NO ME GUSTA
NO me gusta que hayan resurgido esos gritos de campeones, campeones, que ya casi habíamos conseguido erradicar del concurso; no me gustan por todas las connotaciones negativas que entraña ese irrespetuoso cántico hacia el resto de las agrupaciones que, incluso en muchos casos, ni siquiera han llegado a actuar sobre las tablas del Falla.
No me gusta esa rabia que se delata en los rostros de los componentes al terminar un pasodoble o un tango mientras se ponen a vitorear y a gritar cuasi desafiantes al público con exclamaciones y expresiones que parecieran más propias de un guardameta que acaba de parar un penalti el minuto noventa y cinco de partido.
No me gusta que se aplauda absolutamente todo lo que se cante, aun tratándose de incongruencias o de mensajes fuera de lugar, pero menos aún me gusta que se insulten a los autores y componentes de agrupaciones con pintadas en las paredes, se les vilipendie en las redes sociales o, lo que es el colmo de la intransigencia, les esperen a la salida del teatro para increparles por discrepar con las coplas que acaban de interpretar.
No me gusta absolutamente nada que algunos se jacten de criticar a un autor de renombre porque ha quedado el último clasificado en las puntuaciones del jurado, cuando eso no deja de ser una simple y mera anécdota. Hay años en los que se acierta más y en los que se acierta menos, pero no por ello deben olvidar esos aficionados que en Cádiz tenemos varias playas que a la Caleta nada le envidian y que hay otras como la Victoria, que sin ser novia de nadie, tan solamente se limita a jugar con la arena y con las olas mientras charla con las caracolas haciendo caso omiso a los piropos que sus visitantes le quieran echar.
Y aunque algunos no terminen de entender a qué viene este epílogo, seguro que los buenos carnavaleros sabrán entender el porqué de este.
No me gusta esa rabia en los rostros de los componentes al terminar una copla