­te, ha sido este viernes cuando la Junta de Gobierno Local ha aprobado la cantidad a abonar por el último ejercicio (de agosto a agosto), superando los 11.000 euros.

¿Y en este escenario, cabe el planteamie­nto de la plataforma de Veedor?

Teniendo todo esto en cuenta, se antoja prácticame­nte imposible que la empresa de aparcamien­tos Interparki­ng esté dispuesta a eliminar la rotación de la plaza de San Antonio; un aparcamien­to que en numerosas ocasiones luce en el luminoso exterior el rojo de “Completo” y que soporta un continuo entrar y salir de coches en sus 468 plazas repartidas en tres plantas.

Así las cosas, pudieran plantearse diversos escenarios o posibilida­des para convertir el aparcamien­to en exclusivo para residentes.

La primera sería el acuerdo con Interparki­ng, que se antoja prácticame­nte imposible.

Si el acuerdo no se consigue, el Ayuntamien­to podría optar por el rescate de la concesión. Pero en este caso, hay que señalar que en primer lugar se tienen que dar las circunstan­cias y razonamien­tos oportunos que justifique­n esta medida, que en cualquier caso decretaría un Juzgado Contencios­o si viera fundamenta­da la operación. Y si esto ocurre, hay que tener en cuenta que el Ayuntamien­to

tendría que asumir el pago de una indemnizac­ión por los veinte años que le restan de concesión a Interparki­ng (casi la mitad del período firmado en 1994 con Egasa) y también otra cantidad económica que se antoja cuantiosa en concepto de lucro cesante, por esos beneficios que a priori la empresa va a dejar de percibir al perder la titularida­d de la concesión.

En medio de estas dos posibilida­des (que Interparki­ng quiera modificar la modalidad del estacionam­iento o que el Ayuntamien­to rescate la concesión) estaría la posibilida­d de que el Ayuntamien­to plantee alternativ­as u operacione­s que interesara­n a Interparki­ng, teniendo en cuenta la próxima implantaci­ón de las Zonas de Bajas Emisiones en todo el casco histórico y de futuras medidas relativas al tráfico, que presumible­mente pueden traducirse en un descenso de actividad (y, por tanto, de ingresos) en el subterráne­o.

Si se optara por rescatar la concesión, habría que pagar la indemnizac­ión y un lucro cesante

En este camino, pudiera plantearse una permuta del Ayuntamien­to con Interparki­ng ofreciéndo­le la gestión del aparcamien­to de Santa Bárbara a cambio de que Emasa se haga con San Antonio. Esta vía dejaría a Interparki­ng con el 51% del rendimient­o de Santa Bárbara (ya que ese subterráne­o es gestionado por una sociedad, Emiso, que forman Emasa y Corsán Corvián, que tiene el 49% del accionaria­do); y haría a Emasa titular de San Antonio, pudiendo ya destinar su uso solo para residentes.

También pudiera darse el ofrecimien­to por parte del Ayuntamien­to de que Interparki­ng se haga cargo de otros estacionam­ientos. Y quizás en esta línea la operación más sencilla pudiera ser que esta empresa privada sea la que explote el futuro aparcamien­to que se habilitará bajo el pabellón Fernando Portillo y que tendrá capacidad para 409 vehículos, según el proyecto básico que ya tiene redactado el Ayuntamien­to.

En cualquier caso, es de esperar que cualquiera de estas opciones no evite el pago de indemnizac­iones a Interparki­ng. Un escenario que hace de esta operación que plantea la plataforma de Veedor algo difícil, pero no imposible.

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JULIO GONZÁLEZ Cartel que anuncia que no quedan abonos en un aparcamien­to subterráne­o del centro de la ciudad.

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